madrid. Los tambores de guerra han desatado el estruendo político en torno al conflicto en Siria por el controvertido uso de armas químicas contra civiles en los suburbios de Damasco que, en medio del desconcierto originado por la espantada británica, ha forzado a potencias y vecinos a mover sus peones.
El Gobierno sirio ha pedido por carta a la ONU que asuma su responsabilidad para impedir un ataque e impulsar una solución política, según la agencia oficial Sana.
Por el contrario, según dijeron ayer dirigentes de la Coalición Nacional Siria (CNFROS), la principal alianza opositora, la Liga Árabe debía haber pedido al Consejo de Seguridad de la ONU que castigase al régimen por el uso de armas químicas.
Sin embargo, los jefes de la diplomacia árabes no hicieron ayer alusión a la intervención reclamada por Estados Unidos y evidenciaron sus diferencias, con Arabia Saudí a favor y Egipto en contra.
Su secretario general, Nabil al Arabi, dijo ayer en rueda de prensa que "cualquier acto para afrontar o castigar el régimen sirio se debe producir en el marco de los acuerdos de la ONU" y, "si alguien utiliza la fuerza militar fuera de la legitimidad, lo hará de manera unilateral".
Washington ha ordenado el desplazamiento al mar Rojo del portaaviones de propulsión nuclear Nimitz y su grupo aéreo, según los medios estadounidenses.
Tras el anuncio el pasado sábado del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de una consulta al Congreso sobre represalias militares contra el régimen de Bachar al Asad, el escenario mundial ha recuperado el viejo enfrentamiento dialéctico de la guerra fría.
Ese que mencionó el mandatario estadounidense cuando canceló la reunión que tenía previsto celebrar esta semana en Moscú con el presidente ruso, Vladimir Putin, después de que diese asilo al extécnico de la Agencia Nacional de Seguridad Edward Snowden. No obstante, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, afirmó ayer que la invitación a Obama para que visite Rusia sigue en pie.
Pese a estas palabras, Lavrov, advirtió también de que un ataque contra Siria aplazaría casi indefinidamente una nueva conferencia de paz como Ginebra-2. De todos modos, ambos mandatarios se verán este jueves y viernes en la cumbre del G20 (Grupo de Países desarrollados y emergentes) en San Petersburgo.
En este escenario de confrontación política, Rusia anunció ayer el envío del Priazóvie, un buque de guerra, a las costas de Siria para recabar información al tiempo que desechaba las pruebas de EEUU.
En un aparente intento de acallar el estruendo de los tambores de guerra, Putin, apoyó el envío de una delegación parlamentaria a EEUU para hablar con sus colegas del Congreso norteamericano.
Para tratar de evitar el fiasco de sus aliados británicos, Obama recibirá en la Casa Blanca al senador republicano John McCain, con el que trata de ganar adeptos en un dividido Congreso, parte del cual exige pronunciarse sobre la intervención. El Gobierno de Pekín se mostró ayer "gravemente" preocupado según un portavoz de Exteriores, que confirmó que EEUU les habían mostrado sus pruebas, pero reiteró que las decisiones sólo deben responder a "la investigación imparcial, profesional e independiente de la ONU".
La espantada del Reino Unido ha desatado en las islas una tormenta política con cruce de reproches, aunque el Gobierno torie ha descartado volver a consultar al Parlamento. "Tiene gracia que ustedes, que se agruparon detrás de la posición de su líder, dando lugar a la situación en la que nos encontramos ahora, pregunten precisamente en qué circunstancias podríamos revisar este tema", le espetó el titular británico de Defensa, Philip Hammond, a Jim Murphy, responsable de defensa laborista.
En Francia es ahora el presidente François Hollande quien atraviesa momentos de desconcierto tras la deserción británica, al ver la creciente renuencia de la opinión pública francesa y de la oposición a una intervención militar. Su decisión de no pedir el voto en la Asamblea ha multiplicado el número de voces que le piden esa consulta.
En Australia, otro tradicional aliado estadounidense, el líder de la oposición, el conservador Tony Abbott, que se perfila como favorito en las elecciones del sábado, descalificó a los rebeldes y al Gobierno sirios. "No se trata de buenos contra los malos. Son los malos contra los malos", declaró Abbott.
Mientras, Alemania, que se ha apresurado a informar que Siria no forma parte de la agenda del G-20, creó ayer con Emiratos Árabes un fondo para las regiones no controladas por el régimen.
Su canciller, Angela Merkel, sostiene que hay que esperar al informe de Naciones Unidas y lograr un acuerdo del Consejo de Seguridad.
Desde Bruselas, la OTAN pidió una respuesta "firme", aunque descartó participar en una posible intervención militar.