vitoria. Las adopciones internacionales no atraviesan por el mejor momento. Y es que el tiempo de espera ha aumentado y el número de solicitudes ha disminuido notoriamente en los últimos años en el territorio. En el primero de los casos, la dilación en el proceso se debe fundamentalmente a las moratorias que los países se ven obligados a aplicar mientras adaptan su legislación de adopción a lo establecido en la norma internacional de 2007 conforme a lo establecido en la Convención de La Haya. Una regla que permite establecer unos requisitos más garantistas para las familias y los menores y con el que se evitan posibles casos de trata de niños, extorsiones y compra-ventas ilegales vulnerando los derechos fundamentales de infancia y familia. Sin embargo, no es el único factor que influye en estos retrasos. Y es que las modificaciones introducidas por China, uno de los países donde más adopciones se solicitaban, que implican tener desde 2007 un determinado nivel formativo, acortar las diferencias de edad entre adoptantes y adoptados y limitar las adopciones monoporentales, han desembocado en un incremento significativo del tiempo de espera por la burocracia y el estudio de cumplimiento de todos los requisitos exigidos.
Así las cosas, mientras que hace 15 años el proceso de adopción no se dilataba más de un año después de obtener el certificado de idoneidad, que no tarda más de seis meses en ser expedido por la Diputación, en la actualidad se alcanzan tiempos medios de espera de dos o tres años y, en los casos referentes a China, hasta cinco o seis. Una eternidad para aquellas familias que esperan ansiosas a su hijo y muchos días perdidos para los menores de tener una vida mejor en un entorno adecuado.
de rusia y etiopía De esta forma, en los últimos cinco años se ha observado cómo el número de menores llegados al territorio ha disminuido levemente. Una tendencia que también se ha observado de manera más evidente en el Estado español, donde el número total de adopciones ha ido cayendo en los últimos ejercicios al pasar de las 4.472 de 2006 a las 2.800 en 2011. Las cifras en Álava siempre han rondado la treintena de menores cada año, con excepción de 2008 cuando hasta 53 chavales se reunieron con sus familias adoptivas. Según datos de la Diputación alavesa, el año pasado, sin embargo, fueron 27 menores los que llegaron a Álava de forma definitiva de hasta una docena de países entre los que destacaban los más habituales. Es decir, siete de ellos eran rusos, seis etíopes, tres filipinos, dos chinos y otros dos panameños. También se recibió a niños de Vietnam, República Dominicana, Kazajtan, Hungría, El Salvador, Colombia y Mali. A mitad de este ejercicio tan sólo tres menores, -dos chinos y un etíope- se han reunido ya con sus familias adoptivas.
Este ligero pero progresivo descenso en el territorio es una circunstancia que también está íntimamente ligada al otro factor que ha sufrido un retroceso en el último lustro. Y es que las peticiones de adopción internacional se han visto reducidas un 65% en este periodo de tiempo. Atendiendo al registro de peticiones de la Diputación alavesa, en 2007 se recibieron 77 peticiones de adopción internacional, mientras que el pasado ejercicio esta cifra se quedó en 26 y, en lo que va del presente curso, sólo se ha contabilizado una docena.
Entre estos expedientes de adopción, apenas si se ha observado una leve variación en los países de procedencia de los menores. En los últimos tres años, Rusia y Colombia han copado las solicitudes con una alternancia en el podio entre Filipinas, Etiopía y Mali. Una tónica que se repetía años atrás con la incorporación de algún otro país debido también al mayor número de solicitudes. En cualquier caso, las instituciones recomiendan que las familias se dirijan siempre a los países donde las transparencia sea mayor a pesar de que eso implique un tiempo de espera superior porque, de esta forma, las garantías de adoptabilidad son mayores.
Probablemente esta tendencia esté relacionada también con la actual coyuntura económica que frene a las familias a la hora de iniciar un trámite que no sólo es costoso temporalmente, sino también económicamente y que requiere de cierta estabilidad.