NUEVA YORK. A través de un experimento informatizado, que se realizó sobre 178 universitarios americanos, Janneke Giesen, de la Universidad de Maastricht, descubrió que esta población generalmente compra menos productos calóricos para comer cuando el azúcar o las grasas tienen un impuesto del 25 por ciento o más.

El equipo de Giesen hizo que estos universitarios eligieran una hipotética comida de un menú de ordenador en tres ocasiones diferentes. Cada vez que lo hacían, los precios de los productos más calóricos --como las hamburguesas con queso, brownies y las patatas-- aumentaban primero un 25 por ciento y después un 50 por ciento.

Por otra parte, los autores dieron información sobre las calorías que contenían los alimentos a adquirir a cerca de la mitad de los participantes. En general, los universitarios optaron por menos calorías cuando se elevaban los impuestos sobre la comida rápida. En concreto, frenaron su media de ingesta entre 100 y 300 calorías, en función de los impuestos aplicados. Los únicos estudiantes que no respondieron ante el aumento de precio de los alimentos fueron aquellos que ya estaban vigilando sus dietas y tenían información sobre las calorías que ingerían.

Ellos consumían menos calorías que los universitarios que no tenían impuestos sobre su comida y demostraron pequeños cambios en sus hábitos alimentarios cuando se les añadieron impuestos a estos productos. Según Giesen, "el descubrimiento más importante de nuestro estudio es que, un impuesto del 25 por ciento o más sobre la comida (calórica), hace que casi todos compren menos calorías". "Si se quiere ayudar a alguien, en general, a prevenir el consumo exagerado de calorías, los resultados de este trabajo indican que imponer unas tasas elevadas sobre los alimentos (calóricos) es eficaz", asevera.

En 2008, Nueva York se convirtió en la primera ciudad de Estados Unidos donde los restaurantes de comida rápida tuvieron que especificar las calorías de sus menús. Sin embargo, la efectividad de estas medidas ha sido un tema polémico.

Este estudio sugiere que la efectividad de los impuestos sobre la comida basura podría depender, en parte, de si se da o no información sobre las calorías de los alimentos, así como de la conciencia del propio consumidor sobre estas calorías. Para Barry Popkin, profesor de Nutrición en la Universidad North Carolina, aunque este estudio tiene sus limitaciones --incluido el pequeño tamaño de la muestra-- coincide con mayores experimentos que sugieren que aumentar los impuestos a la comida basura puede funcionar