lA semana próxima, y a partir de mañana mismo, se activará el calendario de iniciativas que, en teoría, deberían culminar con un -se espera- clamoroso apoyo de amplios sectores de la sociedad vasca a la legalización de Batasuna. Las complicidades tejidas durante los últimos meses por emisarios dedicados a buscar un compromiso plural buscan atenuar en lo posible el protagonismo de la izquierda abertzale histórica en esta última txanpa para recuperar la legalidad. Esta precaución no sólo se ha debido al rechazo atávico, la desconfianza de buena parte de los ciudadanos a participar en cualquier iniciativa pública organizada por ese sector. Se ha tenido una prudencia especial para evitar que se les atribuyan las iniciativas a cumplir esta semana porque, en realidad, Batasuna está fuera de la ley y, por tanto, no puede convocar, ni promover, ni protagonizar ninguna actividad política. Por haberla ejercitado ya han ido a parar en varias ocasiones a la cárcel. No obstante todas estas cautelas, los dirigentes de la ilegalizada Batasuna tienen en esta ocasión un interés especial para que se visualice que los promotores de los actos que en las próximas semanas se van a llevar a cabo sean agentes sociales con respaldo, eso sí, de formaciones políticas dispuestas a renunciar al protagonismo. Habrá que comprobar, después, si han cumplido sus compromisos. Mientras tanto, la práctica totalidad de los partidos abertzales están dispuestos a arropar el acto en el que se presentarán los nuevos estatutos con el padrinazgo de Lokarri. Debe valorarse el riesgo que alguna formación como el PNV asume, teniendo en cuenta que ETA pudiera volver a actuar y, por otra parte, tras la amarga experiencia de la humillación a la que se sometió a los jeltzales que asistieron a la manifestación convocada por Adierazi EH.

Dejadas a un lado estas precauciones, llega la hora de la verdad para el proceso iniciado hace más de un año por la izquierda abertzale desde la ilegalidad. La vuelta de Batasuna a la vida política normal, institucional, pasa por que el Gobierno español legalice sus estatutos, que presentará el próximo día 9 de febrero. Se reconozca o no por sus dirigentes, la legalización es absolutamente fundamental para la supervivencia de esa formación política, de ahí que los estatutos que se entregarán en el registro de partidos del Ministerio de Interior van a cumplir escrupulosamente con lo que se les imponga. Y si, como prueba del algodón, tienen que hacer alguna mención expresa a ETA en lugar de una condena genérica de todas las violencias, no cabe duda de que lo harán. A la hora de la verdad, pondrán toda la carne en el asador. Otra cosa es que quienes vienen blandiendo desde hace diez años la ilegalización de ETA/Batasuna se lo crean. No vamos a insistir en el infame provecho electoral que esta situación les aporta, porque ya se ha denunciado hasta la saciedad. El mantenimiento del actual status quo está llevando a altos representantes del Estado al disparate de la ilegalización preventiva. El ministro de Interior, el de Justicia, el de la Presidencia y, con sordina, el propio presidente del Gobierno ya han venido advirtiendo que movilizarán al fiscal general, el abogado del Estado, el Tribunal Supremo y el Constitucional, para impedir que la nueva marca de la izquierda aber- tzale sea legalizada.

El "No pasarán" será convenientemente vociferado por tertulianos y analistas de los nuevos arietes de la ultraderecha en la TDT, y a ello se pondrán los innumerables colectivos de víctimas y foros varios, a los que la política antiterrorista imperante ha servido para medrar.

Llega la hora de la verdad también para el Gobierno español y para las instituciones que acostumbra a tener a su servicio. La hora de la verdad para medir su calidad democrática, después de las preocupantes declaraciones de intenciones que han venido expresando.

Cierto que la última línea y media del comunicado de ETA da a entender que aún no se resignan a renunciar a su tutelaje y, por lo mismo, que aún no han abandonado las armas. Ellos sabrán lo que hacen y, si les queda algo de lucidez, entenderían que han impedido que este paso de la izquierda abertzale sea entendido como definitivo e irreversible.

En todo caso, lo que nos espera en los días que vienen puede cambiar el rumbo de la historia. Pero para ello hace falta que jueguen limpio. Los promotores del nuevo proyecto de la izquierda abertzale y, por supuesto, el Gobierno español. De ETA y sus temores ya se encargarán los responsables de verificar su compromiso.