Aunque sólo sea un efecto psicológico, casi convencional, el paso de un año a otro produce una especie de salto de la realidad que en lo personal suele implicar un cambio en los hábitos, y en lo social un cambio en la estrategia. Pasó 2010 con su crisis de nunca acabar y llegamos a su final sumidos en las mismas incertidumbres con las que lo comenzamos. A las incertidumbres generales provocadas por el paro y la galopante recesión económica, en este país se ha sumado durante los últimos meses una desmesurada expectación sobre un supuesto acontecimiento histórico, el fin de la violencia de ETA. A la hora de escribir estas líneas, el acontecimiento aún no se había producido. Y, dado que venía anunciándose desde el pasado verano, la expectación ha derivado en incredulidad o escepticismo y la atención política se va a centrar necesariamente en otras inexorables realidades marcadas a fecha fija.

2011 se inicia con un apremiante tiempo electoral cuyo interés mediático va a desviar en parte la atención a la crisis y va a desplazar al tan demorado pronunciamiento de ETA. En realidad, a estas alturas lo que diga la organización armada sólo va a interesar en tanto en cuanto su decisión pudiera modificar la actual distorsión del mapa electoral fruto de la Ley de Partidos. Y, por lo que se viene adelantando desde los partidos que promovieron la citada Ley, la exclusión del sector social afín a la ilegalizada Batasuna va a seguir manteniéndose aunque sea preciso modificarla progresivamente con las subidas de listón pertinentes. PP y PSOE van a defender a cara de perro el terreno electoral que conquistaron con malas artes.

Hemos entrado en un tiempo en el que no caben ya las especulaciones, ni los optimismos, ni las esperanzas. En mayo de celebrarán las elecciones municipales y forales en la Comunidad Autónoma Vasca y las autonómicas en Nafarroa. Las máquinas electorales ya están dispuestas para arrollar cualquier otra expectativa y los que juegan con ventaja van a ir a por todas, convencidos de que no pueden fallar. Los mismos que unieron sus fuerzas para desplazar del poder a los nacionalistas vascos, o para impedirles llegar a él, como en el caso de Nafarroa, están dispuestos a repetir y consolidar si preciso fuera sus acuerdos antinaturales para cerrar el paso a las opciones que en realidad lograron el mayor apoyo popular. Si en las anteriores citas electorales lo disimularon, incluso lo negaron previamente, esta vez van a ir de cara, a sumar, a repetir la hazaña. Además de la aplicación implacable de sus normas legales, cuentan para ello con el apoyo incondicional, beligerante, de los medios de comunicación mayoritarios vascos y españoles.

Tanto en Navarra como en la CAV la mayoría de los ciudadanos hemos padecido las consecuencias de este pacto de hierro, y no queda otra que hacerle frente electoralmente también a cara de perro. No vale lamentarse, después de haber caído en la ingenua generosidad de ensayar el experimento apelando a lo higiénico del cambio. Ya sabemos de su prepotencia, de su incapacidad, de su osadía, de su visceral revanchismo. Y desde la convicción de que han venido para quedarse, no caben demasiadas dudas de que en mayo habrá un frente PSE-PP y otro PSN-UPN dispuestos ambos a desalojar del poder al nacionalismo vasco en las diputaciones y ayuntamientos y a impedirle su acceso en el caso de Nafarroa.

A medida que se agotan los plazos legales, va siendo más difícil que la opción correspondiente a Batasuna pueda lograr su homologación, lo cual conduce directamente a la repetición de la distorsión en las urnas. Se agotó el tiempo de discutir si son galgos o podencos. Se agotó el tiempo de los personalismos, los exclusivismos y el monopolio de las esencias. Por ello, para mantener sus actuales cotas de poder en la CAV y para lograr pasar a ser la opción más votada en Nafarroa, el nacionalismo vasco tendrá que hacer un enorme esfuerzo de integración para afrontar con éxito unos comicios con las reglas del juego trucadas en su contra. Si el frente nacionalista español echó mano de la aritmética para hacerse con el poder, si recurrió para ello al pacto con su adversario natural, las formaciones que basan su ideología en la existencia del pueblo vasco y en el ejercicio de sus derechos como nación deberían también tener en cuenta la aritmética, y sumar. A cara de perro. A fin de cuentas, las diferencias ideológicas nunca serán tan profundas como las que han sorteado los actuales socios preferentes.

De aquí en adelante, todo va a ser campaña electoral e irá orientado en torno a ella. En 2001, cuando estos socios PP y PSE probaron su primer intento, un aluvión de votos nacionalistas vascos cerraron el paso al bloque nacionalista español. En 2009 hicieron trampa y sumaron. En 2011 harán todo lo posible por repetir la trampa, y sólo sumando, y sumando mucho, se les podrá cerrar el paso. Es el momento de la responsabilidad y de la generosidad.

por pablo muñoz