El día de San Pedro Mártir, Sánchez se sobrepuso al lógico abatimiento por la persecución a su pareja hasta la criminalización y como exbaloncestista dio por acabado el insólito tiempo muerto de cinco días para proclamar un “punto y aparte” por “la regeneración democrática pendiente”. Al anuncio falta dotarlo de contenido para que su amago de dimisión resulte creíble y no quepa reducirlo al ejercicio narcisista de tacticismo que atisban parte de sus socios y denuncian al alimón sus enemigos declarados.Desconocido

Igual que hasta la fecha no concurre ningún indicio penal contra Begoña Gómez aunque venga a cuenta la necesidad de regular el estatus del consorte presidencial en sus relaciones con la sociedad civil –y en particular con el ámbito empresarial–, Sánchez consiguió movilizar al electorado socialista en torno a su persona a costa de abonar la teoría de la maniobra partidista durante las inauditas 120 horas que duró su reflexión, con el consiguiente estupor en el conjunto del Estado. Superado el polémico y aun censurable impasse, se trata de ir esbozando con creciente concreción esa agenda de saneamiento democrático imperativa en las vertientes política, jurídica y mediática. En el primer caso, un imposible al parecer a la vista de la radicalidad declarativa de Feijóo, que ha respondido reclamando un “gobierno democrático” –como si el actual no lo fuera– para frenar un “cambio de régimen” tras apreciar en Sánchez un “tic dictatorial” homologable a Franco. La deslegitimación total que anida en el concepto patrimonialista del poder por el PP.Desconocido

La estrategia de tierra quemada de la derecha poliédrica contra Sánchez y su Ejecutivo de coalición, que repite el acoso y derribo con infundios y calumnias que sufrió Zapatero, tiene sus réplicas en una judicialización de la política –o ideologización extremosa de la Justicia– y en una desinformación al alza que sí debieran poderse acotar. Al menos en teoría, pues en la práctica resulta discutible rebajar la mayoría para la renovación del Poder Judicial –paralizada durante un lustro por la insumisión del PP–, a riesgo de unos manejos mayores cuando cambien las tornas en Moncloa, y también se antoja vidrioso limitar la libertad de expresión con medidas generalistas de índole coercitiva. Bien entendido que algo debe intentarse para cortocircuitar el círculo perverso que conforman el bulo de los panfletos digitales, consagrados al señalamiento mediante corrientes de demonización, y la bola de ciertos jueces al pseudoperiodismo financiado para agitar la vida política hasta la asfixia de la convivencia democrática. Hacen falta soluciones tan imaginativas como garantistas, sí, pero a la ciudadanía compete cribar la información veraz, la rectamente obtenida y difundida –y sin alusiones injuriosas–, del libelo puro y duro.Desconocido

Siquiera por contraste, el diverso ecosistema vasco debe blindarse ante tal trituradora del pluralismo y de cargos públicos. Sin menoscabo de la ética política exigible y del control desempeñado por el periodismo digno de ese nombre. Y en defensa de la fecunda institucionalidad edificada sobre nuestro autogobierno.