Ayer debería haber sido un día de celebración para el deporte provincial debido a las importantes victorias del domingo del Baskonia y el Alavés. Por desgracia, el principal tema de conversación del lunes fue la caída de uno de los focos del videomarcador del Buesa Arena durante un tiempo muerto del emocionante duelo con el Barça. Lo primero que sentí al ver caer la lámpara al parqué fue sorpresa, pero cuantas más veces veo el vídeo, más se me remueven las tripas. ¿Qué habría ocurrido si los miembros del grupo de baile que se encontraban actuando en ese momento hubieran ejecutado otra coreografía con más separación entre bailarinas? ¿Y si el foco se hubiera soltado un minuto antes con diez jugadores y tres árbitros sobre el parqué? La respuesta, aunque dolorosa, es fácil cuando se habla de nueve kilos cayendo desde una altura de 15 metros: la muerte de quien se encontrara debajo y unas imágenes brutales que habrían dado la vuelta al mundo. Parece mentira que hoy en día no se trate con más mimo la colocación de objetos tan peligrosos y que el partido continuara sin la pertinente revisión. El club ha tomado medidas rápidamente, pero también ha tenido una enorme suerte. La misma que todos los que pisaron ese parqué el domingo.