Disfrutar de una bebida fría, siempre ha sido un lujo. Y, es, que, este privilegio viene de mucho tiempo atrás.
Los romanos ya transportaban nieve de los Alpes, con el fin de enfriar el agua y el vino de las clases más altas.
Otra de las leyendas, algo más reciente, es la de Felipe el Hermoso en 1506. Se cree que la causa de su muerte fue un tanto repentina.
El rey de Castilla murió al beber una jarra de agua fría tras un partido de pelota.
Pero no se trata únicamente de las bebidas frías. Según los expertos, beber demasiada agua puede ser nuestro pecado más mortal.
Puede resultar paradójico, sí. Desde muy pequeños nos enseñan a beber mucho líquido con un único propósito, la hidratación.
Sin embargo, como todo en la vida, no debemos excedernos.
Está claro, que, conocemos de sobre los riesgos de la deshidratación. Dolores de cabeza, fatiga, somnolencia o incluso trastornos peores.
Hiponatremia
Nuestro organismo es lo suficientemente inteligente como para saber cuando algo falla.
La sed, esa sensación de alerta, nos incita a coger un buen vaso de agua.
Sin embargo, cuando hay un exceso de líquido en el cuerpo, se produce una condición denominada hiponatremia.
Las sales de nuestro cuerpo se diluyen y se produce una aglomeración de sodio en nuestra sangre.
Entre los síntomas de este trastorno, están: los mareos, el vértigo, las náuseas y vómitos, confusión o delirio e incluso aumentar de peso en periodo de ejertización.
Un claro ejemplo es el de Johanna Pakenham. La corredora entró en coma tras beber casi cinco litros de agua, antes de una carrera de competición.
“Hay un vídeo en el que se me puede ver mareada. Recuerdo ver la línea de meta, por que era muy grande, pero no recuerdo nada más hasta que me desperté en el hospital”, cuenta la corredora en ‘BBC’.
Por ello, no debemos confundir entre hidratación y la intoxicación, puede salirnos muy caro.