MADRID - Francisca Montenegro es más mala que la tiña en El secreto de Puente Viejo. El 23 de febrero de 2011 comenzó su vida de malvada y, 2.000 capítulos más tarde, enamorada y más suave, sigue siendo una mujer de armas tomar y ante quien hay que guardarse muy bien las espaldas para que no puede tomarse la justicia por su mano y hacer la vida imposible incluso a aquellos a los que quiere.
2.000 capítulos. ¿Qué sensación le produce?
-Mareo. Cuando fueron 1.000 pensé: Bueno, un ratito más y esto se acabará. Pero llegar a esta cifra ya son palabras mayores.
Mucho tiempo siendo la mala de la película, ¿no le cansa?
-Desde que se casó Francisca con Raimundo Ulloa, ella se ha ablandado un poquito, pero solo un poquito. Lo de ser mala no puede evitarlo. Ella mira por su familia, dice que todo lo malo -alguna cosa buena también- lo hace por los suyo, aunque seguirá haciendo alguna cosa malvada a espaldas de Raimundo.
En estos momentos, Francisca y Raimundo viven una relación dulce. ¿Echa de menos hacerle perrerías y viceversa?
-Ja, ja, ja? Nos los pasamos muy bien haciéndonos de todo. Ramón Ibarra y yo tenemos una complicidad que es oro. A veces nos hacemos perrerías de guion y otras nos hacemos perrerías que no están escritas. A Ramón le quiero muchísimo, es un gran profesional y un grandísimo compañero.
¿Se puede cansar un actor de su personaje?
-Claro. Pero los guionistas de Puente Viejo no dejan que nos cansemos. ¡Nos meten cada sorpresa! Te llegan cosas que ni siquiera podías imaginar. Así es difícil cansarse.
¿Qué ha supuesto para usted enfrentarse a Francisca Montenegro?
-Un reconocimiento a nivel español, ha supuesto aterrizar en registros que yo nunca había tocado. Es la primera malvada que he hecho, todo lo contrario, siempre he hecho de buena. Le he cogido mucho gusto a ser la malvada.
Pues ha bordado su papel.
-Ja, ja, ja? Te puedo asegurar que no tengo nada que ver con la Montenegro. He descubierto gracias ella muchas facetas. Me preguntabas qué ha supuesto. Sobre todo, amistad. He hecho grande amigos en la serie, para mí eso es muy importante. Hay lazos que ya no se pueden romper.
Han pasado cientos de actores por Puente Viejo.
-Y tanto. Algunos muy queridos para Francisca y para mí como Megan Montaner, Álex Gadea y Adelfa Calvo, no me olvido de ellos, ha sido una relación muy intensa. Fue arrancar una serie, fue poner en pie una aventura televisiva, nos dejamos ahí toda nuestra energía y eso une mucho.
¿Hacer una serie tan larga coarta la libertad para emprender otros proyectos?
-Sí, sobre todo si el papel que haces es protagónico, es muy difícil que puedas compaginarlo con otras cosas. Todo llegará.
¿Se acuerda de los primeros momentos, cuando no sabían hasta dónde podía llegar esta aventura?
-¡Cómo olvidarlos! Va a cumplirse el octavo aniversario, nadie imaginaba cómo iba a salir esta aventura. ¿Llegar a superar los 2.000 capítulos? Eso era ciencia ficción entonces. Nadie pensaba en ello, ni directores, ni guionistas, ni actores.
Una serie concebida para un público femenino, imagino.
-No tanto femenino, creo que tenía unas miras más generalistas, pero estaba pensada para un target de edad que iba a partir de los 45 años. ¡Cuál fue nuestra sorpresa cuando la gente joven se enganchó a la serie! Tiene todos los ingredientes de un culebrón: drama, amor, desamor, traición, maldad, dinero... Como la vida misma, un poco más exagerado en Puente Viejo, pero no se priva de nada. Quizá por ello algunos espectadores se enganchan más a unas tramas que a otras. Hay quien prefiere el amor y hay quien prefiere las tramas oscuras.
¿Cuántos años le saca Francisca Montenegro a María Bouza? Un montón, ¿no?
-Sí. No se sabe cuántos, hay un misterio con la edad de Francisca, llega un momento en el que se pierda la cuenta sobre la edad que tienen ella y Raimundo.
¿No celebran los cumpleaños?
-Ja, ja, ja? No. Digamos que Francisca y Raimundo son personas mayores, ya está. A lo mejor es que Francisca ha pactado con el diablo y no solo en aprendiz de mala.
¿Quién es más traicionero, ella o él?
-Francisca, sin duda. Raimundo es mucho más noble, más sincero, más transparente. Ella puede estar sonriendo y tramando algo. ¡Menuda es!