ALICANTE. Imaginemos que exponemos a la atmósfera uno de estos dispositivos y medimos en continuo la intensidad luminosa de cada color.

Después de 1.000 horas de funcionamiento, la intensidad del color azul habrá decaído el doble de lo que habrán hecho los otros colores primarios, según ha explicado el profesor del Departamento de Química Física de la Universidad de Alicante Juan Carlos Sancho.

Arropado por la química cuántica computacional, Sancho, junto a otros dos investigadores de la Universidad de Bolonia (Italia) y de Mons (Bélgica), ha logrado un contrato de investigación con la firma Samsung para buscar qué moléculas orgánicas son las mejores para emitir el color azul.

Hablamos de los diodos orgánicos de emisión de luz, también conocidos como OLED (Organic Light-Emitting Diode), que un futuro sustituirán a las actuales LED, es decir aquellas que son de origen mineral y que se sustentan en el silicio.

Sancho ha explicado que las OLED son diodos sustentados en una capa electroluminiscente formada por una película de componentes orgánicos que reaccionan, a una determinada estimulación eléctrica, generando y emitiendo luz por sí mismos.

Entre sus ventajas destaca el hecho que sus costes de producción son más bajos, tienen mejores ángulos de visión y pueden ser aplicables sobre superficies flexibles.

El problema está en el azul, ha subrayado el profesor alicantino, cuyo trabajo es ahora localizar materiales orgánicos para OLED que emitan el citado color, que tampoco está resuelto al 100 % en la LED.

Existen varias causas simultáneas para que la luz azul sea más difícil de obtener. Por ejemplo, las moléculas que componen la capa activa (parte del dispositivo) que debe emitir este color suelen ser menos estables que las otras, "lo que está relacionado con su mayor energía".

Por tanto, suelen ser más sensible a contaminantes que haya en la atmósfera y pueden reaccionar con ellas más fácilmente que con otras y degradarlas más rápidamente.

De hecho, pueden cambiar su estructura y, por tanto, o bien no emiten ya luz o lo hacen con otros tonos que no interesan. Además, se necesita aportar más energía para producir el azul.

A través de simulaciones computacionales, que en el caso de este proyecto alicantino exige que un centenar de procesadores -grandes ordenadores- trabajen conectados al mismo tiempo, y con la Química Cuántica como bandera, los investigadores "tratamos de emular la realidad".

"Podemos averiguar cómo se comportan las moléculas orgánicas y conocer los resultados una vez se asocian entre ellas de forma espontánea. En definitiva, se trata de buscar una respuesta al desafío tecnológico", ha manifestado Sancho.