Vitoria. A pesar de que el background del director bermeano se centra en la ficción, con éxitos como Zorion perfektua, con este documental ha querido traer a la memoria el episodio más dramático de la historia de la villa marinera.
¿Cómo surgió la idea de grabar un documental sobre la galerna?
Siempre ha sido una historia del pueblo que he querido contar, ahora que se cumple el centenario pensé que era el momento. Es un documental pero tiene mucho de ficción: casi un 30% se centra en la reconstrucción de los hechos.
¿Es el documental un género para resucitar el pasado?
Sí que es un medio para acercar la historia. Lo importante es traer las cosas que están en el olvido a los más jóvenes. No quería hacer un relato frío, a base de datos, sino que quería hacerlo con reconstrucciones, quería enseñar cómo navegaban, cómo eran aquellos hombres y qué pasó en alta mar. Para ello, el documental debía tener más sentimiento.
¿Con qué dificultades se ha encontrado a la hora de grabar?
La más importante es que no hay ningún superviviente. Tampoco hay ninguna imagen filmada y solo existen unas fotos posteriores de los funerales porque acudió Alfonso XIII. Hemos tenido que partir de cero.
¿Cómo ha sido el proceso de reconstrucción de los hechos?
Pensé en ficcionar porque había algunas entrevistas que los náufragos concedieron a los periódicos de la época bastante detalladas. También existe una réplica de los barcos que usaban que está en Sokoa, llamado Brokoa, y salimos a navegar y a pescar con ella. Queríamos mostrar qué es lo que pasó en alta mar, cuando los arrantzales se cayeron al agua. Pero la parte más importante era que la gente que me contase los detalles no fueran simplemente historiadores.
Como bermeano, ¿qué ha sentido al tener la oportunidad de escuchar en directo tantos testimonios?
Mi aitite es arrantzale y mi aita también; es algo que he mamado desde pequeño. Son historias que más o menos conocía, pero no acaban de impactarte como cuando le grabas a un señor mayor con una cámara.
¿Qué testimonio de los tantos que ha escuchado ha sido el más desgarrador?
Ha habido muchos. Las embarcaciones las componían sobre todo familias. En una misma podían ir tu aita, tu tío, tu hermano... y si pasaba alguna desgracia el sufrimiento era mayor. Hay testimonios de un hombre que ha recogido muerto a su aita de la mar, otro señor que ha vivido toda su juventud de luto, una mujer que no ha conocido a su padre. A todos ellos les preguntaba: "¿Y vuelves a la mar? ¿Y tu hijo sigue yendo a la mar?" Y todos me respondían lo mismo: "¿Y qué vamos a hacer? ¡Si no sabemos hacer otra cosa!".
¿Ha llegado a entender por qué decidieron los pescadores quedarse en alta mar a pesar de las advertencias?
Hay que echarse cien años atrás. Solo sabían que cuando el barómetro bajaba había galerna, pero estaban muy habituados a ellas. Según cuentan las crónicas, ese año la campaña de bonito no estaba siendo muy buena y esos días, casualidad, estaban pescando bastante. Valoraron todo y decidieron quedarse.
Aunque las técnicas estaban en renovación, los barcos no pudieron soportar aquella galerna frontal ligada a una ciclogénesis explosiva.
Eran barquitos de madera de 12 metros. La evolución que tuvieron estos barcos fue en relación a las galernas anteriores y les pusieron una cubierta para meterse en la bodega; así, si venía el mal tiempo no se arrastraba a los arrantzales. Pero aquello era como una tumba, con la marejada llevándote de un lado a otro. Dicen que hubiera sido muy difícil que cualquier barco la soportase, incluso los de hoy en día.
Uno de los hechos que se destaca mucho es que las viudas no tuvieran ningún cuerpo al que llorar.
Esto ocurrió a 50 millas de distancia del Cabo Matxitxako y los cuerpos no llegaron a tierra. Cuenta una señora que al no aparecer el cadáver de su padre, su madre no pudo recibir ninguna pensión.
¿Cómo se sobrepuso el pueblo a la tragedia?
Fue el inicio del fin de la navegacíón a vela y hubo otros muchos cambios, pero el pueblo resurgió haciendo lo que sabía hacer: pescar.
¿Cuáles son los recuerdos que perduran de aquella galerna en la memoria de los bermeanos?
Todos hemos escuchado sobre la galerna. Pero mucha gente no conocía la historia ni los detalles, incluso en Bermeo. El tiempo hace que la transmisión del boca a boca deforme la historia. Creo que hay que contar los hechos como fueron, pero la gente que vive ahora es la tercera generación y no se conocen muchos datos. Espero que con el documental se dé a conocer más.
¿Aún pesa la tradición marinera y el modo de vida que a ella se asocia?
Yo creo que sí. Aunque ha habido una generación, la mía, que rompió un poco la cadena. Hay algo curioso: ninguno de los arrantzales, a pesar de que les haya ido bien, ha querido que sus hijos fuesen a la mar. Ahora el puerto de Bermeo parece más Puerto Banús que un pueblo de tradición arrantzale. Pero todos sabemos de dónde venimos, no se nos olvida que todo se ha conseguido gracias a la pesca.