Parecía imposible, pero ha llegado. En muchas localidades ya no se puede circular por encima de los 30 kilómetros por hora. La prohibición, que entró en vigor el 11 de mayo mediante el Real Decreto 970/2020, de 10 de noviembre, como era de esperar, no ha sido bien acogida por todo el mundo: la costumbre es muy poderosa y ciertas personas no son propensas a salir de la zona de confort.

Ahora bien, si se ofrecen datos, tal vez sea más fácil esforzarse para respetar la nueva regulación de tráfico urbano, cuyo objetivo es reducir los accidentes en las ciudades.

Para entenderlo de una forma más gráfica, la DGT calcula que si las personas al volante limitan su máxima velocidad a 30 km/h en las ciudades, el riesgo de atropellos mortales se reduce un 80%. Cabe reseñar que solo en 2019 fallecieron por atropello en las ciudades de España 509 personas. Dicho de otro modo, la probabilidad de morir atropellado por un coche que circula a 50 km/h es del 90%, cifra que cambia notablemente si la aguja baja hasta 30 km/h, dando como resultado un 10 % de riesgo.

La probabilidad de morir atropellado por un coche que circula a 50 km/h es del noventa por ciento, según los estudios

Visibilizar en cifras los accidentes urbanos ayuda a mentalizarse de que todo está cambiando en torno a la movilidad, y esto incluye la propia manera de conducir. Ahora habrá que hacerlo con marchas más cortas y el vehículo más revolucionado, algo que supondrá, por supuesto, un aumento del consumo, aparte de dañar el embrague y el filtro de partículas de los coches diesel. Estos últimos serán los más perjudicados, sobre todo si se trata de vehículos más viejos. En este sentido, los que salen reforzados son los coches automáticos y, por supuesto, los híbridos y eléctricos, que son, por defecto, automáticos.

Sistemas activos y pasivos La interacción del conductor con el exterior a través de su capacidad de concentración es vital para no correr riesgos y disfrutar de una conducción segura. Ahora bien, los avances en automoción de los propios coches se unen al mencionado binomio, dando como resultado la triangulación conductor-exterior-interior.

El propio vehículo ayuda de forma inteligente a la salvaguarda del conductor mediante avanzados sistemas de seguridad, activa y pasiva. Entre los primeros se encuentran los ADAS, que ayudan a la seguridad del conductor a través de cámaras, tecnología láser y radares. Así, son capaces de detectar la presencia de objetos o seres vivos en la carretera, alertar al conductor de ello, e incluso detener el coche. Los sistemas pasivos más destacados son el cinturón de seguridad, el parabrisas laminado, los airbags, o el sistema de llamada automática al 112.

Los sistemas de seguridad activa son capaces de detectar la presencia de objetos o seres vivos en la carretera y alertar al conductor

Hoy resultaría impensable dejar a los niños sueltos en el asiento de atrás, bailando de un lado para otro en cada curva. De hecho, las propias sillas de seguridad para los más pequeños están en constante evolución, bien sea en sentido de la marcha, o bien a contramarcha (obligatorio hasta mínimo los 15 meses de edad y, en general, recomendado hasta cuando sea posible).

Otra fecha que debemos marcarnos a fuego es la de 2026, cuando tendremos que sustituir el triángulo de señalización de emergencia. Las luces V-16 los reemplazarán, aunque lo más llamativo será la señal V-27, un aparato virtual luminoso que se activará sin salir del vehículo, indicando el posicionamiento a Tráfico. Un paso más en la mejora de nuestra seguridad.