"¡Más de 18 años ya! ¡Cómo pasa el tiempo!", exclama Pablo Mosquera cuando le recuerdan el momento de su renuncia al cargo de diputado de Juventud y Deportes que había ocupado desde el verano de 1999 en el gobierno de la Diputación Foral de Álava liderado por el popular Ramón Rabanera hasta mediados de septiembre de 2002 para incorporarse días después a su nuevo puesto de gerente en el Hospital de Burela, en su Lugo natal. "El paso del tiempo es terrible. Algunos de los que me acompañaron en aquellos momentos cuando regresé a mi tierra ya ni están", rememora con cariño el expolítico.

Sí, expolítico. Así se siente el fundador de UA. De hecho, asegura sin cortapisas que quizá estuvo "metido más tiempo del que debía". "Siempre tuve muy claro qué en mi vida, la política iba a ser algo coyuntural. Pasé cuatro oposiciones y sabía que mi carrera iba a estar dedicada a la Universidad y a la Sanidad", apunta Mosquera.

No es extraña su pasión por la sanidad y su querencia hacia esta profesión. Lo lleva en la sangre. "Soy tatariento, bisnieto, nieto e hijo de médico", desvela con orgullo. "Mi padre fue uno de los grandes pioneros en la gestión de hospitales y estuvo de director en el Hospital de la Paz y el último hospital que dirigió fue el Hospital Central Universitario de Santiago", añade al respecto el que fuera también un político de peso y extensa trayectoria en Euskadi.

No en vano, cinco legislaturas entre el Parlamento Vasco y otras tres en la Diputación Foral de Álava avalan su longeva carrera en la política de Euskadi desde que fuera Diputado Foral en el primer Gobierno del Territorio Histórico de Álava en 1979 y obtuviera años después un escaño en la cámara vasca en 1984 como afiliado de Alianza Popular hasta su despedida el 11 de septiembre de 2002, cuando era diputado foral.

Desde entonces a hoy en día, Pablo Mosquera se ha dedicado a sus principales pasiones: su profesión de médico, la literatura, escribir, disfrutar de su tierra Galicia, sus paisajes y su gastronomía, y a volver a recuperar el contacto de la gente querida de la que había estado alejado más de 27 años.

De Director del Hospital de Burela a médico rural

Al inicio, lo que ocupó su tiempo fue su profesión de médico. Primero como director del Hospital de Burela, después para asumir la gestión del hospital de la localidad asturiana de Jarrio y finalmente para acabar sus días de funcionario público como médico rural, algo que guarda en su memoria con mucho cariño. "Recuerdo charlas en el Parlamento Vasco con Julio Baroja, el que fuera primer director de ETB, y me contaba que su tío fue médico rural en Zestona y que fue muy feliz en aquella época. Pues bien, yo también viví la experiencia y puedo decir que fue de lo más gratificante".

De sus últimos días al servicio de la sanidad pública como médico rural en el Ayuntamiento de Cervo recuerda la cercanía con sus vecinos y las historias que estos le contaban. "Descubrí historias increíbles, leyendas, los miedos de mis paisanos mientras los atendía al calor de sus chimeneas".

Todo aquello acabó hace 8 años cuando cumplió los 66 para dar paso a una feliz y activa jubilación. Buena prueba de ello es que ha publicado ya 12 libros, ha mantenido su pasión por escribir columnas en diferentes medios de comunicación como ya hiciera en su día en Vitoria el exlíder de Unidad Alavesa que firmó "hasta en el Egin" y ahora es un habitual de La Voz de Galicia, El Progreso y otros más.

Los temas de sus columnas están alejados de la política. "Me hice una promesa a mí mismo. Dejar la política y solo opinar. Soy un exiliado de la política", insiste, harto ya de lo que sucede con los gobernantes en este país. "No tengo militancia política, ni la pienso tener, pero como decía Ortega: Me duele España".

Por eso, los temas de sus reflexiones en los medios gallegos están centrados en "hechos históricos, costumbristas o del ámbito cultural" y últimamente la pandemia. De hecho,de este tema le está tocando escribir mucho en estas últimas semanas. Los medios le requieren por sus conocimientos de medicina y Mosquera da su opinión sin ningún tipo de cortapisas. "El problema es que en este país hay una invasión de la política en la sociedad civil. A mis alumnos en el campus de Álava en su día ya les ponía este ejemplo. Cuándo se les estropea un grifo en sus domicilios, ¿a quién llaman, al concejal o al fontanero? Acudes al profesional. Pues aquí al revés y no se está dejando a los epidemiólogos hacer su trabajo", apunta con cierto enfado Mosquera quien también tiene dardos para el doctor Simón. "Su único mérito es haber estado en el sitio oportuno en el momento justo".

Alabanzas al Lehendakari Ardanza, Arzallus, Buesa y Jáuregi

Sin pelos en la lengua. Y es que Mosquera considera que el nivel de los actuales políticos deja mucho que desear. "Solo quieren a los mediocres. No encuentro gente de la talla de Ramón Jáuregi o Fernando Buesa. Ni caballeros como Ardanza o intelectuales como Arzallus con quien pese a nuestras diferencias veías su gran nivel cultural. Ahora cualquier mequetrefe llega alto en política. Sólo quieren mediocres", apunta desde el municipio lucense de San Ciprián, la segunda localidad más al norte de España, y en la que reside junto a su actual pareja y desde donde puede disfrutar del contacto con una naturaleza que define como "mágica".

Fiel a una rutina: Prensa, pesas y baño diario en el mar

"La Mariña y su naturaleza. Magia por naturaleza. Ahora vivo como un gallego. He recuperado mi tierra, mi gente y mi idioma. Aquí vivimos de cara al mar. El mar en esta tierra es el mayor espectáculo del mundo. Hay rincones espectaculares. Siempre me ha gustado el contacto con la naturaleza y aquí tengo rincones increíbles", se felicita Pablo Mosquera, quien se mantiene fiel a una rutina diaria.

"Por la mañana leo los periódicos, veo los informativos, escribo y voy al gimnasio a hacer pesas. Después voy a darme un baño en la playa con un perro que tengo maravilloso". Un baño por cierto que pese a las frías aguas gallegas no perdona en ningún momento del año. "Sí, sí a diario. Da igual que sea enero o mayo. En playas en las que hasta en agosto estoy solo", insiste este médico jubilado quien dedica las tardes a pasear y a la lectura, otro de sus hobbies, junto a las tertulias con sus paisanos. "Aquí en las tertulias no se suele hablar de fútbol, ni de política. Tenemos otros temas como la costera de la merluza, los caladeros... Igual somos más sabios y nos metemos en menos líos", subraya.

Preocupado por el Alavés; la selección española y Pablo Gómez

Eso sí, el fútbol sí que está presente en los pensamientos de Pablo Mosquera y en especial el Deportivo Álavés por el que se muestra muy preocupado. "Sigo lo que hace con atención. De hecho, aún guardo con cariño una camiseta que me regalo Pablo Gómez", desvela el expolítico, quien revela una curiosa anécdota sobre el centrocampista gasteiztarra. "Gonzalo Antón no le quería renovar y yo le convencí para que si lo hiciera". Ahora la situación del combinado albiazul es más delicada y así lo ve el médico gallego. "Me duele lo que le está pasando al Alavés".

Al menos, Pablo Mosquera confía en la resurrección de los de Mendizorroza. "El equipo está bien gestionado por Querejeta y tengo la esperanza y deseo que el 'Glorioso' se salve".

Respecto al fútbol, también guarda otra curiosa anécdota de su etapa en Gasteiz. Pablo Mosquera recuerda con resignación como no pudo llevar a la selección española a jugar en Mendizorroza como tanto hubiera deseado. "Estaba ya todo hablado y encima Camacho iba a llevar a Pablo Gómez a ese partido, pero Clemente y Azkargorta se opusieron y finalmente no pudo ser", lamenta.

Al menos, sí que guarda buen recuerdo de las amistades ilustres que hizo en Álava durante su etapa como parlamentario y diputado foral entre las que aparecen la escritora Espido Freire, a quien comunicó su galardón en el Premio Planeta, el diseñador de moda Modesto Lomba, el artista Agustín Ibarrola, de quien tiene varias obras en su casa, o la gimnasta Almudena Cid, a la que ayudó a que pudiera seguir ejercitándose en Vitoria poniendo los medios necesarios a su disposición tras los problemas que tuvo en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid.

Clave en la construcción del Hospital de Txagorritxu

"Buenos recuerdos", indica mientras echa la vista atrás. "También duros", no olvida la lacra del terrorismo, pero se queda con lo bueno y con la aventura que le tocó vivir en 1976 cuando llegó a la capital alavesa, para poner en marcha la construcción del Hospital de Txagorritxu. "Eso es algo que mucha gente desconoce. En ese año llegamos a Vitoria poco después de los terribles sucesos del 3 de marzo Fueron momentos difíciles. Éramos un grupo de bohemios que dejábamos una ciudad como Barcelona para dotar a Álava de un hospital como se merecía y ahí pusimos todo nuestro empeño", se felicita tras ver el éxito logrado finalmente.

Echando la vista atrás, le gustaría que a él y el resto de miembros de Unidad Alavesa les recordasen por intentar despertar a Álava de su letargo y que dejara atrás cualquier tipo de complejos respecto a sus históricos vecinos de Bizkaia y Gipuzkoa. "Intentamos que los alaveses, que son tímidos, tuvieran ese orgullo histórico", apunta. "Queríamos decir a la gente que éramos una comunidad de comunidades y que teníamos los mismos derechos que los vizcaínos y guipuzcoanos", añade al respecto.

El Dr. Pablo Mosquera lee el Quijote en el Museo del Mar de San Ciprián

Ahora mira con cierta nostalgia o morriña como dirían los gallegos su pasado por tierras alavesas. "Aunque sí que tengo mucho contacto con José Luis Añua, el que fuera presidente de Unidad Alavesa, vuelvo muy poco", reconoce. Eso sí, Pablo Mosquera no se priva de los placeres gastronómicos que conoció durante sus años en Vitoria. "Hay dos productos que son espectaculares. Las trufas de Goya y los polvorones de Felipe II. Es sin lugar a dudas, la mejor tarjeta de presentación de Álava junto al vino de Rioja Alavesa, y recalco de Rioja Alavesa, no de Rioja. Desde entonces no tomo otro vino que no sea de esa denominación", señala.

Amigo de las tradiciones gallegas

Sin embargo, para la gastronomía elige los productos típicos de su tierra. "Tengo la suerte de vivir en una zona gastronómicamente impresionante. Marisco, percebes, pescado... Me encanta el chicharro", reconoce. Y aunque en la época que le tocó vivir sólo en Vitoria tuvo que meter sus horas en la cocina y se defendía "bien", ahora prefiere degustar los platos de su actual pareja. "Es impresionante lo bien que canta, pero además cocina maravillosamente", asegura este exiliado de la política que ahora puede disfrutar más que nunca de los suyos, algo que agradece sobremanera. "Los gallegos en general somos muy familiares, de amigos y de tradiciones. Paisaje y paisanaje. Hijos del mar y del viento. Nos gusta el contacto con nuestra gente".

Pues bien, ahora lo tiene casi a diario. Tiene cerca a su hijo, un abogado que le ha dado un nieto, y una hija más joven, que como curiosidad estudió en Barcelona con Albert Rivera e Iñaki Urdangarin. Pablo Mosquera disfruta de ellos y se despide con una anécdota vivida hace unos días con su único nieto. "Tiene cinco años y me dijo "me tienes que regalar una cosa". Me puse a temblar pensando que me iba a pedir un móvil con lo poco que me gusta ver a los críos con el teléfono. Pues no, me pidió un tirafondas (un tirachinas), algo con lo que jugábamos nosotros en nuestra época y me dije, ¡qué chaval!. Me emocionó que me pidiera eso".