Milan Kundera, famoso escritor checo y protagonista de la Primavera de Praga, escribió: Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también. Esta frase literaria quizás encierra el sentido más profundo de lo que significó la Primavera de Praga, el intento de salvar el comunismo de la burocratización y el autoritarismo en el que se había convertido, volviendo a la idea de libertad y democracia del que partió en sus orígenes. Reforma imposible para algunos, última tabla de salvación del comunismo para otros, la verdad es que en Praga aquella primavera se soñó con la posibilidad real de un comunismo democrático.
Como explica Luis Zaragoza en su libro sobre este episodio, este intento de reforma del comunismo no surgió por casualidad en Checoslovaquia. Surgida de la disolución del imperio Austro-húngaro tras la Primera Guerra Mundial, la República Checoslovaca fue un ejemplo de libertades y democracia en el ámbito europeo hasta la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose el partido comunista checoslovaco (KSC) en un auténtico movimiento de masas. Esto hizo que en 1945, cuando el Ejército Rojo liberó Praga, este no tuviera que influir en las elecciones que llevaron al poder a los comunistas checoslovacos, como ocurrió en el resto de los países liberados que formaron el bloque del este.
A pesar de la victoria, los comunistas checoslovacos no acabaron con la oposición en un principio. Lograron el mayor resultado de la historia de un partido comunista en condiciones de libertad. Pero fue a partir de la presión de Stalin para que no aceptase el Plan Marshall de los americanos y, sobre todo, a partir de la actuación del nuevo líder Gottwald, cuando en 1948 se dio una involución del sistema acabando con la oposición y con la participación popular. Comenzó un acercamiento al modelo soviético que se hizo todavía más profundo con el divorcio de Yugoslavia del bloque comunista. Los checoslovacos no quisieron ser arrinconados por el mundo soviético y se sometieron a sus directrices, entrando el país en el modelo del estalinismo, en el que la autoridad y la burocracia del partido dirigían todos los aspectos de la sociedad.
Purgas y encarcelamientos Con el estalinismo comenzaron las purgas, los encarcelamientos y las detenciones de miembros del partido. Un periodo negro que terminó con la muerte de Stalin en 1953. Jruschov, que tomó las riendas de la URSS tras Stalin, durante el mítico XX Congreso de los comunistas soviéticos denunció los crímenes de Stalin, comenzando la era de la desestalinización, un período de apertura en el que cada país comunista pudo buscar su manera de llegar al comunismo con mayor libertad.
En la República Socialista Checoslovaca, la desestalinización implicó el relevo de la generación que convirtió el modelo checoslovaco a partir de 1948 en espejo del soviético y la llegada a los puestos de dirección de militantes que sufrieron las purgas del modelo estalinista y que vieron la oportunidad de volver a las libertades anteriores a 1948. Esto se dio sobre todo en tierras eslovacas, donde un joven Dubcek comenzó a introducir reformas que preconizaban los anhelos de la Primavera del 68 de lograr un sistema comunista con mayor libertad.
Pero fue la cuestión económica la chispa que inició el proceso. Desde principios de los sesenta estaba claro que las economías comunistas se encontraban estancadas respecto a Occidente. El centralismo rígido y la planificación absoluta hacían que el sistema fuese incapaz de producir de manera eficaz. Fue Ota Sik, economista del partido, el que planteó la necesidad de acometer múltiples reformas económicas. Pero según creía Sik, estas reformas únicamente serían posibles con la participación de todos los ciudadanos, por lo que se entendían imprescindibles unas nuevas relaciones políticas que fomentasen la libertad y las iniciativas individuales. El XIII Congreso del Partido, celebrado en 1966, aceptó este plan poniendo así la primera piedra en la reforma del sistema comunista.
Pero las oleadas de reformas en Moscú habían terminado. Para entonces Jruschov había sido depuesto y en su lugar se volvió a ocupar el poder la vieja ortodoxia comunista en la figura de Brezhnev. Para este, la férrea disciplina entre todos los comunistas del mundo era la única forma de supervivencia. Todo ello dio origen a un giro conservador dentro de la URSS que fomentó el alejamiento de China, Cuba o Albania, lo que condujo a una mayor presión sobre los comunistas del este de Europa. Por ello, Brezhnev no pensaba permitir cambios en el bloque comunista de Europa, por lo que el frenar las reformas en Checoslovaquia se convirtió en una prioridad.
Descontento popular Mientras, Checoslovaquia continuó con la liberalización, apoyada no solo por la dirección del partido, en la que los reformistas eran mayoría, sino también por los escritores y los intelectuales. El descontento popular se canalizó no hacia la abolición del partido, sino a la reforma del sistema comunista. El IV Congreso de escritores celebrado el 27 de junio de 1967, resultó el momento en el que las críticas al sistema se expresaron de manera más alta a través del famoso discurso del novelista Vakulic, en el que se denunció como el gran problema del sistema la falta de poder de los ciudadanos frente al funcionamiento del burocratismo del partido y del Estado.
El 30 de octubre, Alexander Dubcek pronunció su famoso discurso ante el comité central, en el que habló de la necesidad de democratizar el país, dando a las bases “un papel más activo”. Dubcek fue elegido secretario general del partido y dio comienzo a su proyecto de “liberalizar” el régimen comunista. Comenzó así un proceso de relajación de la censura, de rehabilitación de las víctimas del estalinismo, de tolerancia hacia otros partidos y de reformas económicas que buscaban construir una variante de socialismo de mercado.
En la URSS se vio en las reformas checoslovacas una traición en el patio trasero del Pacto de Varsovia. Los soviéticos durante meses advirtieron de que los cambios no serían tolerados por el bloque y trataron de maniobrar para que se diese marcha atrás en las reformas. El mero hecho de que Checoslovaquia tuviera frontera común con Occidente y que, gracias a las reformas, pudiera entrar a través de ella el capitalismo en el bloque soviético producía escalofríos en Brezhnev. Además, se temía que surgiera un nuevo país disidente a las directrices de Moscú, como antes había ocurrido con la Yugoslavia de Tito, la Albania de Hoxa, y podría suceder en el futuro con la Rumanía de Ceaucescu. Los intentos de presión fueron continuos, hasta que Moscú y sus aliados decidieron intervenir.
Las tropas del Pacto Varsovia se encontraban cerca de Checoslovaquia con la excusa de unas maniobras conjuntas. El 20 de agosto del 68 entraron los tanques en el país, ante la mirada atónita de los ciudadanos. Se tomaron los centros neurálgicos del país y Dubcek y los dirigentes reformistas fueron hechos prisioneros. Comenzó una resistencia pacífica de los ciudadanos que se pusieron delante de los tanques, cambiaron los nombres de las calles o se dedicaron a cercar a los soldados y preguntarles el porqué de aquella situación. Hubo muertos, como los aplastados por los tanques en Praga o los seis muertos de Liberec por los disparos de los soviéticos.
Resistencia Pacífica Dubcek y cinco miembros del presídium fueron repuestos en el poder por los soviéticos pero debidamente aleccionados para llevar a la práctica la “normalización” querida por Moscú, para inmediatamente después ser apeados del comité central del partido. En 1969 el comité central era ya enteramente leal a Moscú y Checoslovaquia sumisa a los dictados de la URSS. La Primavera de Praga era parte de la historia. La fractura entre el pueblo checoslovaco y Moscú se hizo irreparable.
Pero la fractura no solo se dará respecto al pueblo checoslovaco. Los comunistas italianos criticarán a Moscú, al igual que Carrillo y Dolores Ibarruri. Aquí comenzará el alejamiento definitivo del comunismo soviético no sólo por parte de la mayoría de los partidos comunistas de Occidente, sino también de parte de la juventud revolucionaria, que ya había optado por modelos como el de Vietnam, Cuba o Argelia, y que con la invasión de Praga niega cualquier posibilidad liberadora al comunismo soviético. Será la época de la Nueva Izquierda, y en un futuro próximo, surgirá el Eurocomunismo, la variante democrática del comunismo de los partidos comunistas de Occidente.
Para algunos la Primavera de Praga fue el último intento de crear un comunismo democrático que pudiese sobrevivir a la historia. Para otros, una utopía imposible, ya que el comunismo llevaba implícito el autoritarismo y la falta de libertad, por lo que era imposible un comunismo democrático. Un ideal que pudo haber sido salvado, o una utopía irrealizable condenada al fracaso. La verdad es que los tanques aplastaron el socialismo de rostro humano en las calles de Praga, y con él la idea de libertad que quizás pudo haber salvado al comunismo.