LLEVAMOS unos años en que la gente parece haber cambiado la noche de los Oscar por la Súper Bowl, un espectáculo mundial que han podido seguir en directo más de 140 millones de espectadores y por el que se ha pagado la cifra récord de 2.8 millones de euros por medio minuto de publicidad. Por ahí fuera sigue habiendo vida más allá de las escurridizas declaraciones de Rajoy de ayer en Alemania donde sí contestó a las preguntas de los periodistas. Ya les vale con esa manía de ofrecer comparecencias donde no se permite preguntar a los profesionales. Si no se permite preguntar lo lógico es que pensemos que existe la posibilidad de que se haga para no meter la pata cuando se haga la pregunta que dé al traste con la estrategia. Rajoy demostró seguir a pies juntillas esa estrategia que le dé un poco de oxigeno hasta que llegue Eurovisión o las finales de fútbol que tanto abundan en primavera y que hacen de la tele un medio dócil.
Quien sigue lejos de la docilidad es Jordi Evolé en su primer programa de la temporada. Todo un faro en estos tiempos en los que el futuro está en las anotaciones contables a mano en una libreta (en esto ha salido a Aznar y su cuaderno azul) de un chorizo. Si es verdad lo que dicen los asientos de Bárcenas me temo que habrá que sortear entre los votantes a quién le toca ser presidente, ministro y portavoz.
Algo así como una asamblea de esas que tanto se estilan en el Conquistador del fin del mundo que, por cierto, ya andan a vueltas con Korta. Han descubierto que los enfados de este hombre son oro molido. A nada que saca su sarta de juramentos la gente se anima a ver el programa. Pero Rajoy está demostrando ser más como Manu Maritxalar le han pillao con la pasta y la linterna y no hay manera de que cante en directo como hizo Beyoncé, divinamente por cierto, en la final de la Súper Bowl.