LA gente no tolera la publicidad en televisión. Y no es para menos. Nadie puede planificar sus horas de tele. Es muy difícil ver Forrest Gump (no sé por qué se me habrá ocurrido este ejemplo) y de los 142 minutos que dura, calcular el tiempo total de los cortes que te obligan a estar tres horas delante de la televisión. Claro que si el filme lo emite TVE hay más posibilidades de que uno aguante hasta el final. La publicidad es una interferencia necesaria en el mundo televisivo que nos permite ver cine, fútbol, motociclismo además de informativos. Lo que nunca se puede convertir es en un medio en si mismo porque condiciona la televisión hasta espantar al personal hacia otras maneras de ocio. Ocurre que desde que en TVE se han sacudido la publicidad, las marcas y agencias lo que han hecho es cargar más las cadenas que permiten la publicidad. Una saturación que puede dañar de manera irreversible al medio y cuyos resultados económicos iniciales pueden acabar siendo un lastre: conllevarán la pérdida irreparable de espectadores. Lo que era una buena noticia para el resto de las cadenas porque les aseguraba mayores ingresos publicitarios puede ser un losa que acabe con ellas mismas a medio plazo. Por muy altos índices de paro y de jubilación que tengamos y con la posibilidad que comienza a haber en otros medios la pregunta es ¿quién se puede permitir pasar desde las cuatro hasta las 7 de la tarde para ver los intentos de ligoteo de Tom Hanks con Sally Field? Ayer se cerró la 26 edición del Festival Sol de Donostia. Un festival que empezó siendo exclusivamente de anuncios televisivos y que hoy ha abierto el abanico a todo tipo de medios. Poco hemos conseguido si con la renuncia de TVE a emitir publicidad lo que obtendremos es subir el nivel de los anuncios en otras cadenas; al final acabarán ahogándonos a los espectadores.
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