“Somos la primera generación de mujeres que hablamos en voz alta de la menopausia. Estamos explicando lo que nos sucede y al mismo tiempo exigiendo que se nos atienda y que nos entiendan”, dice Bárbara Munar, dietista especializada en menopausia y climaterio, apuntando a la invisibilidad de una etapa que afecta a más de la mitad de la población mundial, y que, sin embargo, no forma parte ni del debate, ni de ninguna conversación pública.

Tradicionalmente silenciada, la menopausia empieza a ser visibilizada entre las mujeres, que reclaman a la comunidad científica y al sistema público de salud más información y tratamientos para tener la máxima calidad de vida posible en la que ya es la etapa más larga de la vida de la mujer. No se puede olvidar que, una vez retirado el periodo, muchas pueden pasar más de 40 años de su vida sin menstruar.

Asociada a la vejez y el fin de la feminidad, la denominada guerra de hormonas afecta a un sector de la población cada vez más amplio. El 83% de las mujeres mayores de 51 años tiene la menopausia, fase en la que también se encuentra el 26% de las adultas entre 45 y 50 años, que ya han comenzado a percibir irregularidades o no tiene el periodo.

Una de cada seis manifiesta además su preocupación por cómo el cese de la regla puede afectar a su salud. De esta manera, los problemas de huesos y movilidad, que afectan a aproximadamente un 75%, el aumento de peso, que arrastran el 73% y las enfermedades cardiovasculares, las perciben un 60%, son las afecciones asociadas a esta etapa que más preocupan.

Eduardo González Zorzano, asesor médico de Cinfa, explica que “en torno a los 45 años, comienzan a producirse cambios en la fisiología de la mujer como resultado del cese de la función ovárica y de la transición del periodo reproductivo al no reproductivo”. Esto provoca una sintomatología característica y que indica la entrada en la premenopausia: sofocos, sudoración, fatiga, dolor articular, cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, alteraciones del sueño, aumento de peso, etc. “Se trata de signos físicos y emocionales de carácter agudo que, si bien no suponen una amenaza para la salud, alteran la dinámica social y laboral de las mujeres que los padecen”, puntualiza el experto.

“Es lo que toca”

Para Munar, las cosas están cambiando a marchas forzadas porque la sociedad se está poniendo las pilas. “La respuesta manida que se ha dado durante muchos años de que esto es lo que toca, es lo que hay y hay que pasarlo, no tendría que ser así, porque, a día de hoy, sabemos a ciencia cierta que haciendo pequeños cambios en nuestra alimentación, en nuestra actividad y en la gestión del estrés, puede haber un efecto directo positivo en todos los síntomas de la menopausia”, afirma la especialista.

Se refiere a los consabidos sofocos, cambios de ánimo, o a la falta de deseo. Se estima que hasta el 75% de las mujeres menopáusicas experimentan uno o más de los síntomas de carácter agudo asociados a los cambios hormonales. La mayoría de ellos perdura solo durante un tiempo, como es el caso de los sofocos o la sudoración nocturna. Aunque no suponen ningún peligro para la salud, pueden resultar molestos y, en algunos casos, afectar enormemente a la calidad de vida, limitando la actividad normal del día a día.

La aparición de esos síntomas puede tener lugar en tres etapas. Por un lado, a corto plazo se produce fragilidad emocional, sudoración, sofocos, irritabilidad, palpitaciones, nerviosismo, o tendencia a la obesidad. A medio plazo suelen aparecer cambios que afectan la musculatura, la piel y el aparato genitourinario. Y a largo plazo, los efectos secundarios son algo más graves como la osteoporosis y el aumento del riesgo cardiovascular.

Desmontar mitos

La necesidad de desmontar los mitos de la menopausia es también compartida por Salvador Massip, catedrático de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya. Este experto apunta a que la menopausia, a pesar de sus múltiples derivadas y la afección casi universal, parece que no existe. Tal y como constata “existe un vacío de investigación en todo lo que tiene que ver con la medicina de la mujer y aunque sobre la menopausia se está empezando a revertir esa tendencia por la presión ciudadana y del feminismo, aún quedan muchas carencias por revertir”.

“Las mujeres quieren que se hable, que se investigue, que se pase al primer plano. La presión social ha generado además que se empiece a dedicar más dinero público a la investigación sobre menopausia”, señala el catedrático. Massip también propugna romper con el estigma social y con esa falsa leyenda urbana de que a las mujeres les preocupa ser identificadas como viejas o incapaces.