- “Tú tienes que hacer una cosa: el día que te vayas de este mundo, que metan tus cenizas en el cohete sanferminero para que se esparzan por toda la plaza del Ayuntamiento”, le dice Ángel Mari Celaya a su amigo Jesús Ilundáin. “A mí, cuando me vayan a llevar a quemar, que me toquen el himno de la peña y la jota que cantan en la plaza del Consejo en la Procesión. Eso quiero yo. Así me voy a gusto. Feliz”, responde Jesús, más conocido como el Tuli. Sanfermineros desde la cuna y hasta la tumba que hoy afrontan con dolor una nueva realidad. Este año no toca. “Cuesta asimilarlo, pero es lo que hay”, dice Ángel Mari. Ya se ha hecho a la idea.

“Hasta que no llegue el día, yo no me lo creo. Somos de San Fermín. Y lo voy a pasar mal”, confiesa el Tuli. “Para mí San Fermín es vitalidad para todo el año, me falta eso y ya no soy persona. No sé qué voy a hacer sin poder disfrutarlos”, añade. “No eches lágrima, ¿eh? No jodas...” le comenta Ángel Mari cuando un Tuli emocionado saca de su bolsa el pañuelo rojo de fiestas. Lleva bordados dos escudos de Los de Bronce, de 1950 y hoy en día. Cumplen 70 años sin fiestas. “Hombre, pues lo sientes y da pena. Yo no llegué a fundarla, pero llevaré 65 años en la peña. Y soy el socio número uno”, explica. En 2016, en su condición de ilustre mozo de peña y sanferminero casi enfermizo, el Tuli se convirtió en la primera persona en lanzar un chupinazo por votación popular. Y a sus 89 años solo ha faltado dos veces al jolgorio en torno a la figura del santo morenico, “y porque estaba en Canarias haciendo la mili. Tenía un capitán que era muy majo, pero durante el año. Y cuando le pedí permiso me dijo que no. Son los únicos que me he perdido. Bueno, y el de 1978”.

Desde que tiene uso de razón, Ángel Mari, 20 años más joven que su amigo, ha vivido todos y cada uno de los Sanfermines. “No me he ido nunca, ni a Zarauz. A partir del día 15 ya había tiempo”. Su plan para hoy es “almorzar en la Rochapea, que vendrán las hijas y los nietos, y nada más. Porque subir a Pamplona no merece la pena. Lo único que vas a provocar es más masificación, y se trata de evitarlo y hacer todo lo contrario. Me quedaré en el barrio, a las doce me imagino que la gente tirará cohetes y tal... pero bueno, con tranquilidad. No queda otra. Y el día 7 igual nos levantamos a oír las dianas por la radio, o pondremos una cinta. Algo vamos a hacer”, explica.

“Yo desde luego voy a venir a la plaza del Ayuntamiento. Subiré al cohete como si fuera el cohete. Si me dejan entrar bien. Y si hay lío me iré, porque yo ya no estoy para líos, que quiero vivir los Sanfermines del año que viene”, argumenta por su parte el Tuli, incombustible como siempre. “Luego me iré para casa, pondré el pañuelo colgadico en el balcón, y ya está”. Y el resto de las fiestas, “las pasaré en la huerta”.

Ángel Mari y Jesús acumulan muchas horas de fiesta en sus piernas. También en la memoria. Puestos a destacar, Ángel Mari se acuerda de “lo espectacular que son los gaiteros el día 6. Qué cosa más bonita, una de las que no te puedes perder por nada del mundo”. O cuando en la primera diana de fiestas “te ves con la gente de toda la vida, te acuerdas de los que ya no están... se te pone la piel de gallina y se te salta la lágrima, pero a la vez saltas tú de alegría de poder participar”, cuenta Celaya. El Tuli destaca igualmente la jota en honor al santo de la plaza del Consejo. “Ahí el que no llora es porque no tiene corazón”, asegura, y lanza una advertencia con vistas a julio de 2021: “Creo que no voy a entrar ni en casa”.