El relojero Jesús López lleva dos décadas sin comerse las uvas en Nochevieja; es el encargado de tener a punto el reloj de la Puerta del Sol en Madrid para que el resto de españoles puedan hacerlo. Y este año, además, tendrá que hacer un doble turno de trabajo, ya que por primera vez se repetirán las campanadas de fin de año a la hora canaria.
Desde 1996, Jesús y sus compañeros de Casa Losada, Pedro y Antonio, se ocupan del mantenimiento del reloj más famoso de España, una máquina con más de 150 años de antigüedad que marca el compás del final del año en los hogares de todo el país. “Nosotros venimos a lo que venimos, que es a que todo el mundo se coma las uvas con tranquilidad y sin problema. Si tienes que estar pendiente de la máquina, del sonido... no hay tiempo para las uvas”, declara López en una entrevista.
Merced a un acuerdo entre los Gobiernos autonómicos de Madrid y Canarias, este año el mítico reloj dará las campanadas cuando sean las doce de la noche en la Península y también cuando toquen en el archipiélago, una iniciativa que pretende reivindicar “la singularidad” canaria y la “cercanía” de la capital con las islas.
Para López y sus compañeros supondrá echar horas extra, aunque el relojero no parece muy molesto con la novedad, más bien al contrario. Y asegura que todo será “exactamente igual” que cuando tocan las campanadas “peninsulares”.
“Una vez que llegue el reloj a las doce y cuarto lo que vamos a hacer es retrocederlo una hora. Serán las once y cuarto. A continuación, cambiaremos la sonería, para que a las doce (canarias) no suene sólo una campanada (...) y luego lógicamente habrá que esperar”, explica el relojero. Quince minutos después de las campanadas insulares, se devolverá el reloj a su estado original.
Los responsables de garantizar la bienvenida al 2019 llegarán a sus puestos, como de costumbre, a las once de la noche, momento en que comprobarán que las campanadas correspondientes a esa hora suenen con normalidad. “Sabemos que está bien, pero por si acaso”, dice López.
Durante todo el año, López y sus compañeros se alternan para revisar el reloj una vez a la semana, dado que, si no se remontan cada siete días las pesas que dan fuerza a la maquinaría, las agujas que coronan la Real Casa de Correos se detendrían.
Pero en Nochevieja hacen falta todas las manos disponibles, por lo que los tres relojeros de Casa Losada se juntan en el pequeño espacio que alberga la máquina y “cada uno se encarga de una parte del reloj”. “Cuando en esa noche tienes la conciencia de que hay cuarenta y tantos millones de personas que se tienen que comer las uvas tranquilamente y sin problemas (...) no hay turnos que valgan”, afirma López.
En la Puerta del Sol serán 25.000 personas las que sigan en vivo y en directo los golpes de badajo del célebre reloj, fabricado en 1866 en Londres aunque con la firma de un leonés, José Fernández de Losada, que hizo fortuna en la capital inglesa con su negocio de relojería.
agujas con historia Fernández de Losada donó el reloj al Ayuntamiento de Madrid, que lo estrenó el 19 de noviembre de 1866 para celebrar el trigésimo sexto cumpleaños de la reina Isabel II.
Si bien la tradición de seguir las campanadas por televisión no se instauró, evidentemente, hasta mediado el siglo XX, Jesús López asegura que “desde siempre” se ha atestado la Puerta del Sol por Nochevieja, ya que es “el punto de reunión de todos los madrileños”. Y, como bien apunta el relojero, no hace tanto tiempo que “todas las ciudades y todos los pueblos se regían por el reloj” de sus principales plazas, artilugio que era “una necesidad” antes de que los relojes de pulsera o el simple gesto de mirar la hora en el móvil se popularizaran.
Aunque las cosas hayan cambiado, al menos queda una noche al año en la que todo el mundo alza la mirada hacia el reloj de la Puerta del Sol y su bola dorada. Y, en esta ocasión, por partida doble.