Bilbao - Por muy nimio que parezca, un pequeño papel puede contener toda una vida, una existencia. El senegalés Mamadou Dia (Gandiol, 1983) se encuentra estos días en Euskadi, donde ha participado en el Festival de Cine Invisible a través de su obra de teatro Papeles, que protagoniza junto a su compatriota Alioune Diagne. “Para mí los papeles han tenido muchos significados, porque he estado mucho tiempo soñando a través de los papeles para poder vivir como los otros, para poder ser yo mismo, para poder volver a casa, para poder viajar dignamente”, explica. Con 22 años, Mamadou recorrió los 3.052 kilómetros que separan su pueblo natal de Murcia, adonde llegó en 2006. Parte de ese recorrido lo realizó en una patera junto a otras 83 personas.
En África soñaba con el desarrollo, pero al llegar a Europa chocó con una realidad que nada tenía que ver con la que tantas veces se había imaginado. “A mí me habían dicho que vuestra sociedad era una sociedad avanzada, muy civilizada, que Europa era la cuna de los derechos humanos, y todo eso es mentira. Europa no es para nada desarrollada, sino todo lo contrario, Europa está muy deshumanizada, el desarrollo que hay no es sostenible. Yo me di cuenta de que era ilegal cuando llegué a este país, en mi país nunca había oído que había personas ilegales. Piensas que en Europa están las grandes instituciones de derechos humanos y llegas aquí y te dicen: tú eres ilegal” reflexiona.
Mamadou estuvo cuatro años sin papeles. “Vives en la clandestinidad, no puedes tener un trabajo digno porque no tienes papeles, no puedes alquilar un piso porque no tienes papeles, no puedes ir al médico a que te curen cuando estás enfermo porque no tienes papeles”, señala. “La sociedad, de alguna manera, te invisbiliza”, lamenta. Fruto de esa experiencia es el libro 3052. Persiguiendo un sueño, que Mamadou escribió a modo de terapia. Otra vez los papeles jugaban un papel esencial en su vida. “Mi madre estaba en Senegal, mis hermanos no estaban aquí, así que por la noche escribía en los papeles y era una manera de reunirme con ellos, transmitirles lo que estaba viviendo. La escritura es una terapia, el papel también tiene esa función. Publicar mi primer libro me dio otra vida y creo que a raíz de esto estoy aquí y a raíz de esto he podido regresar a Senegal”.
Mamadou emprendió el viaje de regreso en 2013 con una idea: contribuir al desarrollo comunitario de su pueblo para que los jóvenes no tuvieran que embarcarse en el peligroso viaje que él mismo realizó años atrás. El joven fundó Hahatay, una ONG que trata de crear oportunidades de futuro, y fue entonces cuando conoció a Nerea Pérez-Arróspide, una joven arquitecta vizcaína con la que tuvo un nuevo sueño: la construcción de un centro multiusos destinado a la promoción de la educación no formal de los jóvenes de Gandiol.
“Yo le transmitía mi sueño y ella lo dibujaba”. Nerea falleció en un accidente de tráfico en 2015, sin embargo, “recuperamos todos los bocetos que ella hizo y con la ayuda de personas de todos los rincones del mundo pudimos construirlo en su honor”. El Centro Cultural Sunu Xarit Aminata cuenta hoy en día con una escuela infantil, una biblioteca y sirve de espacio de reunión para varios grupos de jóvenes. Da cobertura a unas 100 personas de distintas edades, una cifra que Mamadou espera cuadruplicar el año que viene a través de nuevos proyectos. “Tenemos en marcha un proyecto audiovisual. Cuando ves una película hay unos roles destinados a la población negra: son sirvientes o los malos de la película o son pobres. Nosotros necesitamos deconstruir esto y la única manera de hacerlo es creando una productora audiovisual potente y preparando a la gente en la escuela de cine para que ellos mismos puedan hacer su propia película. También tenemos una empresa de construcción sostenible con materiales locales, una granja, un campo de agricultura, tenemos un proyecto de salud, estamos construyendo más aulas infantiles en otros pueblos, tenemos una radio comunitaria”, explica. Entre las entidades que financian el proyecto de Mamadou están la Diputación de Bizkaia, del Ayuntamiento de Bilbao y de la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo.
La inmigración El objetivo de Hahatay es dar a los jóvenes otras opciones de vida. “Pensamos que nuestros jóvenes también tienen derecho a viajar, pero somos muy conscientes de que no deben viajar de cualquier manera, una de nuestras funciones es empujar a las instituciones a respetar los derechos humanos para que cualquier joven en cualquier parte del mundo pueda viajar dignamente. Y luego intentar que nosotros mismos tengamos el desarrollo en nuestro país, en nuestro pueblo. Al tener desarrollo en Gandiol, el joven puede elegir entre viajar o quedarse”, reflexiona. Uno de los proyectos que ya están en marcha consiste en el intercambio de jóvenes entre Gandiol y Euskadi. “Este mundo global que hemos creado necesita lazos, puentes; el País Vasco podría inspirar a Europa en este nuevo modelo de hacer cooperación, porque Europa necesita inspiración”, sostiene Mamadou.
Sobre la política migratoria europea, el joven senegalés destaca que hay un intercambio de roles. “Es África la que debería pensar en frenar la inmigración, porque están expoliando su fuerza más potente, que es su juventud. En cambio, Europa debería estar pidiendo inmigrantes porque el continente está envejeciendo”. Según Mamadou, los jóvenes de Gandiol han cambiado su visión sobre la migración en los últimos años: “Ven a otros que se fueron hace diez años y que todavía no tienen papeles, que no puede regresar, que no puede ver a su familia, y no quieren eso”. Han surgido nuevas oportunidades laborales, el turismo crece y se han creado varias asociaciones juveniles.
A pesar de ello, todavía hay quienes intentan realizar el viaje. “Se trata de jóvenes súper inquietos, que quieren darle sentido a su vida, ese es el perfil que sigue viajando a Europa”, explica el senegalés.