Bilbao - Roberto Rodrigo conoció de cerca los infiernos de la alta montaña durante el descenso del Lothtse (8.516 m) en 2011, experiencia en la que perdió momentáneamente la vista y le amputaron las falanjes de varios dedos. Ahora, este experimentado alpinista barakaldarra de 49 años acaba de volver a burlar a la muerte tras salir con vida del accidente del helicóptero en el que viajaba en la cordillera del Pamir (Tayikistán). Cinco de las 18 personas que iban a bordo del Mi-8 fallecieron cuando el aparato se estrelló a una altura superior a los 7.000 metros. Según informó a la agencia rusa RIA Nóvosti un portavoz del Comité de Situaciones de Emergencias (CSE) tayiko, los fallecidos serían tres alpinistas rusos y dos miembros de la tripulación, ciudadanos de Tayikistán.
Según los datos preliminares, el helicóptero se estrelló a las 14.30 hora local (09.30 GMT) del domingo en el pico Ismail Samani, de 7.495 metros, es el más alto de Tayikistán y también lo fue de la Unión Soviética. Al parecer, el mal tiempo en la zona fue la causa del accidente, y también la razón por la que la operación de rescate tardó más de 24 horas en llegar. Fuentes de la Oficina de Información Diplomática (OID) española confirmaron que los equipos de rescate están ya trabajando en la zona y señalaron que están en contacto con las autoridades tayikas, que coordinan el rescate y atención a los heridos.
El Ministerio de Asuntos Exteriores español ya se ha puesto en contacto con el alpinista vasco, pero por el momento se desconoce el estado de salud en el que se encuentra en el hospital militar al que le han trasladado. Con su expedición al Pamir, esta vez sin su compañera de escalada Isa García, Roberto ha vuelto a esquivar a la muerte que vio muy de cerca en su ataque a la cuarta montaña más alta del mundo, el Lothse.
Nacido en Barakaldo en 1969, el montañero herido pertenece al Club Alpino Turista Barakaldo desde 1979. Según narra en su blog, su pasión por las montañas viene desde que su tío y su padre le llevaban con 6 años a las montañas de Enkarterri y sobre todo al Serantes, el pequeño monte sobre Santurtzi y el mar. Quienes le conocen bien dicen de Roberto que “no es físicamente un dotado de la naturaleza, pero la pasión que siente por las montañas de cualquier altura, le hace que se motive y se esfuerce al máximo para conseguir la cumbre de todas ellas, aunque para ello haya que sufrir. Casi siempre consigue su objetivo y aunque sufre siempre merece la pena”.