Un salto y un triste desenlace
DIEGO LASTRA, ANTES DEl SALTO QUE ACABO CON SU VIDA, CONSIGUIÓ LOS hALAGOS DE LOS PRESENTES POR SU VALENTÍA
El Parque Baztan Abentura, acogía, alrededor de media mañana, a dos grupos de una quincena de personas, entre familias, grupos de amigos y una despedida de soltera, que buscaban vivir una experiencia divertida realizando tanto descensos en tirolinas como saltos desde la famosa estructura del péndulo. Pero ninguno podía imaginar la dimensión de la tragedia que se avecinaba.
Para entonces, el calor azotaba con fuerza las montañas del parque pero ni eso, ni la silla de ruedas en la que se sentaba el protagonista del accidente, Diego impidieron sus ganas e ilusión por surcar el cielo a gran velocidad. Primero, las tirolinas. Uno de sus compañeros, como buen amigo, bajaba la silla de ruedas agarrada con mosquetones a su arnés para luego poder desplazar a Lastra hacia la atracción del péndulo, el gran reclamo del parque de aventuras. Tras él, junto a un experto en deportes de riesgo, llegaba el protagonista que se convirtió inmediatamente en el centro de atención de los visitantes.
Los dos grupos miraban con admiración la valentía del hombre y lo animaban mientras que él decía estar pasándoselo genial con una amplía sonrisa y con energía, exclamando “esto es la ostia” a los cuatro vientos.
Tras tres tirolinas de 300 a 460 metros de largo y más de 120 metros de altura con vistas espectaculares a una naturaleza salvaje, llegaba el gran siguiente paso, el péndulo. En los viajes de Diego, la mayoría de los monitores que trabajaban en ese momento miraban con atención todas sus bajadas, entregados completamente a él para asegurar el correcto desarrollo de sus viajes porque se trataba de un caso especial aunque disponía de todo tipo de material para realizar las actividades con personas con discapacidad.
Uno de los grupos, que ya había probado cómo se siente uno al estar balanceándose a una altura de 100 metro sobre el suelo, decidió bajar y ver desde la explanada que se encuentra en frente de la atracción los siguientes saltos. Todos hablaban de las sensaciones vividas durante el descenso, uno de los mayores de Europa. “Impresionante”, “inolvidable”, “repetible una y dos veces más” comentaban eufóricos.
El otro grupo, en el cual se encontraba el hombre con discapacidad junto a sus compañeros, esperaba para ver desde la propia infraestructura los saltos. Con el fin de que Diego pudiera saltar sin problemas, los expertos monitores le prepararon minuciosamente durante unos diez minutos y comprobaban todos los sistemas de seguridad, el arnés y las cuerdas que lo sujetarían en el salto. Todos miraban atentos. Mientras tanto, en la plataforma unas quince personas se acercaban al borde de la estructura para ver el salto de Diego. Y todos lo animaban entre aplausos y halagos. Tras la preparación del equipo de salto, colgaron al getxotarra de un soporte de la atracción porque su discapacidad no le permitía ponerse en pie para saltar por sí mismo. Tras ser jaleado por todos los testigos por su coraje, demostrando que una silla de ruedas no supone un obstáculo para vivir este tipo de experiencias, el hombre fue lanzado al vacío, cayendo tal cual estaba planificado y en la forma habitual en la que se desarrolla el salto del péndulo.
Sin embargo, todos quedaron atónitos al ver que el cuerpo caía de forma vertical en lugar de balancearse de un lado al otro y además, de no verlo retroceder hacia arriba, comprobaban perplejos cómo desaparecía entre los árboles del fondo del barranco. Fue entonces, cuando en estado de “shock”, gritos y nervios se apoderaron del personal que se movilizaba para encontrarlo, sin saber el fatal desenlace y con esperanza de encontrarlo con vida a pesar de la cruda realidad.
Algunos llamaron a la ambulancia, bomberos, helicóptero y a la Policía Foral. Otros de los visitantes, sin consuelo alguno, no podían creerse lo sucedido ante sus ojos, pensando que 15 minutos antes eran ellos los que se encontraban colgados de esa cuerda. “Esto no puede ser, no ha podido ocurrir” repetían. A su vez, todos los trabajadores del parque, sin perder ni un segundo y demostrando su habilidad en reaccionar inmediatamente corrían cuesta bajo, junto al cuñado de Diego y su amigo, dirección al barranco en el cual habían visto caer al getxotarra.
Sollozos y voces que llamaban por el nombre al desaparecido, se escuchaban entre las profundidades del bosque que se situaba debajo del péndulo. Algo más tarde llegaban los médicos que se incorporaban a la búsqueda que ya estaba siendo desarrollada por los allí presentes. Tras una media hora de búsqueda, encontraban el cuerpo de aquel hombre que se hizo con los halagos y piropos de todos los presentes antes de perder la vida.
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