Universitarias desnudas a cambio de una copa
Expertos califican de “ataque a la dignidad de la mujer” las fiestas en las que se unen ‘striptease’ y alcohol “por pura diversión”
asociaciones de mujeres y psicólogos coincidieron ayer en calificar como “un ataque a la dignidad de la mujer” que se consientan espectáculos o fiestas en las que las jóvenes se desnuden a cambio de copas o de entradas para eventos.
La polémica se ha reabierto a raíz del caso de la discoteca madrileña Fabrik, en la que las jóvenes universitarias hacen striptease a cambio de regalos y que investiga el Instituto de la Mujer, tras el antecedente de las salas de fiestas de Mallorca donde se ofrecían consumiciones a cambio de felaciones, entre otros.
La presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes, María Jesús Girona, lamenta que el cuerpo de la mujer se utilice como un objeto o un producto de consumo para una fiesta universitaria o para la venta de coches o colonias. “Al final, no vende el desnudo de los chicos, sino el de las chicas”, apunta Girona, quien se muestra en contra de fomentar esta forma de ocio de la juventud en la que se unen el striptease y el consumo de alcohol “por puro divertimento”.
Hay un problema de educación social, sentencia la presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes, quien considera que no solamente se deben buscar soluciones en el ámbito familiar y hace un llamamiento a despertar el espíritu crítico de una sociedad “con una estructura patriarcal y machista” que permite estos espectáculos.
Una opinión semejante expresa la presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, Yolanda Besteiro, quien lamenta que todavía haya personas que piensen que esto no supone “un atentado contra la dignidad de las mujeres” porque “potencia un modelo de relaciones entre hombres y mujeres y una manera de vivir la sexualidad para nada igualitaria”.
A los hombres se les presenta “literalmente como cavernícolas”, subraya Besteiro, en referencia a los jóvenes que asisten a estas fiestas para mirar y animar a las chicas a despojarse de la vestimenta.
También la presidenta de la Fundación Mujeres, Marisa Soleto, sostiene que estas fiestas suponen “un atentado contra la dignidad de las mujeres”, en una sociedad con “un modelo de sexualidad exhibicionista y pornográfica”. Soleto destaca que, como consecuencia de la ausencia de educación afectivo-sexual en las escuelas, las nuevas generaciones están dispuestas a utilizar la sexualidad y el cuerpo para la diversión y la exhibición, sin tener en cuenta las consecuencias posteriores sobre el modelo de relaciones sexuales entre mujeres y hombres.
La sociedad y los organizadores de fiestas deberían ser conscientes de que promover determinado tipo de comportamiento sexual, por muy divertido que pueda parecer, “no es lo mejor”, apunta Soleto, quien resalta que hay que perseguir la publicidad que anima a las mujeres a exhibirse para disfrute de los hombres porque eso puede lanzar mensajes equívocos para una construcción de relaciones basadas en el respeto y la igualdad.
“Modelo materialista” El doctor en Psicología de la Universidad Carlos III, Guillermo Fouce, argumenta que el uso del cuerpo en estas fiestas favorece “la mercantilización de la figura de la mujer y de la sexualidad”, así como “la cosificación de las emociones” debido a la desconexión entre sexo y sentimiento.
Para Fouce, este modelo “materialista”, en el que la mujer se convierte en “un objeto de deseo”, tiene unas repercusiones culturales y puede derivar en un modelo de relaciones sexuales de “usar y tirar”, marcadas por la falta de implicación, la ausencia de compromiso, la frugalidad y el momento, sin pensar en los riesgos.
Fouce insta a las Administraciones públicas a impedir este tipo de eventos que, desde su punto de vista, promueven “cierto grado de prostitución” debido a que las jóvenes se exhiben a cambio de copas o entradas en un espectáculo “degradante”.
El profesor sostiene que las instituciones públicas disponen de recursos suficientes para hacer inspecciones y endurecer la legislación para impedir estos hechos, al tiempo que reconoce que hay un trabajo afectivo-sexual por hacer con los jóvenes.
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