"Últimamente mucha gente pregunta por eso", contestan desde el Consulado Alemán en Euskadi. Eso es trabajo y miles de ciudadanos del Estado español, ahogados en una crisis infinita, lo pretenden en Alemania, que el pasado año recibió a 29.910 personas. En 2012, la emigración española a Alemania creció en un 45% respecto al año anterior. La locomotora de Europa es el nuevo El Dorado para los españoles, herederos de aquellos que agarrados a una maleta de cartón y a la esperanza se aventuraron hacia un futuro más prospero en la década de los 60, cuando la oscuridad era la luz de la realidad. Entonces Alemania necesitaba manos, fuerza bruta, personas con empeño y ganas para salir adelante. Con eso era suficiente para dejar atrás la miseria. El mercado laboral alemán devoraba mano de obra.

Alemania continúa con hambre, pero es más exquisita y racional en sus peticiones. Medio siglo después también gobiernan las tinieblas en España, nuevamente colgada a una maleta de emigrante. El libreto del drama se repite en lo fundamental: Alemania es el destino para un horizonte menos opresivo. Ocurre que en el relato del Siglo XXI, Alemania prefiere cerebros, mano de obra cualificada: ingenieros, médicos, personal sanitario, técnicos... que se manejen en inglés y a poder ser en alemán. Emigrantes de alta graduación. "En la página web de la embajada existe un apartado sobre los requisitos que se necesitan para trabajar", avisan desde el Consulado. Un semáforo ámbar que solo se pone en verde para la mano de obra cualificada.

"Se necesita estar cualificado, saber inglés muy bien y tener mucha predisposición para aprender el alemán", expone Mikel Sánchez, un ingeniero vasco de 25 años que desarrolla su trabajo en una empresa de control de procesos industriales dedicada a automatizar líneas de producción. Residente en Herzogenaurach, un pueblo "impronunciable" de apenas 25.0000 habitantes situado en el norte de Baviera, Mikel llegó al corazón de Europa en junio del pasado años después de mandar un currículum, el "primero que eché en Alemania", cansado del nulo eco de su historial entre las empresas de su entorno. Por eso dirigió su mensaje en la botella de internet a Alemania. "Digamos que sonó la flauta". Pero para que esta suene resulta imprescindible aportar un buen currículum. No queda otra en Alemania. "Hablando con la gente te das cuenta de que esto no es tan fácil como parece. Tienen muy claro lo que quieren". Alemania lo subraya en cada reclutamiento laboral masivo que oferta. En Herzogenaurach laten las sedes centrales de Adidas, Puma, Vipa e INA Schäfler y a apenas 10 kilómetros se encuentra el cuartel general de la poderosa multinacional Siemens. Con semejante tejido industrial, Herzogenaurach se ha convertido en un extraordinario imán. "En donde vivo no hacen más que llegar ingenieros españoles", recalca Mikel, que ató el petate camino de Alemania junto a otras dos vizcainas, un alavés y un alicantino. En enero, otro joven vasco se unió al grupo, que se está abriendo paso en la empresa. "Poco a poco la estamos conquistando", bromea Mikel, al que el discurso se le amarga cuando piensa en los motivos que le empujaron a volar a Alemania. "Como suelo decir: Zapatero, Rajoy y toda esta gente me han quitado el trabajo, mi pareja (después de 7 años) y me han alejado de la familia".

agradecido La patada que el mercado laboral español ha dado a la generación más preparada de la historia "es el tema estrella de nuestras conversaciones", expone Mikel, agradecido por la oportunidad que les ha brindado la industria alemana para poder desarrollarse como profesionales. "Nos tratan muy bien, estamos aprendiendo muchísimo y tienen mucha paciencia con nosotros. No teníamos ningún tipo de experiencia laboral más allá de las prácticas y aquí nos han dado la oportunidad que se nos negó allí". Para Mikel la experiencia está resultando muy positiva, salvo por saberse "peor pagados que los alemanes", con los que comparten puesto de trabajo. "Cobramos menos que ellos. Se aprovechan de la situación a la hora de fijar los sueldos. Da de sobra para vivir, pero lo que recibimos no es ni mucho menos equiparable a lo que un alemán cobra con nuestra titulación". Un ingeniero nativo percibe al comienzo de su andadura profesional unos 40.000 euros al año, unas cifras que los recién llegados no alcanzan. "Pero algo podemos ahorrar", explica Mikel, consciente de que parten con la desventaja del recién llegado a un país que les ofrece una pista de despegue.

Mikel vive solo en un apartamento propiedad de la empresa en la que trabaja por el que abona un importe considerable. Por eso y porque desea establecerse en una ciudad con "más vida", su próximo objetivo es encontrar un piso en una ciudad. "Los alquileres aquí son altos debido a la concentración de industria, extranjeros y estudiantes". Es un suelo preciado. "Encontrar una vivienda aquí es más difícil que encontrar trabajo en Cádiz", ironiza Mikel, que no percibió rechazo alguno de los alemanes a su llegada. "Son gente agradable. El primer contacto es siempre frío pero en cuanto te conocen se puede decir que es buena gente. Nos tratan bien, pero también nos portamos bien". La idea de este joven ingeniero es poder regresar algún día a casa, pero "de momento no hay prisa". Lo hará siempre que la situación laboral mejore, algo que todavía se antoja lejano en España con una tasa de paro por encima del 27% y de casi el doble para los jóvenes. Mikel se ha dado cinco años margen para el retorno, "pero vete a saber lo que pasará en el futuro". No esconde que añora a los de casa, a su gente. Las primeras semanas fueron duras, pero ahora sonríe más. "Las cosas van bien y a mi madre ya no se le hace tan duro porque sabe que aquí estoy feliz. Aunque claro que se echan de menos muchas cosas". En el listado, además de la familia, asoman las cenas en el txoko con la cuadrilla, el pescado fresco y el monte.

Hacer la 'mili' Por el momento su montaña es Alemania, el Everest de su presente, donde hace la mili "de los hijos de la crisis". "Solemos decir que a los hijos y nietos de las postguerra les tocó la mili. Nuestra mili es emigrar para poder trabajar". A pesar de que verse en Alemania no era lo que imaginaba al coronar sus estudios de ingeniería, Mikel recomienda "a todo el mundo que pase un tiempo en el extranjero, ya sea de Erasmus, de prácticas o trabajando". El tiempo de estancia lejos del calor del hogar sirve para "crecer como persona, para desarrollarte", pero, sobre todo, "para valorar más todo lo que tienes".

Integrado en lo laboral, Mikel Sánchez continúa su aprendizaje de alemán, "un idioma que te desespera por la dificultad". "Lo tienes que coger con ganas. Es esa clase de idioma en el que puedes estudiar mucho y avanzar poco". La perseverancia es el motor, -Mikel acude a cursos de alemán tres veces por semana además de estudiar el idioma fuera de horas lectivas-, y el acelerador un par de cervezas: "luego sale solo", bromea el joven, que se reúne junto a otros jóvenes emigrantes para "charlar de esto y de lo otro".

A falta de la cuadrilla original y de las largas sobremesas en el txoko, hemos hecho grupo aquí. "Además, en la medida de lo posible ayudamos a la gente que llega aquí para que les sea más fácil la integración", describe Mikel, que no aconseja a nadie que se vaya a Alemania a lo loco, solo con lo puesto, como ocurría 50 años atrás. "Aquí hay trabajo, sí, pero para la gente preparada. No le recomiendo a nadie que venga sin estudios o sin tan siquiera inglés porque existen muchas posibilidades de volver con el rabo metido entre las piernas y además habiendo perdido dinero". La realidad no es la que aparece en Españoles por el mundo.

No al menos la suya, que de momento discurre entre las ocho horas en su puesto de trabajo de lunes a viernes, las clases de alemán que invaden el día a día y los fines de semana de asueto con su grupo de amigos, cuatro vascos y cuatro alemanes además de un "portugués despistado", que aprovechan la ventana del buen tiempo para alguna que otra escapada. La otra, la gran escapada, es un sueño que acompaña a Mikel y a los compañeros con los que comparte empresa. "Somos siete personas del norte con menos de 30 años y que aspiramos algún día a poder volver todos juntos y que nos monten una sede de la empresa en Euskadi". Allí donde cogen el teléfono para responder que les preguntan mucho por eso del trabajo.