pamplona

Las redes sociales estaban ardiendo desde el jueves, hablando de un sorprendente experimento físico en el que, al parecer, se había conseguido medir unas partículas que viajaban a mayor velocidad que la luz. ¿Se habían vuelto locos los físicos del CERN? A casi todo el mundo le podría parecer una de esas noticias científicas que no se entienden, quizá importantes, "cosas de físicos" en cualquier caso. Lo cierto es que desde hace más de un siglo, cuando en 1905 Albert Einstein publicó su Teoría de la Relatividad Especial, la velocidad de la luz se había convertido en un límite imposible de rebasar. Los fotones viajan en el vacío a casi 300.000 kilómetros por segundo y ninguna partícula material puede siquiera alcanzarlos. Este es un axioma de la teoría, un punto fundamental a partir del cual el físico austriaco había construido una nueva física que cambió el mundo. Pero si el límite no existe, la teoría no está completa, y habrá que encontrar una nueva que de cuenta de este hallazgo.

La historia de la ciencia ha recorrido este proceso en numerosas ocasiones, y ésta es una fortaleza precisamente del conocimiento científico: su compromiso con explicar lo que sucede, aunque haya que cambiar la teoría. Por supuesto, antes de tirar todo, o de ponerse a cambiar el edificio, conviene analizar muy seriamente si los experimentos son correctos, si el análisis de los datos no contiene errores y, sobre todo, si se pueden repetir de manera independiente. Y además, la teoría de la relatividad es una de las bases del mundo en que vivimos: se han comprobado sus predicciones con altísima precisión, y gracias a ella podemos comunicarnos de un lado a otro del mundo o, también usted, puede usar el GPS y localizar su destino en el sitio exacto y no decenas de metros más allá.

Como se explicaba ayer en este periódico, el experimento realizado lanzando partículas muy veloces desde Ginebra hasta Italia, unos neutrinos producidos con los aceleradores de partículas del centro de investigación europeo CERN, mostraba que el tiempo que invertían en recorrer los más de 700 km de corteza terrestre (bajando hasta 14 km de profundidad) era menor que el que tardaría la luz en recorrer esa distancia. El experimento, llamado OPERA es, como sucede con estos complejos diseños de la física, muy complicado y ha involucrado a ciento sesenta científicos de once países. Más aún: las partículas son casi indetectables, y además hace falta una precisión inaudita. A la velocidad de la luz, la distancia entre los dos laboratorios se recorre en 2,4 milésimas de segundo. Y los neutrinos llegaban 20 milmillonésimas de segundo antes de lo debido. En 2005 en otro laboratorio, el Fermilab, cerca de Chicago, se había realizado un experimento parecido y también pareció que los neutrinos eran más veloces que la luz, pero el margen de error era grande. El trabajo del equipo de OPERA, a lo largo de 3 años, ha consistido en mejorar el diseño y la precisión. En la rueda de prensa del viernes a las 4 de la tarde, ante cientos de los físicos más relevantes en el estudio de estos temas (los colegas, siempre, son implacables), el físico Dario Auterio explicó durante una hora de forma exhaustiva cómo han evitado las fuentes de error. Por ejemplo, cómo se medía la distancia recorrida, teniendo en cuenta que la propia Tierra se mueve, que su forma cambia por las mareas y por otros factores. O la forma en que han conseguido tener cronometrado todo mucho más allá de la precisión habitual de los laboratorios.

El escepticismo era evidente en las preguntas, y los propios autores del artículo reconocían que no se atrevían a concluir nada, y menos que la relatividad es errónea, porque harán falta más experimentos que confirmen todo. Pero ahí estaban sus datos. No sería la primera vez, en cualquier caso, que tras meses (o años) de reanálisis, se descubre algún error. Los comentarios de muchos físicos, que han ido expresando sus opiniones en los blogs, en las redes sociales y en los medios de comunicación, apuntan a esta posibilidad. Aunque parezca que es tozudez, lo cierto es que habrá que comprobar que hace falta desmontar una de las teorías de la ciencia más comprobadas hasta la fecha. Y, también, ver si de alguna manera se puede llegar a entender cómo hacen estos pequeñísimos neutrinos para correr tanto. Para colmo, pensando relativísticamente, esto suena a ciencia ficción y viajes en el tiempo. Imaginen un experimento similar, en el que desde el laboratorio de origen se lanza un paquete de neutrinos velocísimos. Cuando salen las partículas, encienden a la vez una lámpara para avisarnos (es decir, mandan simultáneamente un paquete de fotones). El resultado de OPERA implicaría que, en el lugar de llegada, nosotros recibimos antes las partículas que la luz de aviso de que nos las mandaban. Nosotros veríamos unos neutrinos llegando antes de que viéramos a nuestro colega empezar a enviarlos. Paradojas que no son del todo extrañas a las teorías de la física que explican la naturaleza desde el siglo XX, porque son contrarias a lo que nuestra intuición nos dice. Pero que, en estos días, llegan a los medios de comunicación y nos dejan pensando en si el Universo no será más complicado aún de lo que llegábamos a imaginar. Física en acción.