El Departamento de Cultura del Gobierno Vasco ha emitido recientemente un decreto por el que se califican como bienes culturales, con la categoría de conjuntos monumentales, una serie de dólmenes ubicados en el territorio histórico de Álava, denominados como de tierras bajas. Dolmen es una palabra bretona que significa mesa grande de piedra. El vocablo se utiliza para denominar a un tipo concreto de monumento megalítico. Éste consiste en una serie de grandes piedras, es decir, megalitos, hincados verticalmente en la tierra, cubiertos por otra piedra de disposición horizontal.
Los dólmenes eran monumentos funerarios. La parte que se acaba de describir constituía la cámara, donde se depositaban los restos de los difuntos junto a diversos ajuares, como era costumbre en la época. Se cubría todo ello con una cantidad de tierra y piedras que formaban un túmulo. En las construcciones más grandes, la cámara se comunicaba con el exterior mediante una galería o corredor, construida con lajas de piedra verticales y horizontales. A menudo una de las piedras verticales, la orientada al este, es más corta y deja una especie de ventana. Tal circunstancia podría incluso tener algún significado esotérico.
Los dólmenes fueron construidos en el área atlántica de Europa occidental, en un espacio temporal que abarca desde hace unos cinco mil años, al final del periodo neolítico y durante el llamado calcolítico, cuando se empiezan a elaborar instrumentos de cobre sin alear. No obstante, fueron utilizados sucesivamente hasta mediados del segundo milenio antes de Cristo, hace unos tres mil quinientos años.
Otros monumentos megalíticos, lo que significa piedra grande, son los menhires, grandes piedras verticales clavadas en la tierra y los cromlechs, que son alineamientos en círculo de piedras verticales. En el área pirenaica, a la que pertenece el País Vasco, existe una gran abundancia de estos monumentos, situados en las sierras montañosas, pero también, como es en el caso alavés, en las tierras llanas.
Hay que tener en cuenta que los monumentos megalíticos fueron erigidos por poblaciones dedicadas a la agricultura y, sobretodo, en las áreas pirenaicas, a la ganadería. Es decir, que se trata de grupos humanos que llevaban una vida seminómada, en pos de sus rebaños, y que no disponían de núcleos de población estables. Sin embargo, sí tendrían una concreta relación con el territorio del que hacía uso, del que los monumentos megalíticos, dólmenes, menhires y cromlechs, constituían una referencia espacial. Existen dólmenes cubiertos con su correspondiente túmulo, rodeados a su vez por un cromlech, que bien podría tener un significado por ahora desconocido. El genial escultor vasco Jorge Oteiza elaboró una teoría. Según la misma, el cromlech delimitaba un espacio vacio, de especial significado para aquellos antepasados.
En el entorno alavés, los dólmenes pueden clasificarse en dos categorías. Los de montaña, más pequeños y sin corredor, y los de llanura, mayores y a menudo con corredor, que son los que el Gobierno Vasco ha declarado ahora como conjuntos monumentales. Al respecto, el Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Álava no consideró adecuado esta denominación de dólmenes de tierras bajas. Por ello presentó la correspondiente alegación, ya que no todos ellos se ubican en el fondo de los valles, sino que algunos también se sitúan en zonas elevadas de laderas o al pie del monte.
En cualquier caso, esta declaración, que incluye la aprobación de un régimen de protección de los dólmenes y su entorno, insta a los ayuntamientos en cuyos términos municipales se encuentran éstos, para que procedan a la adecuación de la normativa urbanística municipal a las prescripciones del régimen de protección que se determine para los respectivos conjuntos monumentales. El gran túmulo que cubría los dólmenes hace que fueran conocidos como mendi -monte en euskera-, de ahí la denominación de alguna de estas construcciones megalíticas, como Aizkomendi, en Egilaz, o los desaparecidos de Eskalmendi, que se encontraba en Gamarra Mayor, entre Vitoria y Durana, y de Kapelamendi, en Betoño, que recibía su nombre por estar próximo a la ermita de Santa Eufemia, hoy también desaparecida. El conocimiento de que bajo esos túmulos había enterramientos hizo que la palabra mendi llegara a ser sinónimo de cementerio. Así tenemos en Vitoria el topónimo Judimendi que, no es el monte, sino el cementerio de los judíos. De hecho algunos túmulos son llamados en la toponimia alavesa en castellano, montecillo.
Los dólmenes a los que hace referencia el decreto son un total de dieciséis. Son el dolmen de la Chabola de la Hechicera, en Elvillar, que es el más grande de todos. Se caracteriza por un gran corredor de 1,50 metros de altura, del que se conservan cinco losas. Fue descubierto en 1935 por Álvaro de Gortazar y Carlos Sáenz de Tejada y fue excavado por Joxemiel de Barandiarán al año siguiente. El de El Encinal, también en Elvillar, es de corredor, aunque no es tan grande como el anterior. Fue descubierto por Domingo Fernández Medrano en 1943 y excavado por él mismo poco después. El mismo investigador descubrió el dolmen de Layaza, en Laguardia, en 1952. Fue excavado por Barandiarán y Juan María Apellániz en 1957. Es también de corredor, le faltan las losas superiores, pero conserva el túmulo. Los mismos arqueólogos descubrieron e investigaron el dolmen de El Sotillo, entre Laguardia y Leza, entre 1955 y 1963, al que le faltan todas las losas de cubierta, tanto de la cámara como del corredor. El dolmen de San Martín, en Laguardia, presenta un chozo de piedra construido sobre el túmulo, conserva una de las losas horizontales, es más largo que el de La Hechicera, pero tiene menos volumen. Lo descubrieron Medrano y Barandiarán en 1956 y lo excavaron ellos mismos en 1964. El dolmen del Alto de la Huesera, en Laguardia, es también muy grande, de corredor como los anteriores. Presenta la losa de cubierta caída. Fue descubierto por Medrano en 1948 y excavado por él mismo. También en Laguardia se encuentra el dolmen de Los Llanos, que conserva cinco losas de su corredor. El dolmen de El Montecillo, en Villabuena, es más pequeño, pero tiene corredor, se conserva también parte del túmulo.
El dolmen de La Mina está en Molinilla (Lantarón). Supone un caso especial porque presenta una cámara doble sin corredor. Fue descubierto en 1927 por Amancio Landaburu, párroco de Leciñana. Medrano empezó la excavación en 1943 en una primera etapa, continuándola luego en 1956 con Barandiaran. El dolmen de La Lastra está en Salcedo (Lantarón). Su estado de conservación no es bueno, debido a haber sido afectado por las continuas faenas agrícolas. Sólo conserva tres losas en pie, fue descubierto en 1942 por Medrano y Arbaizar.
El dolmen de Sorginetxe, en Arrizala (Salvatierra) no tiene corredor, presenta la cámara completa y el túmulo ha desaparecido. Es conocido desde muy antiguo. Lo excavó Julián de Apraiz en 1890. El dolmen de Aizkomendi, en Egilaz (San Millán), se encuentra bajo un túmulo que se conserva parcialmente, que ya era conocido con ese nombre. Fue descubierto por un labrador en 1830. Barandiarán lo excavó en 1965. Entonces fue desmontado parte del túmulo para facilitar la visión del dolmen desde la carretera N-I. La losa de cubierta pesa más de diez toneladas, tenía corredor.
Los siguientes dólmenes se encuentran entre Anda y Katadiano, en Kuartango. Son los de San Sebastián I y II y los de Gurpide Norte y Sur. Son más pequeños, algunos sin corredor. El de San Sebastián II se encuentra casi sepultado por un derrumbe del túmulo. Los descubrió Ricardo Becerro de Bengoa en 1970. Del de Gurpide Norte se conserva la losa superior, pero en el suelo y otras dos losas más pequeñas. El de Gurpide sSur está mejor conservado. Gurpide Norte fue excavado por Barandiarán y Apellániz entre 1955 y 1962, mientras que el Sur lo excavó Apraiz en 1892 y Barandiarán y Medrano en 1955.