vitoria. La adicción a Internet no está codificada aún como trastorno mental, sin embargo, sí se ha demostrado que es una realidad que condiciona a cada vez un mayor número de personas que, como en el caso de otras dependencias, no piden ayuda hasta llegar al límite. De una forma u otra, el usuario termina percatándose de que se ha convertido en un esclavo de la Red, lo que le genera un sentimiento de culpa o vergüenza. Este remordimiento le impide pedir ayuda. “En toda adicción suele haber una negación del trastorno. Por eso, cuando estas personas buscan ayuda es cuando ya han tocado fondo: les han despedido del trabajo, han perdido mucho dinero en el juego o su pareja les ha abandonado como consecuencia de la doble vida sexual que llevan en la Red. Aunque nunca es tarde, estas personas ya no están en las primeras fases del proceso, como sería lo deseable para comenzar un tratamiento”, aclara el catedrático de Psicología Clínica de la UPV Enrique Echeburúa.
Éste, a diferencia de lo que sucede en el caso de las adicciones a sustancias o al juego, no consiste en la abstinencia, sino en generar nuevos hábitos en el adicto. “Les intentamos enseñar un uso controlado de Internet porque éste es imprescindible en la vida cotidiana. Al igual que sucede con la adicción a la comida o al sexo, la abstinencia no puede ser el objetivo, como en el caso del alcohol, el juego, la heroína o el tabaco. ¿De qué se trata aquí? De enseñar un uso controlado de Internet”, resume.
Con él coincide Juan Carlos Oria, psicólogo clínico y director del Hospital de Drogodependencias Zuria, dedicado a tratar dependencias. “Así como en otras adicciones se busca la abstinencia total, en éstas se persigue una modificación de conducta para intentar hacer un uso adecuado y controlado de Internet porque resulta muy difícil no utilizar el ordenador a diario”, apunta.
Adictos de primera y segunda Oria rechaza que se creen enfermos de primera y de segunda en función de si se trata de adictos a Internet o a drogas. “¿Si puede dar un cierto estatus ser adicto a Internet? Evidentemente quien no sabe manejar un ordenador difícilmente será adicto, pero para las personas que sufren este problema no es algo gratificante”, destaca el experto, que recuerda cómo en Corea del Sur falleció un hombre tras permanecer jugando 50 horas seguidas en de la Red. “La adicción es la adicción. Puede que estar enganchado a Internet tenga otras connotaciones sociales, pero como trastorno quien está atrapado a Internet lo está igual que otros a la heroína o la cocaína. Al fin y al cabo, es un pérdida de control”, recuerda.
Riesgo de recaída Y, en ocasiones, además con una gran dificultad de superar la dependencia. El tratamiento de un adicto a la red consistiría en un primer análisis del caso que daría paso a un trabajo entre los profesionales y el paciente para motivar hacia el cambio de conducta y, después, al control de los estímulos en cuanto a la limitación de horas de utilización de Internet.
Esta presencia de la Red en la vida escolar, laboral y social hace que las personas que han recibido tratamiento para desengancharse tengan un riesgo de recaída muy alto. “En esta adicción no tenemos las mismas posibilidades de control que en las de otro tipo. En el caso del juego, por ejemplo, el adicto puede autolimitarse la entrada a un bingo, pero con Internet hay menos oportunidades de restringirse”, aclara.
Oria, sin embargo, descarta que en un futuro se vaya a producir una avalancha de casos en el servicio de Salud pese a que el porcentaje de personas con un uso abusivo de Internet se sitúe en el 5%. “En España entre el 5 y el 10% de la población tiene un grave riesgo de adicción al alcohol, sin embargo, estas personas no acuden a tratamiento en la misma proporción. Lo mismo puede suceder con Internet”, expone.