Conocida en redes como Lucía Mi Pediatra, es toda una referencia en la materia. Lleva dos décadas acompañando a las familias que acuden a su consulta en el difícil proceso de crecimiento y educación de sus hijos. Lo que más le gusta, asiente, es sentirse útil aportando sus conocimientos en el día a día de sus pacientes y de sus seguidores en redes. Acaba de sacar nuevo libro, Los virus no entran por los pies, donde trata de desmontar, siempre desde el método científico, los mitos de la salud y la crianza de los más pequeños.
Presenta nuevo libro, Los virus no entran por los pies, cuyo título es una clara premisa de lo que vamos a encontrarnos en su interior, donde desmonta un sinfín de bulos.
-Eso es. Desmonto mitos y creencias populares que llevamos escuchando durante décadas. Llevo 20 años siendo pediatra y 10 escribiendo libros y divulgando en medios de comunicación y en redes sociales. Me parecía un momento ideal para hacer recopilatorio de todas estas creencias y esa sabiduría popular que hemos estado recibiendo desde que éramos pequeños, y, de paso, hacer una revisión para ver cuánta verdad hay en todo esto que nos contaban nuestras abuelas. La realidad es que de ciencia hay muy poco y de conocimiento pues menos aún. Entonces dije, esto no puede ser. Desde la irrupción de las redes sociales, los bulos discurren a una velocidad tremenda y a veces no dejan de ser situaciones inocentes que generan un chascarrillo, pero en otras ocasiones sí que pueden poner en riesgo la salud de nuestros niños, así que decidí reunirlo todo en un libro para que acompañe, ojalá, a miles de familias, y les dé sabiduría y conocimiento, que esto siempre es una buena arma.
Una herramienta muy útil no solamente para los padres de ahora, sino también para los padres de mañana y los que ya han sido padres.
-Claro. Ahora ya no tenemos que tener ningún enfrentamiento con las abuelas. Le dices: “Mamá, echa un vistacín al libro, y ya está” [sonríe]. Me he encontrado con muchas sorpresas con este libro, porque el otro día mi madre me decía: “Hija, qué gusto, porque parece que las abuelas tenemos la culpa de todo, pero somos muchísimas las que seguimos teniendo curiosidad por aprender, las que nos hemos sabido adaptar a los tiempos, las que ponemos en valor el conocimiento y el método científico, así que gracias por haber escrito este libro y haber arrojado todas estas verdades, porque estábamos equivocados en un montón de cosas que teníamos integradas”. Y yo creo que, efectivamente, es información muy útil para todos los que tienen niños y adolescentes en su entorno.
¿Cuando estuvo embarazada no se libró tampoco de los consejos de su madre y de sus abuelas ni aun siendo pediatra?
-¡Claro que no! Cuando nació mi primer hijo, hace casi 17 años, tú sabes que los bebés, cuando nacen, las primeras semanas ponen un ojillo así un poco a la virulé. Miran hacia un lado o hacia otro porque todavía no fijan la vista. Pues a mi madre, que es una mujer súper prudente, se le metió en la cabeza que mi hijo no veía y me decía: “Cariño, yo es que no sé si Carlitos es ciego”. Y yo: “Pero mamá, ¿cómo me dices eso? Eso es normal en los recién nacidos”. Fíjate que incluso a mí me hizo dudar, hizo que mis conocimientos como pediatra se tambaleasen. Y si yo me he sentido insegura y a veces un poco presionada por estas opiniones no solicitadas, ¿qué no sentirán el resto de madres? Así que sí, yo también los he sufrido y los sigo sufriendo, porque a veces voy a la farmacia con un fármaco para mis hijos y la señora que tengo al lado dice: “Uy, mejor este jarabe para la tos, que esto va genial para los niños y a mí me funciona”. Y no digo nada porque ya he decidido no entrar en esas batallas… Hay que elegir muy bien los jardines donde te metes [risas].
¿Cree que los padres de ahora se informan más y mejor?
-Creo que siempre es mejor que los padres de hoy en día busquen información, que no se conformen con lo primero que escuchen, porque es verdad que venimos de una generación donde lo que decía el cura y el médico del pueblo iba a misa. Y bueno, pues no siempre es así. Yo siempre he intentado fomentar en mis hijos y en mis propios pacientes un pensamiento crítico hacia todo lo que escuchan, todo lo que leen o todo lo que ven porque creo que eso es lo que nos hace crecer como seres humanos.
Si no nos cuestionásemos nada, el método científico no habría avanzado en todo este tiempo.
-Cierto. A lo mejor dentro de 20 años este libro se queda obsoleto, pero sí que noto una diferencia con respecto a los padres de hace 20 años, por ejemplo. Vienen más leídos, están más informados; no siempre con la información adecuada, es verdad, pero tienen mucho interés en saber, en aprender… Y me preguntan cosas complejas, me traen incluso documentación que tengo que revisar y esto siempre es bueno. Hay compañeros que a lo mejor esto se lo pueden tomar como un ataque, pero para mí es algo que me obliga a estar actualizada.
Con más de 20 años de experiencia en consulta, ¿ha pensado en dejarlo alguna vez?
-No. Es verdad que escribo muchos libros, hago mucha divulgación, tengo mis propios centros médicos…, pero mi lugar seguro, donde a mí me baja la frecuencia cardíaca, donde me siento completamente valiosa, es en mi consulta. Por encima de todo soy pediatra y me encanta ver crecer a mis pacientes. Me encanta sentirme útil porque estoy en un momento profesional en el que con poco esfuerzo me doy cuenta de que ayudo a muchas madres y a muchos padres, entonces esto es muy gratificante. De hecho, me siento muy afortunada de tener este trabajo y claro que me compensa. Hay veces que hasta mis hijos me dicen: “Anda, mamá, vete a la consulta que necesitas pasar consulta unos cuantos días”, porque es verdad, me relaja muchísimo.
¿En su caso le ocurre igual que en el dicho de “en casa del herrero, cuchillo de palo”?
-Sí. Me he llevado algún susto con mis hijos por exceso de confianza, pero esto es algo que nos pasa a bastantes pediatras. Como estamos acostumbrados a ver cosas serias, pues te da la sensación de que lo que les pasa a tus hijos es peccata minuta y entonces hay veces que te das cuenta de que te has pasado de frenada.
Sus hijos están en plena adolescencia y en su libro dedica un capítulo a esta etapa precisamente. ¿Qué consejos les daría a los padres que estén pasando por ello?
-Quise dedicar una parte del libro a la adolescencia porque centramos toda la atención en la infancia, que es de 0 a 10 años, pero la adolescencia son otros 10 años. Parece que uno llega a la adolescencia y ya está todo el pescado vendido, que los padres ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer, pero es un tremendísimo error. Los adolescentes nos siguen necesitando. Es una etapa crucial en su vida, donde van a tomar decisiones ellos solos por primera vez. Entonces tenemos que seguir siendo ese faro en mitad de las tinieblas, porque tinieblas van a tener muchas más que durante su infancia. Tenemos que seguir diciéndoles que les queremos incondicionalmente, porque la adolescencia supone una crisis personal importante, donde hay una búsqueda de identidad intelectual, sexual y social, y esto genera mucha ansiedad. No podemos tratar a los adolescentes ni como niños ni como adultos, entonces es una franja en la que yo animo a los padres a seguir formándose, porque de verdad que nuestros hijos nos siguen necesitando.
"La adolescencia supone una crisis personal importante"
¿Las necesidades son distintas en cada etapa, entonces?
-Sí. Por eso me gusta hablarle a la mamá que acaba de tener un bebé con esa ternura y esa sensibilidad que necesita, pero al mismo tiempo decirle que esté tranquila, que recogerá lo sembrado cuando llegue a la adolescencia y luego la adolescencia pasará. Pero quiero romper una lanza en favor de los adolescentes, pobrecitos míos, que siempre parece que todos los males son culpa de ellos. También reconozco que hay situaciones verdaderamente complicadas que te llevan al límite y no es fácil, pero yo siempre pregunto, ¿acaso eran fáciles las rabietas de los dos años o la época del bebé de seis meses que no duerme? No hay ninguna etapa fácil, pero en todas puedes imprimir esa parte de legado que les va a quedar durante toda su vida.
Y en esa etapa y en las anteriores también, la salud mental, a la que también hace referencia en su libro, es vital.
-Sí, la última parte del libro está muy enfocada en la salud mental, porque también hay muchos mitos relacionados con este ámbito que hacen muchísimo daño a las familias. Tenemos la falsa creencia de que los niños son felices, que no tienen problemas ni tampoco enfermedades mentales. Y la realidad es que entre un 10 y un 20% de nuestros niños y adolescentes tienen depresión, sufren autolesiones o incluso llegan a suicidarse. El año pasado fallecieron más jóvenes por suicidio que por cáncer o por accidente de tráfico. Con lo cual, estamos hablando de unas cifras que preocupan a toda la comunidad médica.
MITOS
TDAH. “Muchas veces esas familias se sienten totalmente desamparadas y necesitan liberar parte de toda esa culpa con la que la sociedad les ha hecho cargar injustamente. El déficit de atención e hiperactividad es un trastorno del neurodesarrollo con el que el niño nace”, explica la pediatra Lucía Galán.
Lactancia. “Como madre recibes críticas porque si no le das pecho, eres una mala madre; si le das hasta los 3 años, lo vas a traumatizar; o si no puedes darle pecho, la culpa es tuya... Ya está bien de opinar. Las madres no necesitan que nadie las señale con el dedo, lo que necesitan es una potente red de apoyo familiar, de amistades y de profesionales que apoyen las decisiones que toman, sean las que sean ”, advierte.
Baby Led Weaning (BLW). “Es una manera tan válida como cualquier otra de dar de comer a nuestros hijos, siempre y cuando tengamos claras las nociones de qué tipos de alimentos les podemos dar. Y en base a eso nos tenemos que adaptar a las circunstancias de cada niño, por lo que es posible empezar con triturados y, cuando esté lo suficientemente maduro, pasar a un BLW. Lo importante es saber adaptarse”, concluye Galán.