La anemia se puede padecer sin saberlo, ya que no es complicado confundir los síntomas -cansancio permanente, inapetencia, debilidad…- con los de otros problemas de salud comunes. Suele ser un huésped habitual y oculto, pero también en cuadros graves, y por eso es imprescindible que el médico de cabecera detecte si la padeces o no.
¿En qué consiste este trastorno? Es un descenso de los glóbulos rojos, glóbulos que son los responsables de transportar el oxígeno de los pulmones al resto del cuerpo. La anemia común puede deberse a dos causas: que el organismo produzca una cantidad insuficiente de glóbulos rojos; o que estos se pierdan en una cantidad excesiva. Dentro de esta última posibilidad, puede suceder que sea nuestro organismo el que destruye los glóbulos rojos a gran velocidad. Ésta suele ser la causa de las anemias más graves, que corresponden a problemas de la sangre y a procesos oncológicos.
Un 24% de la población estatal padece las anemias más frecuentes, sobre todo las féminas en edad fértil. El principal motivo está relacionado con un déficit de hierro (anemia ferropénica), pero puede haber otras, como la falta de ácido fólico y vitamina B12. Los expertos advierten de que si bien el hierro es esencial, porque colabora en la producción de glóbulos rojos, no lo son menos el ácido fólico y la vitamina B12.
La anemia ferropénica es más frecuente en las mujeres por el sangrado menstrual, el embarazo o la inflamación de la mucosa digestiva por el uso de analgésicos relacionados con problemas femeninos. Los expertos indican que también puede deberse igualmente a una malnutrición. En este caso se puede dar a cualquier edad.
El abuso de los analgésicos, que suelen tomarse sin prescripción sobre todo contra el dolor de la regla o la cabeza, está muy extendido. Si su consumo es muy alto pueden producir erosiones de la mucosa digestiva, que no llegan a ser úlceras pero que pueden dar lugar a pérdida de sangre por las heces. Fundamentalmente esto sucede con el abuso de aspirinas y con antiinflamatorios.
Los médicos de cabecera y los ginecólogos suelen solicitar analíticas para controlar el problema. Algo clave es no hacer nunca dietas adelgazantes sin supervisión médica, para que no se produzcan indeseadas carencias de vitaminas, hierro o proteínas.
Amistades peligrosas
Vamos a señalar un decálogo al respecto:
1- No todo el hierro presente en los alimentos es absorbido por igual. El de alimentos de origen animal (cerdo, pollo, pavo, carnes rojas, mariscos, huevos, hígado) lo hace en mayor cantidad que el de los vegetales (espinacas, acelgas o guisantes).
2- Hay otros que es mejor no tomar tras ingerir los anteriores, porque pueden reducir la absorción de su hierro: leche, yema de huevo, cereales integrales, café, té y cacao.
3- Hay factores que te exponen a un mayor riesgo de anemia, como una dieta que carece de ciertas vitaminas y minerales. Una dieta consistentemente baja en hierro, vitamina B-12 y folato incrementa el riesgo de anemia.
4- Tener un trastorno intestinal que afecta a la absorción de nutrientes en el intestino delgado, como la enfermedad de Crohn y la enfermedad celíaca, te pone en riesgo de anemia.
5- La menstruación es otro factor importante. En general, las mujeres que no han tenido menopausia tienen un mayor riesgo de anemia por deficiencia de hierro que los hombres y las mujeres posmenopáusicas. La menstruación causa la pérdida de glóbulos rojos.
6- Si estás embarazada y no estás tomando un multivitamínico con ácido fólico y hierro, tienes un mayor riesgo de anemia.
7- Las afecciones crónicas cuentan. Si tienes cáncer, insuficiencia renal, diabetes u otra afección crónica, podrías estar en riesgo de anemia por enfermedad crónica. Estas condiciones pueden llevar a una escasez de glóbulos rojos.
8- La pérdida lenta y crónica de sangre por una úlcera u otra fuente dentro del cuerpo puede agotar la reserva de hierro del cuerpo, y llevar a que se presente anemia por deficiencia de hierro.
9- ¿Existen antecedentes familiares? Si en tu familia los hay de anemia hereditaria, como anemia de células falciformes, también podrías tener un mayor riesgo de esta afección.
10- Y por último están los otros factores, como un historial de ciertas infecciones, enfermedades de la sangre y trastornos autoinmunitarios, el alcoholismo, la exposición a sustancias químicas tóxicas y el uso de algunos medicamentos, que pueden afectar la producción de glóbulos rojos y provocar anemia. Y desde luego la edad, porque los mayores de 65 años tienen un mayor riesgo de este mal.
Cómo prevenirla
Muchos tipos de anemia no se pueden prevenir, pero otros sí. La anemia por deficiencia de hierro y las debidas a deficiencia de ciertas vitaminas se pueden evitar consumiendo una dieta que incluya una variedad de vitaminas y minerales, entre los que destacamos:
Hierro. Los alimentos ricos en hierro incluyen carne vacuna y otras carnes, frijoles, lentejas, cereales fortificados con hierro, verduras de hoja verde oscuro y frutas secas.
Folato. Este nutriente, y su forma sintética de ácido fólico, se pueden encontrar en frutas y jugos de frutas, verduras de hojas verdes oscuras, arvejas y guisantes verdes, frijoles rojos, cacahuetes y productos de granos enriquecidos, tales como pan, cereales, pasta y arroz.
Vitamina B-12. Los alimentos ricos en vitamina B-12 incluyen la carne, los productos lácteos y los fortificados a base de cereales y soja.
Vitamina C. Los alimentos ricos en vitamina C incluyen frutas y jugos cítricos, pimientos, brócoli, tomates, melones y fresas. Estos también ayudan a aumentar la absorción de hierro.
Y si eres vegetariana/o estricta/o... Los problemas de las anemias comunes suelen venir en muchos casos, como queda dicho, por carencias en la dieta. La vitamina B12 es de origen animal, y por esto, las personas vegetarianas estrictas, que no consumen carne, pescado, huevos ni leche, deben compensar de otro modo su aporte. Es muy importante que consuman un suplemento en forma de píldoras. Además, avena, higos secos, kiwis, lentejas, levadura de cerveza, pistachos y remolacha roja son especialmente ricos en hierro y una fuente clave en una dieta sin alimentos de origen animal o que precise de un suplemento.