Montejurra 1976: uno de los grandes agujeros negros de la Transición. La primera concentración carlista tras la muerte de Franco terminó con dos personas asesinadas: Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos. Dos muertos dos meses después de otros ‘sucesos’, los de Vitoria-Gasteiz del 3 de marzo. En Montejurra latía el surgimiento de un carlismo de socialismo, autodeterminación y autogestión, liderado por Carlos Hugo Borbón-Parma al que se oponía su hermano Sixto, que promovía una movilización reaccionaria que se había puesto del lado de la monarquía de Juan Carlos I, y que según apunta la documentación ahora conocida, recibió el apoyo del aparato del Estado desde el Ministerio de la Gobernación de Manuel Fraga, en un Gobierno presidido por el franquista Carlos Arias Navarro, bajo supervisión de Juan Carlos de Borbón. 

¿Qué grado de amenaza creía el poder tardofranquista que suponía el carlismo socialista frente a un rey puesto por el dictador? Los documentos analizados dejan claros indicios de que había una mezcla de rencor y temor hiperbólicos, del todo coherentes con el ADN del franquismo. De hecho, hay un indicio clave que aporta un mayor contexto histórico: Un año después de Montejurra, con Adolfo Suárez ya presidente a dedo, el Partido Carlista no pudo concurrir a las elecciones generales de 1977 tras no conseguir su legalización.

La fuente

Montejurra, materia de historiadores, añade ahora novedades a partir de documentos que pueden aportar algo más de luz sobre lo ocurrido, donados por un hombre aquejado de “un problema grave de salud” que confirmarían responsabilidades políticas muy serias tras este episodio, algunas avanzadas hace años por el general Sáenz de Santamaría antes de su fallecimiento. En esta ocasión, la fuente prefiere por el momento preservar su anonimato y ha declinado conceder una entrevista a este periódico, en una propuesta trasladada a través de la propia formación carlista. 

En su relato de lo sucedido, que este mediodía ampliará el Partido Carlista en una rueda de prensa en Pamplona, el donante de estos papeles aporta dos testimonios manuscritos además de informes de la etapa de José Ruiz de Gordoa como gobernador civil de Navarra en la primavera de 1976. La fuente pone en el foco central a Fraga y al hoy rey emérito, convencida, afirma, de que este último “estaba al tanto de toda la trama”.

Tres “soluciones”

Hay algo evidente en esa documentación. Montejurra preocupaba. El 5 de enero de 1976, Ruiz de Gordoa envió a Fraga, que además de ministro era vicepresidente para Asuntos de Interior, un informe sobre los antecedentes históricos de la concentración, que incluía un resumen sucinto de las 13 últimas ediciones. 

Al final del documento Ruiz de Gordoa, afirma que el acto de 1976 “adquiere aristas punzantes por tratarse de una concentración subversiva de claro matiz huguista, en contra del Rey D.Juan Carlos I”. Y plantea dos posibles “soluciones” además de la de denegar la concentración. La primera, autorizar “el acto subversivo contra S.M”, “confinando” la concentración “a la campa de Irache y a la cima de la montaña”. La segunda, autorizarlo “actuando sobre los líderes del tradicionalismo para rescatar el significado histórico de Montejurra con una afluencia masiva de tradicionalistas”. 

Ruiz de Gordoa considera esta última la opción “lógica”, pero advierte que “encuentra muchos obstáculos”. El primero, que “es muy difícil movilizar a tradicionalistas con deseo de recuperar Montejurra. Cuantas gestiones se han realizado en años anteriores no han dado resultado, por no encontrar responsables”. Además, añade, “en torno a Montejurra acuden grupos armados (...) y cualquier acción reivindicativa de los principios en los que se inspiró la Hermandad Penitencial podría traernos consecuencias imprevisibles”.

Comida secreta con Sixto 

Tres meses y medio después, en una carta fechada el 21 de abril (el día está escrito a mano y el resto mecanografiado), Ruiz de Gordoa trasladó a Fraga la síntesis de lo hablado durante una comida secreta de tres horas en una habitación de un céntrico hotel pamplonés a la que acudieron Sixto de Borbón-Parma, José Arturo Márquez y el propio Ruiz de Gordoa. Primera conclusión: “Don Sixto mostró su total acatamiento a la persona de S.M el Rey D.Juan Carlos I y su único deseo de servicio de servir con dignidad a la patria a través del carlismo, sin plantear ningún problema a la Monarquía nacida al amparo de nuestro Estado de Derecho”. Asimismo, “se manifestó totalmente opuesto a la orientación marxista de su hermano, al que consideraba incapacitado para ser abanderado del carlismo por haber subvertido sus principios”.

El “planteamiento” sobre Montejurra trasladado al gobernador civil lo condensó Ruiz de Gordoa en siete puntos, dos de ellos muy reveladores en forma y fondo: “Presencia masiva de tradicionalistas de toda España perfectamente organizados para responder a cualquier planteamiento huguista”. Y “caldeamiento de ambiente con alto sentido patriótico”, desde la Campa de Irache, “en defensa de la auténtica tradición y en contra de la orientación marxista” del Partido Carlista. 

Como conclusión final, Ruiz de Gordoa consideraba “positiva” la entrevista, y “plausible” la “orientación de encauzar el carlismo rescatando Montejurra”. También le parecieron “muy positivos los planteamientos de servicio a la Patria, sin presentar ningún problema dinástico y ante todo acatando a S.M el Rey D. Juan Carlos I”. Ruiz de Gordoa aseguraba a Fraga, al que ya había anticipado la reunión por teléfono, haber actuado “de acuerdo con tus orientaciones sin comprometerme a nada, pero mostrándoles el deseo de ayudarles en la tarea de servicio a la Patria que apuntaban”. El gobernador se despedía con “un fuerte abrazo de tu buen amigo que queda a tus órdenes”. 

“Confidencial” 

Entre los papeles cedidos destaca un documento “con una tarjeta de Manuel Fraga Iribarne”, según señala la fuente. Una “nota reservada y confidencial”, sin fecha, denominada “OPERACIÓN MONTEJURRA TRADICIONALISTA”, donde se promueve la participación de manifestantes “que tengan el común denominador de lealtad a S.M el Rey DON JUAN CARLOS I”. 

Dicha nota parece una respuesta a las peticiones de Sixto de Borbón-Parma y Arturo Márquez del Prado. Pese a que se señalaba como “premisa esencial” “contemplar” la asistencia de los “tradicionalistas” “como concentración totalmente pacífica”, y se reclamaba una “actitud pasiva” a los movilizados, el documento presupuestaba la distribución de “2.000 garrotas de campo y 6.000 brazaletes”, preveía el aumento de ambulancias “en proporción al número de los expedicionarios que se prevén”, y encomendaba la responsabilidad de la operación a Miguel Fagoaga, Ricardo Larrainzar, un “representante de la Hermandad del Maestrazgo”, organización monárquica, y a Ramón Merino en la “dirección política”. Y la “ejecución” a Miguel Ángel Foruria, Emilio Marín y “otro representante de la Hermandad del Maestrazgo”. Precisamente Fagoaga y Merino eran dos de los apellidos que citaba otra carta confidencial a Ruiz de Gordoa, firmada por el director General de Seguridad Víctor Castro el 19 de abril. Castro creía que se iba a producir en Montejurra “un enfrentamiento” que “puede ser conveniente, pero tenemos que evitar que llegue la sangre al río”. 

La nota reservada parece diseñada para lo contrario. Presupuesta y organiza la movilización de 4.650 de “tradicionalistas” de la llamada Unión Nacional Española, presidida por el exministro franquista Gonzalo Fernández de la Mora. Y un millar de “asistentes navarros que aunque no figuran encuadrado, en potencia, son de UNE”. La movilización de asistentes era clave. Según dicha nota, “como hasta la fecha, la Hermandad de Maestrazgo no ha contestado de forma definitiva (..) y la Hermandad de Tercios de Requetés puede aportar pocos efectivo, se hace el cálculo a la vista, únicamente, de conexiones efectuadas con los Tradicionalistas encuadrados en UNIÓN NACIONALESPAÑOLA”. El resultado, 93 autobuses procedentes de una veintena de provincias, que la misiva propone que sufraguen los Gobiernos Civiles. 

El cálculo era movilizar a 4.650 asistentes de fuera de Navarra, para los que se consignaba una dieta de 750 pesetas por cada uno. Casi 3 millones y medio de presupuesto, a los que había que sumar 200.000 en boinas rojas, otras 200.000 en “garrotas de campo”, 300.000 en brazaletes, y un millón y medio “como depósito y gastos a justificar, para la organización”. En total, 5.687.500 pesetas, sin contar los autobuses. Aquella Unión Nacional Española de Gonzalo Fernández de la Mora ingresaría en la AP de Fraga fundada en ese mismo 1976. “Navarra es cuna del Alzamiento Nacional y por eso mismo matriz del Estado del 18 de julio”, había dicho el susodicho en la inauguración del pantano de Eugi en 1973, siendo ministro franquista de Obras Públicas.

“Saludo del rey”

La misma fuente que ha donado estos documentos afirma haber sido testigo presencial el 8 de mayo, víspera de la concentración en Montejurra, de otra comida en Pamplona en la que, entre otros, estuvieron presentes Ruiz de Gordoa y Ramón Merino, miembro de Unión Nacional Española, la persona a cuyo nombre estaban reservadas 20 habitaciones en el hotel Irache de Estella para esa noche desde el propio Gobierno Civil, según declaró el propio Ruiz de Gordoa al fiscal de la Audiencia Territorial el 29 de mayo de 1976. La misma fuente documental afirma que en el transcurso del café, Merino hizo una llamada telefónica. Al otro lado del teléfono, el interlocutor quiso saludar a Ruiz de Gordoa. Se trataba, asegura, de Juan Carlos I, que “despachaba diariamente” con Merino. 

Cuatro días antes, el 4 de mayo, Ruiz de Gordoa había enviado una “orden extraordinaria para los servicios”. “Es el primer Montejurra del reinado de S.M. D. Juan Carlos I”, recuerda. “Por ello, cobraría mayor gravedad el matiz contestatario de años anteriores ya que ahora sería contra S.M el Rey, jefe del Estado español”. En esa misiva, prevé “como más probable” que “el sector ortodoxo intente recuperar la hegemonía”, que se concentre “un número considerable de seguidores “–algunos de ellos–ex-combatientes, portadores de armas o simplemente otros con las clásicas garrotas de campo”, y que “no se descarta que en algún momento puedan efectuarlo por la fuerza”. 

Horas antes del almuerzo de Ruiz de Gordoa con Ramón Merino, el Ministerio de Asuntos Exteriores, en nombre de “Su Majestad el Rey” había otorgado el 7 de mayo a Ruiz de Gordoa la Gran Cruz de Isabel la Católica. El 14 de mayo, Fraga envió a Ruiz de Gordoa las credenciales para hacer efectiva la distinción. “Un cordial saludo de tu buen amigo, quien de nuevo te agradece los muchos y difíciles servicios prestados”, se despedía el ministro. 

Balance del gobernador

Al día siguiente, Ruiz de Gordoa remitió un nuevo informe a su “respetado” y “querido amigo” ministro a modo de balance y contexto: 

“Ante los fallidos intentos de recuperar Montejurra durante las ediciones de 1973, 1974 y 1975 por inoperancia e incapacidad del tradicionalismo, se nos plantea el ‘Montejurra 76’ erizado de dificultades, pues los Zabala, Zubiaga, Zufía, Marchelina, etc. ejercían unas actividades agresivas que suponían una ofensiva contra nuestro Rey. D. Juan Carlos I que no se podían tolerar”. “La recuperación de Montejurra era un problema que interesaba a todos los niveles, pues el reto a S.M el Rey D. Juan Carlos debía tener respuesta adecuada”, afirmaba Ruiz de Gordoa en los preliminares. Si bien a continuación recordaba que en el informe que había enviado el 5 de enero ya exponía que “la presencia de grupos armados y revolucionarios podían acarrear consecuencias imprevisibles”. 

Entre las consecuencias finales que redactó el gobernador civil, hay cuatro especialmente subrayables:

“El enfrentamiento no debió pasar de la garrota de campo, considerando un hecho desgraciado el disparo de la Campa”, afirma en el punto noveno. “No encuentran justificación alguna los disparos de la cima que acabaron con el Montejurra 1976” dice a continuación. “El ambiente de Navarra se ha agudizado en beneficio de la subversión que incrementará la agitación que hasta el momento estaba atenuada”, observa en el punto duodécimo. Montejurra 1976, afirma después, “pasará a la historia como el primer enfrentamiento serio con el huguismo, que hasta ahora campaba por sus respetos (...) Pero llevará la mancha de la violencia por parte de varios desequilibrados e insensatos”. 

Ruiz de Gordoa dejaba para el final una reflexión sobre las responsabilidades: “La prensa arreciará las peticiones de aclarar los hechos y se exigirá las responsabilidades del momento. Sin embargo, de Montejurra, se debería exigir responsabilidades desde la década de los 60 en que se quemó la efigie de Franco en la plaza de Estella y los líderes huguistas transformaron un acto religioso conmemorativo en acto de oposición al entonces Príncipe de España y hoy S.M. el Rey D. Juan Carlos I. Al mismo tiempo deben exigirse responsabilidades a los protagonistas de los graves sucesos”. Con esa última frase terminaba el informe, en el que califica de “fracaso total de la convocatoria de Montejurra por parte del tradicionalismo ortodoxo” y de “presencia de elementos ajenos al tradicionalismo”. 

Último apunte: entre la documentación donada al Partido Carlista hay también un papel manuscrito sin firmar. Un borrador con tachones, del cual no consta que se pasara a limpio y se enviara a su destinatario. El texto aparece escaneado a continuación de la misiva de Fraga a Ruiz de Gordoa sobre las credenciales de la Gran Cruz de Isabel la Católica. Decía así a partir del segundo párrafo:

“Te agradezco la generosidad y sensibilidad al concederme esta condecoración que se debe a tu iniciativa. 

Me ha parecido oportuno no darle publicidad para evitar que se pueda relacionar por los malintencionados con los acontecimientos de Montejurra y la discreción debe ser una virtud insoslayable al puesto de responsabilidad que ocupo. 

Al decirte que me ha producido gran ilusión quiero testimoniarte mi más inquebrantable lealtad a tu persona y a la proyección política en que en que todos estamos empeñados bajo tus gratas órdenes. 

Un fuerte abrazo, lleno afecto de tu buen amigo que queda a tus órdenes”.

El 6 de junio Ruiz de Gordoa fue cesado como gobernador civil y jefe provincial de Navarra. Su nombramiento como nuevo gobernador civil de Sevilla ya era público. Fraga fundaría Alianza Popular en octubre de ese año.