illadangos del Páramo es un pequeño municipio a veinte minutos de León. Casas bajas con ladrillo a la vista, camionetas de venta ambulante y olor a purines de granja. Lo típico de esta zona. Pero hay algo que huele realmente mal, y es la manera en que su Ayuntamiento ha venido tratando a las familias de los 85 fusilados republicanos que hay en el cementerio.
Los asesinatos se produjeron entre septiembre y octubre del año 36 en un lugar donde no hubo frente de guerra, y entre las personas asesinadas hay una mujer. El modus operandi de los falangistas consistía en encargar los asesinatos de sus vecinos a una escuadra de otro pueblo.
Hay tres tandas de asesinatos en Villadangos. Son tres grupos, en total son unas 85 personas. Los 71 que está buscando la Asociación para Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) fueron asesinados en el mismo sitio. Lo que cuenta la gente es que los iban trasladando desde un camino donde los mataban, y los fueron llevando al cementerio, con la ayuda del párroco.
Este hecho es poco habitual, ya que la mayoría de los fusilados republicanos permanecen todavía enterrados en las cunetas donde los dejaron. El comportamiento de los vecinos de Villadangos en 1936 fue ejemplar. Hoy en día no podríamos decir lo mismo, porque en agosto de 2021 se votó en contra de la exhumación, en un pleno vecinal que ha sido declarado ilegal posteriormente. El pasado 24 de febrero, finalmente, comenzaron las labores para intentar encontrar los restos de algunos de los fusilados, tan solo unos pocos de los 71 que está buscando la ARMH.
Emilio Silva (Elizondo, 1965), presidente de la ARMH, compara lo ocurrido en Villadangos con la mítica película Conspiración de silencio, de John Sturges, en la que los vecinos de un pueblo se confabulan para ocultar un crimen. Y es que el boicot a las familias de los represaliados enterrados en Villadangos es algo que viene de lejos. Antes incluso de la muerte del dictador, ya se intentaba disuadir a las familias que se acercaban a preguntar por sus seres queridos. Desde instancias municipales se les decía que habían quemado los cuerpos, o que los habían cambiado de sitio. Versiones diferentes con un objetivo común: desalentar a las familias, hasta que se vayan muriendo los testigos y su descendencia.
La ARMH tenía todo preparado para realizar esta exhumación en la primavera pasada, lo cual habría permitido cumplir su sueño a Rufino Juárez, que tenía 86 años y llevaba toda la vida peleando por sacar de ahí a su padre. Pero Rufino murió en agosto de 2021 a causa de las trabas burocráticas y los retrasos injustificables.
Si en la dictadura era difícil recibir ayuda por parte del Ayuntamiento de Villadangos, las cosas tampoco cambiaron al llegar la democracia. En los años 90, el Ayuntamiento dio un paso más en su estrategia de ocultación de los hechos, y realizó obras en el cementerio municipal. Se trataba de una ampliación del camposanto, en varios metros concretamente sobre el muro junto al que estaban enterrados los fusilados. Podría haberse hecho de otra manera, pero se hizo construyendo nuevos nichos encima de la fosa de los republicanos. ¿Fue un despiste? “Es imposible que el Ayuntamiento no conociera la existencia de esa fosa, porque venían familiares todos los años a poner flores allí”, explica Silva.
El resultado de aquellas obras en el cementerio consiguió su objetivo de impedir el derecho de reparación de las familias, al menos parcialmente, ya que va a ser imposible exhumar la mayor parte de los cuerpos. Tan solo quedan algunos huecos en los pasillos del camposanto, y ahí es donde se está excavando.
Para conceder el permiso de exhumación, el Ayuntamiento de Villadangos ha exigido incluso un informe de impacto ambiental, “como si fuéramos a montar una estación petrolífera”, dice Emilio Silva.” Han intentado por todos los métodos impedir que fuéramos. Nos han pedido un informe de obra mayor, como para construir una casa, y lo que vamos a hacer es un agujero en el suelo. Y al final de todo el proceso, como ya no podían detenernos, se sacaron ese referéndum de la manga como último obstáculo. Esto ha sido delictivo. La secretaria municipal, que es la figura del Estado en el pueblo, al final solo nos pidió un documento, que era una declaración de responsabilidad, es decir, que si dañamos algo somos responsables. Eso es lo único que legalmente nos podían haber pedido, y es lo único que llegó con la firma de la secretaria municipal. Todo lo demás nos había sido firmado por el alcalde. Es una prevaricación de manual. Al exigirnos un informe ambiental, el mensaje es algo como que desenterrar rojos contamina.
Desde la ARMH aseguran que han tenido alcaldes que les ayudan con más o menos alegría, pero en 21 años jamás se habían enfrentado tantos obstáculos. “Todo tiene que ver con la cantidad de mentiras que les han contado a los vecinos, como que los cuerpos los quemaron. El alcalde les ha dicho en su cara que no hay nada que buscar”
En agosto de 2021, el Ayuntamiento de Villadangos cruzó una línea que ningún otro había traspasado al celebrar un pleno vecinal para decidir si la exhumación debía realizarse o no. Y los vecinos dijeron “no”. ¿Cómo pudo ocurrir tal disparate? “Esto pasa porque el Gobierno estatal ha dejado en manos de los ayuntamientos y de las asociaciones una responsabilidad que es suya”, dice Emilio Silva. “Imaginemos que una víctima del terrorismo vive en un pueblo, y alguien del pueblo decide votar contra la reparación a la que tiene derecho. Lo que ha ocurrido es más grave, porque la reparación no la va a dar el Estado. Lo triste es que, en lugar de mantenerse al margen, el Gobierno asesoró presuntamente a un concejal del Ayuntamiento de Villadangos sobre esa votación a través de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, y eso es gravísimo”.
Posteriormente, la Junta de Castilla y León anuló la decisión del pleno municipal. Porque los derechos se cambian en los parlamentos, no en las juntas vecinales ni en los ayuntamientos. “Ese concejal, que es el teniente de alcalde, estaba prevaricando”, aseguran desde la ARMH.
La periodista Olga Rodríguez tiene a su bisabuelo enterrado en la fosa común de Villadangos. Su familia proviene de una localidad cercana, Mansilla de las Mulas, como las familias de otros represaliados que acabaron en la misma fosa. Olga sabe bien lo que es una guerra, y estuvo a punto de morir en el Hotel Palestina de Bagdad, donde el fuego norteamericano mató al operador de cámara José Couso. Aunque ella le quita importancia, lo cierto es que Olga ha sido un pilar fundamental para congregar a más de veinte familias en torno a un chat.
La exhumación de Villadangos le debe mucho a Olga Rodríguez, porque ella viene con la lección aprendida de casa. Y es que, al contrario de lo que es habitual, en su familia se hablaba sobre el tema, y escuchaba las historias de la guerra desde niña. “Yo nací en 1975, y en mi familia se hablaba. Sabíamos que era de puertas para adentro. Mi madre estuvo preguntando en el pueblo, Mansilla de las Mulas en este caso. Allí todos sabían quiénes eran”.
El abuelo de Olga fue una persona muy importante para ella. “Tenía mucha personalidad, y al mismo tiempo era muy apasionado, muy emocional. Estaba marcado por los hechos. Él me contó la historia de la familia. A mí me interesó siempre, desde niña. Pero en este país, hasta que no se empieza a hacer recopilación de los crímenes mucho más adelante, no se sabía.
En el año 2000 , cuando el movimiento memorialista empezó con las exhumaciones, no se conocía la envergadura de la represión. Los números se reúnen más adelante, toda esa documentación es a posteriori. “Yo desde niña -prosigue Olga- ya preguntaba mucho a mi abuelo, a mis tíos abuelos, y luego ya en la adolescencia empezó a preguntar a gente del pueblo. Y en la primera adolescencia también, cuando empecé a ser periodista”. Eso le permitió hablar con personas que ya eran muy mayores por aquel entonces, y que le dieron datos sobre lo que ocurrió: “La persecución, sacar gente de sus casas por no haber apoyado un golpe de estado. ¿Qué es lo que ha marcado la diferencia? Que en un momento dado, las familias empiezan a encontrarse, y la unión hace la fuerza. Ha sido un proceso de reparación maravilloso”.
Al terminar la jornada del viernes, el equipo arqueológico reunió a los familiares en torno a la fosa para explicar los pormenores de su trabajo. Un familiar pregunta, con cierta urgencia, cuánto tiempo tardarán en contrastar el ADN. La cosa no pinta bien, porque la extracción de ADN para la identificación va a ser todo un reto, ya que el terreno es muy húmedo, y el material genético está muy degradado. “Si no encontramos dientes, va a ser difícil encontrar ADN”, explicaba la antropóloga forense Laura González desde el interior de la fosa ante las preguntas de un enjambre de familiares que llegaron a Villadangos desde toda España. El pasado fin de semana se celebraron distintos actos conmemorativos en León, y un acto de desagravio en el pueblo, en el mismo espacio donde tuvo lugar aquella infame votación que intentaba recortar el derecho al luto de las familias. En ese mismo lugar se leyeron los nombres de todos los fusilados.