añana viernes llegará a los cines la recomendable y emotiva película vasca Aita Mari. El título del film es el nombre de un barco con fin humanitario, un atunero que había sido destinado al desguace. Sin embargo, Iñigo Mijangos e Iñigo Gutiérrez, dos miembros de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), tienen una idea: transformar el pesquero en un barco de rescate para salvar a personas refugiadas que naufragan en el mar Mediterráneo.
El documental narra la odisea, de más de dos años de duración, de la nave, desde su reconstrucción hasta la culminación del primer rescate de 80 personas que iban a morir si el Aita Mari no hubiera estado allí porque la zodiac se había quedado sin motor.
Pero, ¿quién fue Aita Mari? Y, ¿por qué la ONG rebautiza al atunero Stella Maris Berria como Aita Mari? La razón no es menos humanitaria e, incluso, en esa misma línea de ayuda. Mari fue José María Zubia Zigaran. De hecho, existe una biografía en formato de libro en el que sus dos autores, Javier Carballo y Xabier Alberdi, aseguran que tras las investigaciones efectuadas no hay rastro de que a este hombre se le llamara Aita Mari. Desconocen el porqué del aita cuando en vida, al parecer, nadie lo llamaba así. De hecho, tampoco fue sacerdote, por si venía por ahí.
Zubia nació el 18 de marzo de 1809 en Zumaia y falleció el 9 de enero de 1866 en Donostia. Fue un arrantzale y pescador que se convirtió en un héroe popular del momento en Euskadi por los salvamentos marítimos que realizó. Tras su muerte, se convirtió en un símbolo de los pescadores vascos y especialmente de aquellos puertos con los que estuvo más relacionado como son los dos citados.
Mari -como todos lo llamaban- llegó al mundo en el seno de una modesta familia de pescadores. Ya desde niño pequeño se dedicó a faenar en la mar. En su juventud, hacia 1830, se enroló en un mercante que comerciaba con América, lo que le permitió ganar algo de dinero. Veinte años después, con el capital ahorrado, compró una lancha de pescadores y se estableció como patrón de pesca de bajura en el puerto de la incomparable bahía de Donostia. Por aquel entonces, la pesca de bajura se realizaba en pequeñas embarcaciones a vela y remos conocidas como txalupas.
Fue en el desempeño de su trabajo como patrón donde comenzó a hacerse famoso en Donostia y el resto de la costa vasca. La razón, muy loable: por la ayuda que prestaba desinteresadamente a otros compañeros en situaciones difíciles durante las tormentas que sorprendían en la mar a los pescadores.
Su embarcación siempre estaba dispuesta para prestar pronto y eficaz auxilio al extraviado y al náufrago. Se hizo especialmente famoso por el rescate que comandó el 22 de julio de 1861 cuando una tremenda galerna se levantó de forma súbita en la costa guipuzcoana. Desde la capital del territorio histórico se vio cómo una lancha había naufragado y cuatro de sus tripulantes se debatían entre la vida y la muerte. Sin embargo, las enormes olas hacían que nadie se atreviera a partir a socorrerlos.
Nadie salvo Zubia. El zumaiarra formó un bote con nueve voluntarios y se lanzó al rescate de los marineros de la lancha San José. El bote patroneado por Mari logró rescatar a los tres tripulantes del barco que lograron aguantar hasta que llegó el rescate. Por este acto, el intrépido arrantzale y sus no menos valientes compañeros obtuvieron la Gran Cruz de la Beneficencia de la Marina.
Un lustro después, el 9 de enero de 1866, se desató otra terrible y súbita tormenta. Zubia no dudó y partió del puerto donostiarra en su barco para rescatar a pescadores de dos txalupas (Elkano 1 y Elkano 2) que trataban de entrar en la bahía de la Concha. Cuando había logrado poner a salvo en su bote a todos los náufragos, un golpe de mar les arrastró y desaparecieron sepultados por el agua salada para siempre. La muerte de Zubia y resto de presentes ocurrió ante numerosa gente que presenciaba el rescate desde la costa. Ese día, fallecieron 38 pescadores por la tormenta.
Las hazañas de Mari y su trágica muerte dejaron una gran conmoción. En su honor, Donostia erigió un busto en el muelle del puerto pesquero para perpetuar su memoria. La escultura es obra del mallorquín Matheu. Junto a ella se podía leer un texto en euskera en el que sí se le citaba como “aita Mari”, quizás por su labor de protección hacia otras personas. En la leyenda se aseguraba que Zubia robó infinidad de vidas a la mar y la mar en su rabia se lo tragó a él como pago.
En 1900, el busto se sustituyó por un monumento de mayores dimensiones, que es el que hoy en día se puede ver en el puerto donostiarra. En el nuevo texto, vuelve a desaparecer el aita. “Mari, dio usted su vida queriendo salvar a los náufragos, y hoy tiene, ensalzado como su tumba, el gran mar. Duerma con el sonido de las olas profundas, oh, hombre adorable: Honradas con su gloria Donostia y el Cantábrico”.
El antiguo busto fue donado a un sobrino de Mari, quien a su vez lo entregó al municipio de Zumaia. El ayuntamiento colocó la escultura ese año en un chaflán del edificio de las escuelas de la bonita localidad costera, donde hoy en día todavía puede visitarse. El ayuntamiento de Donostia le dedicó adicionalmente en 1917 una calle cercana al puerto, la antigua Kaiaurreko kalea o vía frente al muelle, que fue rebautizada como Mari kalea. Varios negocios ubicados en el entorno llevan como nombre Aita Mari.
En Zumaia su nombre sigue estando también muy presente. Una calle del casco viejo fue llamada Mari kalea. De igual modo, una barriada moderna fue bautizada como Aita Mari en su honor. El campo de fútbol también es conocido como el barco que a día de hoy rescata vidas en el Mediterráneo y protagonista de la película documental dirigida por el donostiarra Javi Julio. De hecho, el cine del pueblo se llama Aita Mari, como el club de remo local, fundado en 1975.
Preguntado sobre los auxilios que Zubia llevaba a cabo, el director del documental dice: “Me parece una actitud acojonante”, y lo argumenta con las siguientes palabras. “Fue un hombre que en días de galerna se echaba a la mar cuando el resto buscaba puerto donde estar seguro. Él, entonces, iba a socorrer a quienes naufragaban”, recalca.
Esa misma misión que hoy cumple el atunero jubilado fue años atrás asunto de Estado del Gobierno de Sánchez, que en principio no permitió al Aita Mari llevar a cabo su objetivo, pero, como se ve en el documental, PNV y EH Bildu apoyaron esta actividad en Madrid. En pantallas de cine, mañana viernes 3 de diciembre.
José María Zubia fue célebre por la ayuda que prestaba a otros arrantzales incluso a riesgo de su propia vida en mitad de la galerna