l PSC de Salvador Illa capitaliza el derrumbe de Ciudadanos. Esquerra se enfrenta a un profundo dilema en su estrategia de alianzas, con un independentismo en alza. Sánchez sale fortalecido y Casado, debilitado.
Tres fuerzas en un puño. Algo espectacular desde un punto de vista informativo, pero una situación muy difícil para la gobernabilidad. Al PSC no le hace sombra ningún partido estatal. Resultado importante. Obtiene 33 escaños, si bien por debajo de los 36 de Ciudadanos en 2017. Recoge una buena bolsa de antiguos votantes del partido naranja que han optado ahora por la modulación que representa Illa. Tal vez la mudanza responde a la percepción de que la unidad de España no está en peligro, y que hay necesidad de acuerdos. La beligerancia permanente ha agotado a un sector de votantes de Ciudadanos, los que han votado socialista o los que se han quedado en casa.
Segunda fuerza: ERC supera a Junts. Cumple un objetivo clave para sus intereses. Ahora tiene que decidir su estrategia de alianzas. ERC y Junts se reparten gran parte de la tarta independentista, pero suman juntos en escaños casi el doble que el PSC. Un PSC que si mira a su bloque se encuentra con 11 escaños de Vox como referencia inmediata, lo que debilita también la fortaleza del bloque contrario a la independencia. En este contexto, cualquiera de las combinaciones para formar Govern son inciertas, primero, porque en ninguna habría una fuerza claramente hegemónica. Segundo, porque en el caso de un tripartito con ERC y el PSC, ambos deberían tener una hoja de ruta muy madura. Una alianza de alto riesgo para que Esquerra consolide su hegemonía a futuro cuando el independentismo goza de una estupenda salud. Pero también arriesgada si ERC decide volver a pactar con Junts per Catalunya, visto lo visto. Una fórmula aún más inestable si se suman los escaños de la CUP, que ha recuperado mucha fuerza, y ha pasado de 4 a 9 escaños. Un amigo me escribe con sarcasmo al inicio del recuento: "Si pactara ERC con el PSC, ERC se hundiría en la miseria; si pactase con Junts nos hundiría a todos". La frase dibuja el laberinto de la política catalana, que en todo caso subraya más su inclinación hacia la izquierda.
Dicen que el cerebro presta menos atención a las ideas que nos contradicen. Para quien el independentismo catalán es un fenómeno fastidioso e incomprensible, las neuronas pueden haberles jugado de nuevo una mala pasada en sus quinielas. El independentismo mejora los resultados de 2017 tras la sentencia del procés, de 70 escaños a 74 escaños. Subida relevante. Junts aguanta, se queda en la tercera posición, pero venía de una ruptura con el PDeCAT. Laura Borràs ha funcionado como candidata. Puigdemont sigue siendo un referente para una parte importante de la sociedad catalana. El contraste con el resultado cosechado por el PDeCAT apoyado por Mas deja clara la evolución de la política catalana ha triturado el espacio que tradicionalmente representó CiU. El contraste con la sociología vasca es enorme, y en ese sentido, el PNV se queda en una cierta orfandad asociativa. El antaño partido hermano hace tiempo que no existe. No es cuestión de siglas, es que ese espacio definitivamente ha mudado, y ni los intentos de Chacón ni de Pascal han fraguado. Por el contrario, EH Bildu sale vitaminada de su alianza con ERC.
La apuesta por Illa ha salido bien a Pedro Sánchez, pero el presidente del Gobierno español debería hacer una lectura global y de historia comparada. Si tomamos por ejemplo, la referencia del primer tripartito de Maragall en 2003, el PSC entonces obtuvo 42 escaños. El conflicto catalán existe, es un hecho, y no se va a resolver con relato, que es la forma más cómoda y superficial de hacer política. Lo de ayer es otro recordatorio, y van muchos, de que la altura de miras, la audacia y el riesgo son imperativos para esta situación. El indulto será un paso, es previsible, pero no puede ser el único. Mientras tanto, sudores fríos para Casado. El Partido Popular se diluye en Catalunya. El sorpasso de Vox es un golpe duro. Abascal se sentirá henchido y redoblará su estrategia. En el Parlament tendrá un nuevo escenario para proyectar su ideología y talante. La extrema derecha es un problema estructural, por más que esta realidad nos inquiete o cuestione. Su ascenso debe inquietar al conjunto de quienes se sienten demócratas, y no digamos progresistas. A todos nos exige clarividencia y solidez. A la izquierda que presume de antifascista también, porque hay estrategias que lejos de erosionar a Vox lo alimentan.
De aquella manifestación de Colón hace dos años, UPyD ya no existe, y Ciudadanos tiene trazas para que no sea descartable su desaparición a medio plazo. El golpe en Catalunya es tremendo para Inés Arrimadas. La avería del partido es enorme. Hace dos años y medio, en agosto de 2018, Rivera y Arrimadas retiraban lazos amarillos en comandita. Hoy el primero está dimitido y Arrimadas, que dejó el Parlament en mayo de 2019, se deshace. Ciudadanos nació desde Catalunya y entra en frase crítica desde Catalunya. De 36 escaños a 6. De ser primera fuerza a antepenúltima. El candidato Carrizosa tiene una cuota de responsabilidad, pero ni mucho menos toda.
En 2017 los partidos republicanos consiguieron 78 escaños. Ahora son 82. La Zarzuela se visibilizará ahora en Catalunya también en cada alegato que hagan los 11 parlamentarios de Vox. Un problema más para la imagen de Felipe VI, en Catalunya y en el conjunto del Estado.