El presidente del PP guipuzcoano, Borja Sémper (Irun, 1976) cerró ayer una etapa de 25 años que arrancó en los años en los que ETA asesinó entre otros a Gregorio Ordóñez y que concluye con su salto a la empresa privada después de sonar para la dirección popular si Soraya Sáenz de Santamaría hubiese ganado las primarias. Año y medio después, Sémper irá a Madrid. El camino será otro.
Así lo anunció en una rueda de prensa en la que puso fin a una trayectoria que empezó con 17 años, cuando se afilió a las Nuevas Generaciones. En aquellos años dos asesinatos influyeron en el ideario y el discurso de Sémper: el de Gregorio Ordóñez -al que ayer, a escasos días del 25º aniversario de su asesinato, volvió a reivindicar- y el de Miguel Ángel Blanco, a cuya generación política pertenece, como Antonio Basagoiti, Arantza Quiroga e Iñaki Oyarzábal, entre otros.
Fueron años en los que bajo la dirección de dirigentes como Jaime Mayor Oreja, María San Gil y María José Usandizaga -antecesora de Sémper al frente del PP guipuzcoano-, el hasta entonces concejal de su Irun natal progresó dentro del PP de la Comunidad Autónoma Vasca. En 2003 fue elegido parlamentario en Gasteiz y seis años después, líder de los populares del territorio. Con ETA aún activa, la promesa de trabajar por que “quienes apoyan a ETA queden fuera de las instituciones” centró su discurso inaugural.
Sémper, contra quien la organización armada planeó atentar cuando estudiaba en la Facultad de Derecho de la EHU/UPV en Donostia, recordó ayer que 15 de esos 25 años los vivió con escolta: “En buena medida gracias a ellos puedo dar esta rueda de prensa”.
“Nadie podrá decir que he hecho de esta circunstancia dramática una bandera, pero puedo decir que una y mil veces volvería a comprometerme por la democracia, la convivencia y la libertad”, aseguró Sémper, que quiso subrayar que, “poco o mucho, la labor de los políticos de esta época ha contribuido a que podamos vivir sin terrorismo, en convivencia, a que nuestras prioridades como ciudadanos en el País Vasco sean las de cualquier otra comunidad”.
Con la marcha del entonces presidente del PP en la CAV, Antonio Basagoiti, a la empresa privada, Arantza Quiroga nombró a Sémper portavoz del PP en la Cámara en 2013. A la par, el presidente popular adquirió mucha proyección mediática y se convirtió en un habitual de tertulias políticas de canales como LaSexta y Telecinco, desde las que criticó a su partido ante el recién estallado caso Gürtel.
Era un valor al alza. Desde el territorio histórico intentó frenar el descenso del PP. Buscó mantener el escaño en el Congreso en 2015 y en 2016, pero bajó de los 50.000 a los 34.000 votos y el PP guipuzcoano perdió su representante en Madrid. La caída siguió en 2019.
Hace cinco años, durante el enfrentamiento interno por las designaciones electorales, Sémper empezó a reconocer en público que llevaba un tiempo pensando en dimitir: “Aunque la política parezca un chollo, cualquiera que conozca algo sabe que es un desgaste importantísimo”.
Esta hipótesis ha planeado en su vida en los últimos años, en los que ha formado familia con la actriz Barbara Goenaga, presente ayer en una comparecencia en la que Sémper reconoció que había tenido otras ofertas laborales anteriores.
Choques con Génova El hasta ahora portavoz del PP en el Parlamento insistió en desvincular su decisión del rumbo de Génova, donde Soraya Sáenz de Santamaría -también en la empresa privada y con quien Sémper ha hablado tras decidir dejar la política- contaba con él en caso de derrotar a Casado en verano de 2018.
Los choques con Génova se han repetido. Uno de los más sonados fue cuando la dirección popular expedientó al juntero Juan Carlos Cano, que se equivocó en una votación de la comisión de Derechos Humanos de las Juntas.
“Hoy, después de días en los que le han llamado de todo, mi partido le abre un expediente. Supongo que para aclarar si es connivente con ETA. A estas alturas”, lamentó Sémper, que a cuenta del pasado violento en Euskadi tuvo otro encontronazo con la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Cayetana Álvarez de Toledo, después de que esta les acusara de ser tibios ante el nacionalismo vasco: “Mientras algunas caminaban sobre mullidas moquetas, otros nos jugábamos la vida”.
Fue en la convención del PP vasco en Gasteiz, donde quedaron diluidos buena parte de los proyectos de los conservadores de la CAV. La línea de la dirección de Casado choca con el anhelo de parte de los populares guipuzcoanos de convertir el PP de la CAV en una suerte de UPN. Nada se supo desde septiembre de la “personalidad propia del PP vasco”.
Sémper, cuyos resultados en Donostia habían insuflado cierto aire a ese PP vasco que busca un discurso tras el adiós de ETA, vio impuestas la plancha para las generales de 2019, cuando Casado eligió a Iñigo Arcauz. En noviembre mantuvo apuesta. La dirección de Gipuzkoa trató de impedirlo. Sin éxito.
El ya expresidente insistió ayer en desligar su decisión de este contexto de poca sintonía con Génova y anunció que su carrera política concluye por una oferta del sector privado. Ironías del destino, terminará en Madrid, adonde hace no tanto la política le pudo haber llevado.