Algunos lugares tienen un especial significado en la construcción de las ideologías. Y pocos espacios encarnan con mayor claridad el espíritu abertzale que el punto exacto del callejero de Bilbao donde nació el padre del nacionalismo vasco, Sabino Arana. Sabin Etxea, “la casa que guarda nuestros valores”, según el PNV, ha sido testigo de las mil y una vicisitudes de un partido de 122 años de vida que ha visto cómo su sede primigenia era expropiada tras la Guerra Civil para pasar a manos de Falange y deteriorarse hasta quedar reducido a un solar. Resurgió de sus cenizas hace ahora 25 años, cuando la remozada Sabin Etxea abrió sus puertas.

Fue en 1857 cuando se edificó una vivienda en la que ocho años después nació Sabino Arana. Abrazó el nacionalismo desde joven e hizo de su hogar un punto de encuentro para el entonces incipiente movimiento. “Su vivienda fue atacada desde inicios de su carrera política. En 1898, al comienzo de la guerra de Cuba, acabaron apedreando la vivienda tras una manifestación”, relata Luis de Guezala, doctor en Historia y responsable de la hemeroteca y la biblioteca de Sabino Arana Fundazioa. Convertido en 1931 en Batzoki de Abando y sede del Secretariado Vasco, Guezala también sitúa otro hito histórico un año después. El primer Aberri Eguna se celebró frente a la casa del fundador del PNV para “conmemorar los 50 años de una charla, acontecida en 1882, en la que su hermano Luis le descubrió el nacionalismo. Fue en los jardines de la casa”, detalla.

La entrada en Bilbao de los sublevados contra la República acabó con la sede jeltzale en manos del franquismo en 1937. Los bombardeos de la capital vizcaina amenazaron con echarlo abajo. Aunque no consiguiera su propósito, un artefacto explosivo cayó a escasos metros. Además de “depurar a los funcionarios y cambiar los nombres de calles”, los franquistas “trasladaron su simbología allí donde pudieron”. El edificio más emblemático para el nacionalismo fue objetivo de primer orden. “Ocuparon Sabin Etxea para que fuera centro de la Falange”, remarca Guezala. Huérfanos de hogar, los seguidores del PNV incluso tuvieron que ver cómo el dictador Franco acudió allí en 1939. Sabino Arana Fundazioa guarda un libro sobre aquella visita, “en la que la fachada ya está dotada del yugo y las flechas”. Aunque durante algún tiempo albergara una sede del falangista Auxilio Social, la dejadez de los usurpadores hizo que el edificio se fuera cayendo a pedazos hasta que fue demolido en 1960. “Hay interpretaciones que aseguran que trataron de hacerlo desaparecer. Que no quedara nada”, apunta. Y es que pese a la férrea dictadura, “Sabino Arana seguía siendo un referente para los nacionalistas. Era un símbolo”. Algunos restos fueron llevados a escombreras y otros pudieron haber sido arrojados al mar. Pero hubo seguidores que, aunque a escondidas, consiguieron hacerse con algunas piezas -tejas, ladrillos y un balcón- en una lucha por mantener viva la llama del recuerdo de Arana.

Un solar vacío es lo que quedó de la casa de Arana y el PNV. “Pero es un solar simbólico”, evidencia el historiador, en el que incluso se llevaron a cabo diferentes actos políticos cuando la dictadura expiraba. El PNV recuperó en 1979 el solar en el que poder honrar a su creador -y a la ikurriña- y contar con un cuartel general para desde allí desplegar la construcción nacional de Euskadi. Puestos en marcha a través de diferentes campañas, “muchas familias arrimaron el hombro para financiarlo”. Ejemplo de ello es que se editaron copias de dos esculturas de Nestor Basterretxea y Jorge Oteiza para sufragar el coste. Oteiza, de hecho, realizó una maqueta con un diseño suyo para una nueva Sabin Etxea que Sabino Arana Fundazioa aún guarda en sus depósitos. Pero el sueño de restituir la cuna del nacionalismo vasco tuvo que esperar. No se hizo realidad hasta 1992.

salto a la modernidad Hay quienes conocen de primera mano cómo fue entrar por vez primera en la actual Sabin Etxea, ubicada en el número 16 de la calle Ibañez de Bilbao. Desde la apertura en 1992, los trabajadores del PNV han encontrado cobijo en un edificio de más de 7.700 metros cuadrados en los que se centralizaron los muchos organismos que componen el partido, pero que también supuso un salto a la modernidad. Dejadas atrás las apreturas, principalmente por la escasez de espacio en las sedes de las calles Granada y Elcano de Bilbao, Sabin Etxea resultó un soplo de aire fresco para Ane Arroyo, Amaia Agirre, Jose Unzueta y Olga Berasaluze. Aunque al principio “hubo que convivir con las obras”, tal y como recuerda Agirre, llevan 25 años trabajando día a día -al igual que otras diez personas más- en un edificio que es el “corazón del partido”.

Ser partícipe de la actividad del PNV supone acumular “miles y miles de anécdotas y vivencias” que no solo han marcado el recorrido laboral de Unzueta, Agirre, Arroyo y Berasaluze, sino también el vital. “Alegrías y tristezas”, remarcan al unísono al acordarse de la violencia sufrida, como asesinatos de ETA, falsas alarmas de coches bomba o sabotajes en forma de pintadas. Fueron los peores momentos, “duros de vivir, aunque hemos tenido más alegrías que tristezas, como cuando el PNV ha salido vencedor en elecciones y hemos podido celebrar el trabajo realizado”. No en vano, es en periodo electoral cuando la casa jeltzale bulle de actividad.

Dos son los nombres que lanzan cuando se les reclama recordar a alguna de las miles de personas que han pasado por el hogar de los jeltzales, ya fueran altos cargos “con los que mantenemos una relación de cercanía” o personas anónimas: Mari Jose Asla y Gorka Agirre. Les recuerdan vivamente, aunque reconocen “que no se deja de mantener relación con las muchas personas que han pasado por aquí”. “Sabin Etxea nos dio una cercanía que aún seguimos manteniendo”, asegura Berasaluze, quien no duda en apuntar que su labor no se equipara a un trabajo sin más. “Además de trabajadores, somos militantes que estamos en otros puestos del partido”. Los cuatro trabajadores que han conversado con este diario, desde luego, podrían ejercer de perfectos guías por una Sabin Etxea que este fin de semana abre sus puertas a la ciudadanía. Los actos arrancan hoy a las 19.00 horas con una recepción a cargo del presidente del EBB, Andoni Ortuzar, tras lo que hasta las 22.00 habrá visitas cada media hora. Mañana se repetirán de 11.00 a 14.00 horas. Asimismo habrá espectáculos visuales sobre la fachada.