zarautz - Un Gobierno nombrado en plena Guerra Civil, con una jurisdicción mínima circunscrita a Bizkaia y pequeñas porciones de Álava y Gipuzkoa. Es el escenario que manejó el primer Ejecutivo vasco fruto de la autonomía estatutaria. El catedrático de Historia Contemporánea Ludger Mees ha dedicado su vida académica a estudiar a fondo el nacionalismo vasco y conoce de primera mano los vaivenes que llevaron al primer Estatuto autonómico y, por ende, a aquel Ejecutivo. Además, es un firme defensor de que la jornada de ayer, 7 de octubre, sea el día festivo de Euskadi.

Usted aboga claramente por que el 7 de octubre sea el día elegido para celebrar el día de la Comunidad Autónoma en el País Vasco. ¿Cuáles son los motivos?

-La Comunidad Autónoma Vasca es la única del Estado que no cuenta con un día propio como tal. La pelea se ha situado entre el Aberri Eguna y el 25 de octubre, por la aprobación del Estatuto de Gernika. El 7 de octubre constituye un acontecimiento crucial en la historia del País Vasco y se puede decir que a partir de la formación de este Gobierno cambia la historia del país. Es importante porque fue una muestra de la alianza de todos los demócratas contra aquéllos que querían utilizar la violencia y el terror con fines políticos durante la Guerra Civil, algo que creo que tiene suficiente peso. La formación de este primer Gobierno Vasco plantea un nexo entre dos ideas importantes: la reivindicación del autogobierno, pero también la de justicia social. No se trata solo de algo identitario, sino también de modos de vivir mejor, de asegurar la democracia... Además, este tipo de fechas no pueden ser meras anotaciones burocráticas, simples publicaciones de decretos por parte de los gobiernos, sino que hay que preservar su connotación emocional, y en el 7 de octubre la tenemos en la clarísima unión de todos los demócratas contra la violencia y el fascismo, en esa actitud heroica y resistente frente a un enemigo superior. Todas estas cosas creo que podrían ser suscritas por la ciudadanía y sostenerse por parte de todos los partidos con representación en el Parlamento Vasco.

De una mayor proximidad con las derechas al inicio de la II República española, el PNV va virando en su acercamiento a la izquierda durante el bienio conservador... ¿A qué se debió ese cambio?

-La instauración de la República pilla al PNV con una postura indefinida, ya que para ellos no era significativa la elección entre monarquía o república, sino que lo que importaba era lo que ocurría en el País Vasco. Sin embargo, al principio de este período, y por algo que hoy en día no entendemos -la cuestión religiosa-, se alía con los enemigos más acérrimos de esa República: el tradicionalismo y el carlismo. Poco a poco se dan cuenta de que a los carlistas no les importaba nada la reivindicación del Estatuto de Autonomía, que era precisamente la principal del PNV en aquel momento; sino que estaban siendo utilizados por parte del carlismo para arremeter contra la República. Es en ese momento cuando se rompe, dos años después de comenzada, esa alianza parlamentaria.

Y a partir de ahí, ¿cómo va tomando forma el proyecto estatutario?

-El texto que finalmente se alumbra en 1936 es mucho más breve que el primer proyecto. Es en ese año cuando se produce el referéndum en el que arrasa el sí, y que luego ha de pasar por el trámite parlamentario. De hecho, el Parlamento toma como punto de partida una cuestión polémica: el resultado de la votación en Álava, puntualizando que en este territorio no se ha superado el porcentaje requerido por la normativa, y que siendo así, Álava no podía formar parte de esa comunidad autónoma en ciernes.

Se produce un bloqueo entonces...

-José Antonio Aguirre repara, con este bloqueo, y en calidad de secretario de la Comisión de Estatuto, en que va a ser imposible que con la derecha se logre el Estatuto autonómico, e impone ese acercamiento hacia el centro izquierda. Es a partir de 1934 cuando ese giro se convierte en definitivo, por una cuestión: el gravamen de los vinos. El gobierno derechista que existía en ese momento en el Estado prohíbe que las haciendas vascas realicen ese gravamen, que era un instrumento de financiación básico para ellas y que estaba reconocido en el Concierto Económico. Esta medida es considerada como una agresión contra ese cierto grado de autogobierno que permitía el Concierto y a partir de ahí se genera un movimiento municipalista que dará impulso a la aprobación de un futuro Estatuto. Es Aguirre quien lidera este movimiento en el País Vasco, que ya definitivamente iba acercando al PNV a las izquierdas en el Parlamento español y que termina culminando en la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936.

¿Surgió algún tipo de tensión derivada de ese excepcional acercamiento en el seno del PNV?

-El consenso en el tema terminó por ser muy fuerte: con la derecha la situación había pasado a ser imposible y, aunque fuera a regañadientes, había que seguir la vía del acercamiento con la izquierda. Puede que hubiera unos sectores más independentistas, en todo caso muy minoritarios, que recelaban de cualquier comparación con un gobierno español; pero nunca se llegó a dar un riesgo de escisión. Los líderes de la nueva generación (Aguirre, el muy carismático Manuel de Irujo, Landaburu...) sostenían esta visión, muy mayoritaria, de que era necesaria la aprobación de ese Estatuto como primera medida para conseguir posteriormente objetivos más ambiciosos.

Hablando de Manuel de Irujo, ¿qué supuso la entrada de un nacionalista vasco en el Gobierno de Madrid?

-Evidentemente su entrada genera discusión, pero el hecho de que Irujo forme parte de este Gobierno es un modo de señalar, por parte del Partido Nacionalista Vasco, que va a estar claramente con la República una vez que ha empezado la guerra. El ingreso en un Ejecutivo central por parte de un nacionalista se había dado en el caso de partidos catalanes como la Lliga o Esquerra, que tuvieron varios ministros; pero resultaba inaudito en el PNV porque siempre había afirmado que no se metía en cuestiones políticas españolas. El propio Irujo se resistió a entrar en un principio, pero termina por aceptar porque ve que es el peaje a pagar para conseguir el Estatuto.

¿En qué términos escenificó la derecha más tradicionalista su oposición al Estatuto de Autonomía?

- El PNV señala en su programa que su objetivo final es la restauración foral, porque entendían que aquello significaba independencia -cosa que los historiadores hemos puesto en duda-. Pero tomando este punto de partida, la derecha más tradicionalista y centralista utiliza la treta dialéctica de utilizar ese eslogan a favor de los fueros para torpedear la autonomía, hacer frente al PNV y frenar el proceso estatutario. Incluso mucha gente del PNV dio más apoyo a los fueros por no conformarse con el Estatuto. Todo se trató de una maniobra política de la derecha, que sabía que restaurar los fueros en aquellas circunstancias era imposible, y se puede decir que fue una estrategia de bloqueo, de utilizar una reivindicación imposible para echar por tierra lo posible en ese momento, que era el Estatuto.

Tras unos primerísimos momentos de neutralidad, el PNV se declara leal a la República tras el 18 de julio de 1936. ¿A qué se debió esa toma de partido?

- En este punto hay que aclarar algo importante: el proyecto de Estatuto ya estaba encaminado antes del comienzo de la guerra, solo era cuestión de tiempo que se firmara la versión definitiva. Es falsa la versión que han difundido algunos libros acerca de que el Estatuto es consecuencia de la guerra y un intento por parte del Gobierno republicano de conseguir el apoyo del PNV. Esa neutralidad justo después del golpe es atribuible a la confusión de unas noticias que iban y venían y a que el alzamiento pilla a todos fuera de juego. Cuando se dan cuenta de que el golpe ha triunfado en Navarra y buena parte de Álava se aclara el modo en el que han de posicionarse. El hecho de que el Estatuto estuviera ya encarrilado decanta claramente la balanza. Y la del PNV era una posición difícil, por la cuestión religiosa que antes comentaba -con un Gobierno en Madrid claramente en sus antípodas en este tema-, y porque ideológicamente, si dejamos de lado el tema de la autonomía, el PNV era más cercano a la derecha que apoyaba el golpe. Tras esas primeras horas de reflexión, se impone la consecuencia lógica de la trayectoria del PNV desde 1934, donde solo dentro de una república era posible la consecución de la autonomía. Este es el argumento básico, es una decisión tajante que cuesta tomar: Ajuriaguerra aseguraba que se tomó “sin ningún entusiasmo”. Es la materialización del autogobierno lo que de facto implica al PNV en la lucha contra los sublevados.

¿En qué se basa Aguirre para la elección de los integrantes de su Ejecutivo?

-Cuando Aguirre jura su cargo en Gernika, los cañones de los franquistas estaban a pocos kilómetros. En esta situación estaba claro que se iba a formar una gran coalición de todos los partidos demócratas. No se sabe exactamente por qué son esos consejeros los elegidos, pero es muy probable que hubiera consultas, y consenso, con las direcciones de los partidos, incluido el Partido Comunista. En el exilio la cosa cambia, y algunas formaciones políticas llegaron a criticar a sus propios consejeros por su hipotética sumisión al dictado de Aguirre, como ocurrió con el comunista Astigarrabía y con el republicano Aldasoro. La gran personalidad de José Antonio Aguirre como presidente consigue que, por encima de diferencias políticas, los demás consejeros lo acepten como líder y se siente muy cercano al resto de integrantes del Gobierno.