lo ha vuelto a hacer. Parece que la presidenta de Nafarroa le ha tomado afición a eso de defender su poltrona en Madrid, y lo ha vuelto a hacer blandiendo el mismo argumento, el mismo espantajo: ¡Que viene la ETA! Yolanda Barcina, flanqueada por el primo de Zumosol disfrazado de ministro del Interior y rodeada de palmeros, ha vuelto a tirar de documentos incógnitos para esparcir la tinta de calamar que oculte sus miserias.
La señora Barcina se está especializando en la caza de brujas y si antes fueron los profesores navarros del Modelo D, ahora lo son los funcionarios que podrían opositar a puestos de mayor nivel sin garantizar su pedigrí de afiliación a UPN. Porque, no nos vayamos a engañar, esos peligrosos elementos infiltrados en la Educación y ahora optando a ascensos en el escalafón de lo público son para la presidenta cualesquiera ciudadanos y ciudadanas cuya ideología no coincide con su peculiar modelo de entender la Comunidad Foral. Y va a Madrid, y entre aspavientos previene del riesgo que corre la unidad de España si esos indeseables desalojan a UPN del poder, que es de lo que se trata.
Yolanda Barcina sabe que sus mentiras van a ser aceptadas en Madrid, que la prensa ultra está con ella, va a aplaudirle y a magnificar el embuste. Se siente cómoda con el aire mediático a su favor, arropada por lo más facha del poder central, y como tiene la seguridad de que en la capital del Reino y en ese escenario no le van a caer tartas, llegó, vio y venció. Pero volvió, volvió al escenario de sus vergüenzas y le guste o no tendrá que explicar qué es ese cuento del asalto al poder de los funcionarios de Bildu -"es decir, de ETA", según concretó en Madrid- en base a un supuesto documento que obra en su poder. Bueno, eso si es que da alguna explicación, porque aún está pendiente la aclaración del informe sobre los profesores del Modelo D que nunca existió.
Pero a la señora Barcina le da igual que se desmonten sus mentiras. Ella es de las de "tente mientras cobro", y si la patraña le sirve para un leve respiro, un sobresalto ciudadano y una palmada de Madrid, ya le vale. Para ella no tiene ninguna importancia el derecho que tienen todos los funcionarios a intentar ascender en el escalafón y, por lo mismo, su derecho a presentarse a cuantas oposiciones vayan a convocarse. Para ella, ese derecho no debería ser ejercido por los funcionarios "desleales", es decir, desafectos a UPN y, en consecuencia, etarras. Y no es que se haya equivocado, no. Es que lo que ella pretende en realidad es que ese derecho quede limitado y se abra una investigación sobre la ideología de cada funcionario público. Le da igual que esa investigación sea ilegal, injusta y discriminatoria, porque siempre le quedará la apelación a la sagrada unidad de España que solo queda garantizada si UPN manda en Nafarroa. Le tiene sin cuidado la cruda realidad de las encuestas que, desde hace ya lustros, vienen demostrando que en la sociedad navarra va en aumento el sentimiento de una Nafarroa como parte esencial de Euskal Herria.
La señora Barcina no entiende que otras formaciones políticas distintas a la suya intenten defender, difundir y, si les es posible, aplicar sus principios ideológicos a la gobernanza de la Comunidad Foral. Ese principio, inherente a toda actividad política y básico en una democracia, está vedado para su aplicación en Nafarroa, y a pedir auxilio para sostener este atropello ha acudido a Madrid escudándose en un supuesto documento que, según ella, anima a los militantes de Bildu a infiltrarse en puestos de la Administración "para minar desde dentro" el Gobierno de UPN.
Ya le vale a la señora Barcina este cuento de documentos que no existen y filtraciones manipuladas que le sirven para anunciar purgas educativas y demonizar a opositores. Osada, crecida, arrogante, rodeada de sus palmeros, se atreve a anunciar modificaciones en el sistema educativo y ahora, con un par, a exigir cambios en el Código Penal para meter en la cárcel a los que no piensan como ella. A esta señora hay que pararle los pies, porque en el año y medio que le queda de Gobierno es capaz de pedir el auxilio de los tanques para apuntalar el poder de UPN.
Y es que lo que pretende ocultar con tanta arrogancia y tanto alarmismo es el galopante deterioro de su Gobierno en minoría, un Gobierno que se le deshilacha por todos sus flecos en una catarata de dimisiones, purgas y espantás, en una sangría que es incapaz de taponar. Rechazados por segunda vez consecutiva sus Presupuestos, dañada gravemente su imagen por las rapiñas en Caja Navarra, amenazada desde el interior de su propio partido, con la calle soliviantada en huelgas, plantes y protestas originadas por sus decisiones contra el bienestar social, sola más que nunca, aguanta sin ningún pudor atizando los viejos demonios que sólo asustan a los ignorantes, a los aprovechados y a los golpistas.
Váyase de una vez, señora Barcina, váyase a Madrid, que es donde sabe que le espera el premio dedicado a los villanos, a los que ponen por encima sus propios intereses a los intereses de sus gobernados. Váyase de una vez, señora Barcina, a su canonjía de FAES, o al despacho que le espera en Génova, o al destino suculento que le tienen preparado sus amistades madrileñas.