Madrid. El presidente fundador del PP Manuel Fraga falleció ayer sobre las 22.30 horas del domingo a los 89 años en su domicilio de Madrid. El expresidente de la Xunta de Galicia murió por una parada cardiaca al no recuperarse de una afección respiratoria que venía arrastrando desde hace algunos días. El pasado 2 de septiembre anunció que no repetiría como senador ni iría en las listas del PP de las elecciones del 20 de noviembre tras 60 años dedicados a la política en activo.
El empeoramiento de su salud le impidió asistir al pleno celebrado el pasado septiembre en la Cámara Alta en la que se debatió la reforma de la Constitución que fijaba un techo al gasto público de las administracones. Fraga fue ponente y 'padre fundador' de la Carta Magna de 1978.
Tras una operación de cadera el pasado mes de abril, consecuencia de una caída doméstica, su estado de salud era delicado y el exsenador se desplazaba en silla de ruedas y seguía la actualidad política desde su domicilio madrileño.
Manuel Fraga presidió la Xunta de Galicia desde 1990 hasta 2005. Desde 1990 era presidente honorífico del Partido Popular y desde 2006 senador designado por el Parlamento gallego.
3 de marzo de 1976 Además de por fundar el PP, su reconversión a la democracia y su galleguismo en los últimos años, Fraga será siempre recordado como el responsable político de los asesinatos cometidos por la Policía en Vitoria el 3 de Marzo de 1976. Los agentes entraron en la Iglesia San Francisco de Asís, en la que estaba previsto realizar una asamblea de trabajadores y dispararon gases lacrimógenos. Los que salieron por delante medio asfixiados y con pañuelos en la boca fueron apaleados por los flancos y a los del frente les dispararon. La policía resolvió la situación a tiros asesinando allí mismo a Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas, de 27 años; Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años; y José Castillo, de Basa, de 32 años. Dos meses después moriría Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años.
Fraga nunca pidió perdón por aquellos hechos ni tampoco condenó nunca el régimen de Franco del que había tomado parte activa. No obstante, y tras la muerte del dictador, supo reconvertirse hasta convertirse incluso en una figura clave durante la Transición. Manuel Fraga no logró ser presidente del Gobierno español, pero obtuvo cuatro mayorías absolutas al frente de la Xunta de Galicia.
Conocido por sus maratonianas agendas de trabajo, él mismo se encargaba de alimentar esa imagen de trabajador incansable con episodios como cuando, en octubre de 2003, se reincorporó a su despacho de trabajo sólo unos días después de que le hubiesen implantado un marcapasos o cuando, un año después, se empeñó en retomar el Debate sobre el Estado de la Autonomía pese a haber sufrido un desvanecimiento en plena tribuna mientras leía uno de sus prolijos discursos.
No obstante, se había visto obligado a minimizar sus apariciones públicas desde que, en abril de 2011, tuvo que ser sometido a una intervención quirúrgica a raíz de una fractura de cadera. Su delicada salud le había impedido por primera vez disfrutar el pasado verano de las vacaciones en su residencia de Perbes (Miño, A Coruña), y a principios del pasado mes de septiembre, se informaba públicamente de su retirada de la vida política y se anunciaba que no volvería a ser candidato en las elecciones generales.
Su mensaje de recuperación de la dignidad de la autonomía gallega dotó al PPdeG de una personalidad propia dentro del partido que él mismo fundó. Pero, previamente, su partido de la "mayoría natural", que abarca a la clase media tanto en el espectro de votantes de centro como de derecha, no le dio resultado en sus intentos por ocupar La Moncloa.
No falta quien lo atribuye a que quedó marcado por los cargos que ocupó durante la dictadura franquista, que nunca llegó a condenar expresamente, y que culminó con su nombramiento como ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969. Durante esos siete años se le atribuyen líneas de apertura del régimen, con la Ley de Prensa y el fomento del turismo como una de las bases de la economía española. Pero el lastre de haber sido ministro franquista, pervivía en su currículum tanto como su fotografía bañándose en Palomares.
Clave en la transición No obstante, tras su etapa como embajador en Londres, entre 1973 y 1975, desempeñó un papel importante en la transición. Pese a su denostada labor como ministro de Gobernación en el Gobierno de Carlos Arias Navarro, luego fue miembro de la ponencia que redactó la Constitución de 1978 y contribuyó al consenso necesario en esos momentos delicados -llegó a presentar al líder del PCE Santiago Carrillo en una conferencia en el Club Siglo XXI-.
El golpe de Estado del 23-F lo pilló también en primera línea en el Congreso, donde se enfrentó al exteniente coronel Tejero. Los actos por el trigésimo aniversario de este capítulo de la historia española, el pasado mes de febrero, fueron precisamente una de las últimas ocasiones en las que se le pudo ver y donde compartió comida con el Rey y otros parlamentarios que vivieron ese episodio, como Felipe González, Santiago Carrillo o José Bono.
Y aunque no llegó a ser presidente del Gobierno, es el fundador de Alianza Popular, partido que refundó en 1989, cuando entregó la dirección del ya Partido Popular a un joven José María Aznar sin "tutelas ni tutías".
Fraga conjuró sus propias proclamas de que sería "un poco contra natura" presentarse ya octogenario a una quinta reelección y lo volvió a intentar en 2005, cuando perdió la mayoría absoluta frente a un bipartito de PSdeG y BNG. Previamente, en 2002, tuvo que pasar un momento amargo con la catástrofe del Prestige, en la reconoció que "la Xunta no fue siempre suficientemente apoyada por el Gobierno nacional", que por aquellos momentos presidía, precisamente, Aznar.
Debate de ideas Más allá de las diferencias ideológicas, mantuvo una buena relación con Fidel Castro, con quien compartía la condición de hijos de gallegos emigrados en Cuba, y realizó un viaje a la isla en 1991, que el político cubano devolvió un año después para descubrir sus raíces gallegas. A Fraga le gustaba presumir de que gracias a él fueron liberados algunos presos, pero años después, ya advertía de que la experiencia del revolucioario cubano estaba "agotada".
De su carácter ambicioso y del empuje por estar en primera línea da buena muestra cuando, en una comida con periodistas que lo seguían habitualmente, se le indicó lo diferente que sería su vida si sus padres hubiesen decidido criarlo en Cuba y que a lo mejor hasta hubiese acabado siendo ministro de Fidel, a lo cual él replicó con una negativa, seguida de una proclama: "Yo sería Castro".
Conservador, amante de jugar una buena partida al dominó y de la caza y la pesca, poseedor de profundas convicciones religiosas, en sus comparecncias nunca se sabía por dónde podía salir y, al margen de su contribución política, regaló a la prensa jugosos titulares como: "No puedo meter a un hombre y una mujer en la cama y decirles lo que tienen que hacer. Si hiciera falta, lo haría, pero no se puede". Tras ceder las riendas del PPdeG a Alberto Núñez Feijóo en enero de 2006, se refugió en el Senado y en concluir sus memorias 'Final en el Finisterre'. "Todo se va, todo cae, todo termina", recitó emotivo en aquel congreso en el que le dio el timón de mando a quien luego consiguió reconquistar la Xunta al primer intento, y también confesó, nuevamente, su deseo de ser enterrado en Perbes (Miño, A Coruña).