la resaca de los resultados electorales ha sido un compendio de matemática y política con algunas conclusiones curiosas. A pesar de que todos estamos de acuerdo en las cifras, aún debatimos quién ganó las elecciones, como si los números dejaran un amplio margen de interpretación para el debate. También se discute de dónde a dónde fueron a parar los votos, aunque esto es más complicado porque al tratarse de un ejercicio secreto resulta imposible de objetivar qué fue exactamente lo que pasó. Y luego está la matemática como elemento indiscutible de legitimidad de un Gobierno, que es por donde ha tirado el Gobierno vasco y el PSE para defender que Patxi López agote lo que le queda de legislatura.

Si no recuerdo mal, se trata de dos conjuntos que no se tocan y por eso me parece que sólo es comparable a efectos de resultados electorales, el resultado de cada partido allá donde ha competido. Pero en el caso de Amaiur y PNV se ha tratado de sumar para comparar y eso no tiene mucho fundamento.

Parece mucho más aclaratorio si tiene algún sentido la discusión, decir exactamente cómo han sido las cosas. Allá donde compitieron PNV y Amaiur y no eran disjuntos (CAV), el primero ganó al segundo en número de votos y el segundo se llevó la victoria a escaños. Y en Nafarroa, ganó Amaiur a Geroa Bai. Sumar el todo de uno y la mezcla del otro es un ejercicio baldío. Geroa Bai no es sólo el PNV. Así ha quedado este asalto por la hegemonía política entre el electorado abertzale.

Salgo lateralmente de la matemática para adentrarme en la física. Un funicular precisa de un bucle continuo que aprovecha la fuerza de la gravedad para que lo que baje ayude a subir y viceversa. Bueno, es una explicación un tanto rudimentaria pero hasta la fecha servía para explicar determinados movimientos políticos en la sociedad vasca.

Ha funcionado casi con precisión las veces que Eusko Alkartasuna (antes de su confluencia con la izquierda abertzale) y PNV competían por separado. Alternativamente, lo que ganaba uno lo perdía y el otro. Y viceversa. Ahora, esta fórmula aplicada a la relación de ambos partidos ya no tendría sentido. También empieza a quedar viejo el funicular que durante años, antes de la ilegalización de la izquierda aber-tzale, ratificaba que a mayor violencia de ETA, menos votos para las siglas con las que concluyera ese sector político; y al revés, en periodos de tregua, la izquierda abertzale obtenía sus mejores resultados. Con ETA fuera, la izquierda abertzale camina fuera del bucle continuo y le va estupendamente.

Pero si ha habido algún funicular electoral que ha funcionado casi como un reloj, salvo en esta ocasión, ha sido el que compartían PSE y PP. Cuando Mayor Oreja vendió la piel del oso antes de cazarla cometió dos errores. El primero: no calculó el rechazo que su figura despertaba entre amplias bases de la sociedad que concentraron su voto en Ibarretxe. Y el segundo: creyó que por primera vez, el ascenso de la derecha española no afectaría sustancialmente en un descenso del PSE que entonces lideraba Nicolás Redondo Terreros. Se equivocó. El funicular funcionó.

En esta ocasión, sin embargo, ese trasvase de votos que también se podría explicar con la teoría de los vasos comunicantes no se ha cumplido. El PP no ha obtenido los votos que se ha dejado el PSE. Sencillamente, parece que se han quedado en su casa. Me apunto a los que opinan que la sociedad vasca no ha visto en la formación de Basagoiti un elemento determinante en el camino hacia la paz, sino más bien un obstáculo. Y le han castigado. ¿Y los votantes que apoyaron a López? Decepcionados por ese Gobierno frágil.

La portavoz del Gobierno vasco tiene toda la razón al trasladar al campo de la matemática las razones para explicar porqué López no convoca elecciones: tiene los mismos apoyos en el Parlamento que al comienzo de la legislatura. Si a esta evidencia, sumamos que es facultad del propio lehendakari disolver la Cámara y convocar elecciones anticipadas, el asunto está cerrado. Pero sólo está cerrado si consideramos la política como puro ejercicio aritmético. La cuestión no es que siga sumando más de 33 escaños, es que en las dos citas electorales que han sucedido a su elección se ha presentado una formación política que representa a los que están ausentes en ese Parlamento del que emana la legitimidad que sustenta el Gobierno. De los resultados se deriva que hoy, desaparecidas las causas que impedían presentarse a la izquierda abertzale (en esto López parece estar de acuerdo), resulta imposible saber a quién representa este Gobierno si no se convocan unas elecciones. Esa es la cuestión, no la aritmética.