l encuentro cara a cara del lehendakari, Iñigo Urkullu, y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, se ha hecho esperar quizá más de lo debido, incluso siendo conscientes de las dificultades que han venido acompañando a la labor de gestión ejecutiva durante el último año. De la reunión de ayer en Moncloa sale la evidencia de que existe un terreno de juego compartido en los diagnósticos y prioridades y también un necesario compromiso de hacer honor a la relación bilateral entre ambos gobiernos y entre los partidos que los componen, que comparten la doble asociación de gobernar juntos en Euskadi -PNV y PSE- y de consolidar la necesaria estabilidad de Sánchez en Madrid. En ese marco, corresponde ahora al Gobierno español gestionar sus propias circunstancias internas y los vaivenes que ha venido acarreando para que no se traslade la sensación de improvisación o inestabilidad a su relación con el resto de instituciones del Estado descentralizado que le corresponde manejar. En ese sentido, la coincidencia en el diagnóstico sobre la prioridad de gestión de la pandemia covid y de la recuperación tras su intenso -y aún vigente- impacto económico es una condición necesaria pero no suficiente. Es preciso ser consecuente con el marco de responsabilidades que competen a cada cual y dejar de lado la tentación de aplicar tabla rasa con tendencia a centralizar los criterios de gestión. En el pasado no ha redundado en eficiencia y, por contra, el reconocimiento de las capacidades ejecutivas del Gobierno Vasco en el ámbito de sus competencias, sin trabas a su desempeño, ha dado siempre frutos. Por ello, más allá de la necesaria implicación sin demora en la transferencia de las competencias, cuyo calendario pactado aprieta ya, o de encarar con lealtad bilateral los aspectos pendientes en diversas materias entre ambos gobiernos, del encuentro de ayer debe salir una actitud proactiva y un reconocimiento incuestionable de la función y participación de Euskadi en la gobernabilidad y la consecución de objetivos en materia de desarrollo económico, gestión de la relación con Europa -empezando por el modelo de gestión de los fondos que están por llegar- y seguridad sanitaria. Dotar a los diagnósticos coincidentes de acciones concretas aportará la credibilidad que viene demandando Euskadi.