Hoy se cumple un año desde la jura como lehendakari de Imanol Pradales en Gernika. Doce meses en los que el mundo se ha tornado más inestable, volátil en lo económico y peligroso, con la irrupción y/o consolidación de nuevos actores en el ámbito geoestratégico, transformando el mapamundi en un instrumento cartográfico con necesaria actualización diaria. En el Estado, la legislatura prosigue (de momento) sumergida en un ambiente de polarización extrema, de bloques estancos, de debates broncos y estériles y de navajeo dialéctico, en el que los acuerdos, los avances y las diferentes políticas llegan a duras penas y bajo un reciente tufo a corrupción que se ha tornado irrespirable. Al menos, de puertas hacia fuera. En Euskadi, las condiciones son diferentes. Imanol Pradales ha logrado huir de los extremismos, con un discurso firme y sin titubeos, pero no exento de diálogo con sus socios –relación no exenta de discrepancias puntuales–, sus rivales políticos y con los agentes socioeconómicos, con resultados evidentes. Por ejemplo, en los convenios que han desatascado los conflictos laborales en la Ertzaintza o la escuela pública o en la Mesa por la Salud, aún en marcha y en busca de un consenso global que garantice la sostenibilidad y la calidad del sistema público sanitario vasco. Estos logros han contribuido a definir una forma de hacer propia, diferente en tiempos, procesos y modos, con una narrativa reconocida y reconocible, que ha logrado calar en la ciudadanía en forma de conocimiento y reconocimiento. El lehendakari ha articulado una mayoría política que sustenta su acción de gobierno, facilitando avances claros en distintas direcciones, como la labor de la Alianza Financiera a la hora de movilizar capital privado (1.000 millones) para apostar por proyectos industriales de calidad y su arraigo en Euskadi, o la línea de avales de 144 millones para facilitar el acceso a la vivienda a jóvenes de entre 18 y 39 años. Ambas actuaciones forman parte de ese 54% del programa de legislatura que ya se ha puesto en marcha, con especiales menciones a la reducción de las listas de espera de Osakidetza o a la gratuidad del transporte público para menores de 12 años. Pese a ello, aún queda el 75% de la legislatura vasca por completarse, con retos trascendentales, como la consecución de un mayor autogobierno o mantener los actuales niveles de trabajo y bienestar.