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Los prisioneros de Bukele

El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, sigue su camino como aprendiz de tirano. La última de sus hazañas es mantener en mega cárceles a miles de prisioneros, el 65% de los cuales no han sido imputados ni como delincuentes ni como terroristas, desobedeciendo las resoluciones de jueces y tribunales salvadoreños e internacionales que reconocen la presunción de inocencia y exigen su puesta en libertad. La última pieza de su particular cacería es Atilio Montalvo, ex guerrillero, quien permanece muy enfermo en prisión.

Un dato revelador: El Salvador tiene la tasa de presos más alta del mundo. ¿Es este el país en que soñaba Bukele? Para llevar a cabo sus tropelías Bukele ha heho lo más fácil, vender su alma al diablo, quiero decir a Donald Trump, ofreciéndole sus servicios como carcelero mayor del país, utilizando la represión policial en lugar de las vías legales, judiciales. Bukele se cree muy listo al ponerse al servicio de un tipo del que se duda un posible estado de desequilibrio. Pero debe tener presente que, en un futuro que llegará antes o después, Trump, el multimillonario, tendrá quien le defienda pero él, el narcisista Nayib Bukele, pagará con creces el haber violado las leyes, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. No dudo que pasará a la historia como un actor político frívolo, ruin, indigno, un problema para la democracia, un populista muy peligroso.

Bukele llegó a la presidencia con muchos votos, en proporción al nivel de malestar que soportaba el país por la inutilidad de gobiernos que iban y venían. Le bastó tirar del hilo de la crítica a la corrupción para reclutar seguidores para sus discursos populistas. Ofreció milagros, falsas promesas, pero no dijo que su arma secreta sería la brutalidad represiva. Solo en 2023, la población reclusa aumentó de 30.000 a 95.000, en un país de 6 millones de habitantes.

Para ello copió programas de otros políticos y llenó sus vacíos programáticos con ideas y planes de gobiernos de otros. La sumisión a Donald Trump, prestándole servicios ilegales, ha colocado a Nayib Bukele y su modelo de mano dura fuera de la democracia. Bukele promete más detenciones, más cárceles, más policías, más militares, como la poción mágica para la solución de la inseguridad en el país. Hay una ola de populismo punitivo que promete acabar con todo tipo de oposición.

“El modelo Bukele” de represión sigue adelante. Formalmente pretende terminar con la criminalidad, pero va mucho más allá: procura asimismo el fin de la división de poderes y el fin de toda oposición. La autocracia de Bukele pasa por meter a la mitad de jóvenes del país en centros de reclusión. Cuando ganó las elecciones en 2019 se convirtió en el presidente más joven del país. No sólo rompió el bipartidismo, en un país muy violento rompió los códigos tradicionales de la democracia, pasando a ser los derechos humanos derechos perseguidos. Con Bukele las promesas de la democracia ya no importan. Sus formas de gobernar, de comunicar, su desprecio al pasado, suponen una corriente que está cambiando las reglas de juego.

La gran novedad del modelo de hacer política de Bukele fueron las redes sociales. Sin acudir a ningún debate público, menospreciando la confrontación de programas, Bukele se refugió en las redes agitando consignas populistas, haciendo de la corrupción la clave de su victoria electoral y después como presidente. Como presidente lo primero que ordenó fue apresar dirigentes y militantes opositores como forma de dibujar un escenario que justificaría el proyecto abyecto de megacárceles.

El gobierno de Bukele llama a sus cárceles Centros de Confinamiento del Terrorismo. Son una obra faraónica levantada en medio de la nada que simboliza la controvertida política de seguridad del presidente Nayib Bukele.

El CECOT de mayor tamaño fue inaugurado el 31 de enero de 2023 por el mandatario y que ha sido convertido en un símbolo de su “guerra contra las pandillas” y de la política de seguridad que le ha dado una popularidad sin precedentes a nivel nacional e internacional.

El CECOT fue presentado a los salvadoreños en cadena nacional de radio y televisión, como “la cárcel más grande de toda América”. Se trata de la única promesa electoral cumplida.

Y se dijo que es un espacio exclusivo para los “identificados como altos rangos de la pandilla Mara Salvatrucha y las dos facciones del Barrio 18, pandillas rivales que fueron aumentando su poder durante décadas con el reclutamiento de jóvenes y el control de territorios. Son pandillas que sembraron terror, división y muerte en la pequeña nación centroamericana.

Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo