El metaverso es el espacio virtual compartido donde los usuarios pueden interactuar, socializar, trabajar y realizar otras actividades a través de avatares digitales en un entorno tridimensional. Esta definición, aparentemente inocua, encubre nuevas realidades que a los babyboomers nos desorientan y nos desubican.

Reconozco mi analfabetismo en los aspectos vinculados a la red, casi también a la informática en general, pero me llamó poderosamente la atención en el aeropuerto de Loiu encontrarme con un grupo de jóvenes que solicitaban autógrafos y abrazos a una chica, más o menos de su misma edad, que me resultaba una perfecta desconocida. Pregunté a los fans de quién se trababa y con expresión estupefacta me comentaron que era una conocida influencer.

Desconocía la existencia de esta profesión y su encuadramiento en las categorías profesionales del derecho del trabajo, pero me dejó pensativo saber que tenía cuatro millones de seguidores y era multimillonaria.

Vivimos en un mundo en donde la hegemonía de la red como vehículo de información exclusivo de los jóvenes desde los millennials hasta la generación Z o la X o en la que nos encontremos ha provocado un curioso episodio político. Se propuso por un grupo parlamentario en el Congreso reducir la edad para poder votar hasta los 16 años, la iniciativa se retiró inmediatamente cuando a los promotores les indicaron que los jóvenes de 16 a 18 años, lejos de provocar el efecto que presumían (apoyar propuestas más progresistas) iban a incrementar la nómina de los partidos conservadores.

Las redes han prescindido de lo que se denominaban elementos de comprobación de la veracidad de las noticias en concreto los sistemas: Invid, Duplicheker, Ground News, Fact-Checker ONG. Todo ello producido por la aproximación a Trump de los presidentes de Facebook, Mark Zuckerberg, Twitter, Elon Musk e Instagram, Kevin Systrom y Mike Krieger. Se puede colegir un futuro un tanto orwelliano. Quien domine las redes terminará dominando los países.

Son muchos los fenómenos vinculados a procedimientos informáticos que nos desorientan y con frecuencia nos molestan, que no decir de las llamadas de venta de productos comerciales, normalmente a la hora de la siesta, a través de llamadas automáticas pregrabadas.

El fenómeno del chateo está desarbolando todos los intentos de socialización del sistema educativo y de los consejos de los padres. Es frecuente observar grupos de jóvenes que estando juntos se comunican a través del chat y también es frecuente que casi se considere de mala educación llamar por teléfono y tener una comunicación oral y no mandar un whatsapp.

Hablando del whatsapp, la acumulación de los mismos en un móvil obliga a realizar permanentes operaciones de descongestionar para evitar su saturación. Por cierto, curioso concepto es el de descongestionar ya que se define como: liberar espacio de almacenamiento y mejorar su rendimiento. Esto se puede hacer borrando aplicaciones, datos de aplicaciones, archivos multimedia, y la caché del navegador. Además, se puede optimizar el rendimiento del dispositivo reiniciándolo, restringiendo las aplicaciones que consumen mucha batería, y utilizando funciones de limpieza integradas en el sistema operativo.

Otro fenómeno que se observa y ya vinculado a la salud pública es el que de forma activa se utilice la red como un instrumento para la práctica del bullying y de forma pasiva las frecuentes depresiones sobre las que advierten los psicólogos de personas que solo han conseguido 6 o 7 seguidores en su Facebook.

También nos encontramos en el ámbito de la gobernanza que las gestiones ante la administración se tienen que realizar ante medios informáticos, que con un poco de suerte nos conceden una cita previa que provoca un problema jurídico peculiar y causante de indefensión, si se quiere presentar un recurso o alegación los plazos para hacerlo son casi siempre inferiores al plazo de la cita previa, con lo que casi se imposibilita la posibilidad de recurrir una disposición administrativa.

Qué no decir de la inteligencia artificial, una disciplina y un conjunto de capacidades cognoscitivas e intelectuales expresadas por sistemas informáticos o combinaciones de algoritmos cuyo propósito es la creación de máquinas que imiten la inteligencia humana.

Si recurrimos al ChatGPT o al Claude, o al Gemini o al chino DeepSeek, se ha comprobado por las instituciones europeas que se pueden redactar documentos oficiales de mas de 300 folios con una apariencia de legalidad absoluta. El crecimiento de esta tecnología está superando ya las especulaciones de Orwell y Aldous Huxley, se está consolidando la distopía.

Cómo será el mundo en el que cualquier ciudadano puede conseguir elaborar las creaciones intelectuales más sofisticadas aun careciendo de la mínima cualificación. Se trata de democratizar la ciencia o se trata de disminuir la profundidad analítica de la ciencia. Es para temblar cuando se afirma que a la inteligencia artificial se le están empezando a introducir sentimientos, afortunadamente todavía no muy complejos.

Tras todo lo anterior ya no llama la atención que en el ámbito sanitario se puedan diagnosticar enfermedades y conceder bajas laborales telefónicamente.

La noción de distopía consiste en la representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. Tenemos que empezar a pensar que esa sociedad futura no es tan ficticia como hoy presumimos.

Todo lo anterior se cae y todo deja de funcionar con un apagón como el del pasado lunes.

¿Sería posible que este artículo hubiera sido escrito mediante una IA?

Jurista