Transcurridos cinco años desde la pandemia es frecuente especular sobre si hemos salido mejores o peores personas tras sufrirla.
Los teóricos del método dirán que solo se pueden comparar parámetros iguales o similares, pero sí pueden realizarse algunas reflexiones generales que contrasten la época anterior al covid con la posterior.
Antes del 14 de marzo de 2020 no era posible imaginar un gobierno en USA constituido por supremacistas blancos (son ya una internacional porque han roto relaciones con Sudáfrica por la aprobación de una Ley de confiscación de tierras improductivas a los blancos); constituido por radicales religiosos evangelistas (es como si en el Estado español gobernara Hazte Oír) circunstancia no sorprendente porque se ha perfilado un norteamericano medio que destina los domingos a acudir al oficio religioso , dirigirse a una gran superficie para ver una película y comer una hamburguesa y el resto del día a arreglar el jardín (estos grupos están consiguiendo que en Estados Unidos se implante una censura que nada tiene que envidiar a los países islámicos, anulando expresiones artísticas, cerrando periódicos y otros medios de comunicación y lo que es peor, subordinando el papel de la mujer y negando cualquier identidad sexual que no se corresponda con sus estereotipos).
Sin perjuicio de lo anterior, el gobierno de Trump está constituido por multimillonarios que con el mismo presidente han convertido la Casa Blanca en un centro internacional de negocios. Han iniciado una suicida guerra arancelaria que acabará con el orden económico actual empezando por la propia economía norteamericana como ya apuntan los incipientes datos de Wall Street, de la inflación y de la tasa de empleo.
Trump se presenta también como un pacificador que soluciona los conflictos bélicos de forma simple, se asume en su totalidad las tesis del agresor, se obliga a las víctimas a aceptar estas tesis y complementariamente a entregarles sus recursos naturales. Su perfil imperialista tampoco es desdeñable, ha fijado su mirada en Groenlandia, en el Canal de Panamá, nada menos que en Canadá y quiere convertir Gaza en un resort.
Lo único que puede considerarse positivo de un personaje de estas características es que está fortaleciendo Europa como mecanismo reactivo de una manera que no se hubieran podido imaginar De Gasperi, Schuman y Adenauer. Como se ha escrito, Trump se está haciendo merecedor del premio Carlomagno destinado a los que aportan acciones relevantes al europeísmo.
Por la otra parte, nos encontramos con Putin transmutado de espía de la KGB a emperador de la Madre Rusia. Sus ensoñaciones de recuperar lo que en su día fue la Unión Soviética le han conducido a intentar invadir Ucrania y por ahora masacrarla con permanentes bombardeos. El terror a esas ínfulas imperiales está obligando a rearmarse a países como Polonia, Finlandia, Eslovenia, Estonia, Lituania y solicitar el ingreso en la OTAN a los países escandinavos. Los países de la UE han iniciado también un proceso de rearme por 800 mil millones de euros bajo el lema de que solo Europa defiende Europa.
Continuando con la glosa de la personalidad de Putin conviene recordar cómo todos los líderes de la oposición han ido falleciendo en condiciones sospechosas; cómo el colectivo LGTBI es brutalmente reprimido; cómo las protestas populares acaban llenando las prisiones de Siberia y del Ártico y cómo su economía de guerra ha provocado entre otros daños que la expectativa de vida de los niños rusos en orfanatos sea de 15 años y la prostitución campe por sus anchas en Moscú debidamente controlada con las mafias que colaboran con el gobierno.
Volviendo a un ámbito más doméstico tampoco faltan lo que Pío Baroja denominaba siluetas románticas. Conviene destacar la personalidad de Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana. Es difícil encontrar precedentes de un responsable político que mienta cada día, que no sepa nadie o casi nadie dónde se encontraba el día que más necesaria era su presencia, el 29 de octubre y lo más peculiar, vincular su futuro político a un intangible como es la reconstrucción sin explicar qué entiende por reconstrucción.
Esta gallarda vinculación de su futuro a la reconstrucción se utilizó por el Partido Popular para salvar su figura política, en realidad para intentar salvar electoralmente la Comunidad Valenciana y hoy en día ya ningún portavoz del Partido Popular es capaz de pronunciarse sobre el futuro político de Mazón.
Nos encontramos con Díaz Ayuso y sus dificultades para explicar cómo pudieron morir durante la pandemia 7291 ancianos en las residencias en virtud de un protocolo cuya existencia se niega pero que lo conoce todo el mundo.
En el ámbito de la mejor o peor calidad humana durante la propia pandemia hicieron pingües negocios intermediando en la venta de mascarillas personajes como Luceño y Medina, Koldo el hombre de confianza de Ábalos quizás este mismo veremos la perspectiva judicial que le espera, el novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid y tantos otros.
Personajes como Ábalos y admitiendo la presunción de inocencia ya que sus casos están judicializados puede llevarnos no solo a un uso del poder arbitrario y mejor no usar otras expresiones que ha provocado el debate más indecente entre el PP y el PSOE en la historia del Senado.
El propio parlamentarismo se está degradando mediante una oposición de trinchera por parte de los grupos de la derecha ante la presunción de que el llamado bloque de la gobernabilidad se está resquebrajando. Las Sesiones de Control de los miércoles en el ámbito dialéctico no tienen nada que envidiar a un combate de las artes marciales mixtas, valen todas las prácticas, se prescinde de la verdad sistemáticamente, los discursos son apocalípticos y el acompañamiento de algunos medios de comunicación no lo es menos.
La cuestión planteada en estas reflexiones es si como se afirmaba tras la pandemia íbamos a ser mejores personas, es difícil saberlo, parece estar en la naturaleza de las cosas que es más fácil la confrontación y la prepotencia que la conciliación y el respeto a la ciudadanía, como conclusión somos parecidos.
Jurista