Síguenos en redes sociales:

Pantalla plana

Carlos Marcos

López y Leal

López y LealAtresmedia

Ha terminado esta semana el programa López y Leal contra el canal, que se ha quedado en un quiero y no puedo inmerecido al tiempo que nos ha permitido disfrutar de la vis cómica de los dos presentadores, la vena sarcástica de Iñaki López (La Sexta) y a un Roberto Leal (Antena 3) resolutivo que no le gusta perder ni al parchís, arbitrados por una correcta Eva González. El problema de todo esto ha estado en lo tarde que empieza y termina el programa además de que la prenda a pagar para el perdedor ha sido entre floja, absurda e inexistente: nada interesante para robar horas de sueño.

De hecho, el microcastigo era lo de menos y ya te lo anunciaban desde el minuto uno y se cumplía otro día, así que ni interés tenía quedarse hasta el final. Que ganaban ellos, un microespacio en Atresplayer, la plataforma de pago de Atresmedia repleta de anuncios (casi siempre el mismo repetido mil veces), que es como mandarte al rincón de clase a cumplir el castigo, allí donde no molestes ni se te vea (allí hicieron La fortuna llama a tu puerta que más que un premio parecía un castigo). Si perdían, un microcastigo no muy diferente al micropremio de si ganaban, pero esta vez con un microespacio ideado por la cadena que ni ha dado pie a ser noticia en esos digitales donde se hace noticia de cualquier anécdota que ocurra: desde un estornudo a un fallo de sonido. 

El programa se estrenó bien, como líder de su franja, pero pronto bajó el interés empujado por un Hormiguero empeñado en estirar su emisión hasta las once y media de la noche para disimular que Broncano les gane casi siempre en coincidencia horaria y a partir de esa hora, y madrugando al día siguiente, puedes ver una o dos pruebas, pero tampoco hay necesidad de quitarte horas de sueño si ya sabes el premio y el castigo en caso de ganar y perder, e incluso para verlo tienes que esperar a otro día y hasta buscarlo en otro sitio. Mal, ahí ha estado muy mal la cadena, porque precisamente con premios y castigos más ambiciosos habrían ayudado a promocionar un espacio que se ha ido desinflando en poco tiempo pese a que se trata de la adaptación de un longevo programa de éxito en distintos países. Hasta la ducha del ¿Qué apostamos?, prueba repetida hasta el infinito a la que se enfrentaban Ramón García y Ana Obregón al final de cada programa, tenía más interés que esto.

Tampoco ha ayudado demasiado que los rostros importantes del canal no hayan aparecido por allí y se hayan limitado a enviar un pequeño vídeo mientras que un montón de colaboradores y mercenarios de tantas cadenas, a quienes el espectador ni vincula con esta empresa, acudían al plató a defender la camiseta de Atresmedia sin importar demasiado que un día antes alguien estuviera presentando otro programa en la competencia de TVE. Y así todo.