Todos somos turistas. Porque la vida es un viaje, como constató antes que nadie Charles Chaplin, el genio del cine mudo. Conviene propalarlo por doquier, ahora que con el cambio de año soñamos escenarios futuros desdeñando el presente. Tal vez para huir de él, pero en este punto también el gran Charlot dio luz a la esperanza: nada dura para siempre, ni siquiera nuestros problemas. Palabra de un cómico sin igual, al que sin embargo le gustaba caminar bajo la lluvia porque así nadie podía ver sus lágrimas. 

A quienes en 2023 nos ha tocado ser sobre todo fuertes, en el año entrante debemos empeñarnos en sentirnos más felices, tanto como podamos. Felicidad entendida como la armonía entre lo que piensas, lo que dices y lo que haces, en la sabia interpretación del libertador Mahatma Gandhi. Desde la premisa de que demasiado a menudo la felicidad no depende tanto de uno como de factores externos y por eso mismo les deseo, estimados lectores y lectoras, templanza para encauzar los contratiempos y para superar las adversidades. A partir de la comprobación empírica de que, mientras resulte imposible salir de una situación, se trata de elegir cómo vivirla hasta que sí se pueda. Porque el futuro no es lo que nos va a pasar, sino lo que vamos a hacer para que lo que acabe ocurriendo se parezca a nuestro deseo. Digamos que somos causalidad más que casualidad, si bien también juega la suerte; la principal, hallarse en el lugar adecuado en el momento oportuno. Bien lo saben quienes aguardan esa dicha, aunque mucho mejor sin esperar sentados. 

El equilibrio imprescindible depende así mismo de los demás, pero sobre esos demás también debemos dejar de procastinar para tomar decisiones conscientes. Sobre la base de que, quien te altera, te controla. El grado más sutil de toxicidad, mientras en contraposición tenemos cómo cribar a nuestra gente de verdad: tan simple –que igual no sencillo– como identificar a quienes nos recuerdan cuando no nos dejamos ver, por lo que sea. La inteligencia emocional resulta en este punto capital y Aristóteles ya dio con la clave hace 25 siglos en su Ética a Nicómaco: enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto. Y, de ser recurrentes en los malestares con la misma persona, dejémosle marchar aunque los sentimientos duelan. La mayor demostración de respeto, cariño y amor incluso, pues a esa persona la va a encontrar alguien y va a agradecer que antes le hayan perdido. Ojo no obstante con prescindir de quienes nos dicen verdades incómodas si les guía un afán constructivo, ya que el precio de la empatía que exigimos para con nosotros conlleva la escucha activa que a su vez acarrea conversaciones difíciles, con comentarios críticos y revisión de prejuicios. 

Cita doble para terminar. “A veces hay que seguir como si nada, como si nadie, como si nunca”, esta de Frida Kahlo. Y de nuevo Chaplin: “El día más desperdiciado es aquel en el que no nos reímos”. Que en 2024 no falten sonrisas diarias, cueste lo que cueste. Felices años nuevos, el que cada cual ansíe. Urte berri on!