La guerra en Ucrania cumplió ayer 500 días con un balance aún provisional pero aterrador. “Hoy se marca otro sombrío hito en la guerra que continúa cobrándose un horrible tributo entre la población civil ucraniana”, afirmó el jefe adjunto de la misión de vigilancia de los derechos humanos de la ONU en ese país, Noel Calhoun. Según Naciones Unidas, son ya más de 9.000 los civiles muertos en la guerra, entre ellos medio millar de niños, a los que hay que añadir decenas de miles de soldados de ambos bandos fallecidos y millones de huidos o desplazados. En estos quinientos días, el número de víctimas civiles triplica a las ocasionadas durante los ocho años de conflicto previo entre Ucrania y separatistas prorrusos en el Donbás. Las sociedades europeas –y la vasca no es una excepción– se han ido acostumbrando a las informaciones sobre masacres, bombardeos masivos, avances de tropas, contraofensivas e incluso a asuntos como el desafío de los mercenarios de Wagner al régimen ruso de Vladímir Putin. Aunque pudiera parecer que, tras algunas masacres que conmovieron al mundo como las de Bucha o Mariúpol, el conflicto se circunscribe ahora a la pugna entre ejércitos, con sus correspondientes bajas humanas, la misión de la ONU advierte de que pese a que el número de víctimas civiles había ido descendiendo, la realidad es que las dos últimas semanas han sido “las más mortíferas desde el inicio de la invasión rusa” para la población ucraniana. La guerra continúa con su brutal lógica. Esta escalada militar lleva a contradicciones éticas como la aprobación por parte de EEUU del envío a Kiev de bombas de racimo para facilitar la contraofensiva contra Rusia pese a que son indiscriminadas y causan bajas civiles en las áreas de conflicto. Armas que Moscú ya está usando en esta guerra, como lo hizo en Siria. El debate sobre el uso de estas bombas –ilegales en más de cien países– es apropiado aunque Rusia no se lo ha cuestionado nunca. De ahí la necesidad de rescatar el modelo de diálogo de desarme global que permita la prohibición de este tipo de armas sin excepción y que su producción, venta y utilización conlleve severas sanciones. En cualquier caso, este aumento en el número de víctimas y el rearme y la escalada militar confirman el fracaso de las posibles vías negociadoras para una paz justa en Ucrania que debe ser cada vez más prioritaria y urgente. l