Tras darnos una serenata en su último chester para justificar que los cincuentones se pirren por las jovencitas de 20 y que nada tiene que ver con aquello que le llamaban en Tristeza de amor al personaje que interpretaba Fernando Hilbeck, Risto Mejide ha vuelto al encasilladísimo redil del jurado en la enésima versión de Got Talent. Esta vez se llama Got Talent All Star y participan ganadores y finalistas de las ediciones de otros países para repetir en Tele 5 esas actuaciones que se han hecho virales en internet y que todo el que ha querido ha visto ya. 

El programa es toda una contrariedad para Mejide, que ya no ejerce de jurado malote para no atentar contra el buen criterio de su patrón y, tras cada actuación, se limita a poner adjetivos grandilocuentes a los artistas internacionales,  pasando del antaño tigretón al actual gatito persa atusado por el resto de la mesa, donde siguen Edurne y la ex de Busta, con las que ya no hay diferencia, y el siempre brillante Santi Millán. 

Los espectadores, acostumbrados en este programa (como en tantos otros de la cadena) a escuchar las pullas, desplantes y vaciles incluso a los artistas que lo hacen bien, se topan ahora con un Risto domesticado que aplaude, panza arriba, cualquier actuación y hasta se permite corregir a quien insinúe que un número está muy visto, que es exactamente lo mismo que siempre argumentaba él. 

Así que se hace largo, larguísimo, escuchar siempre la misma perorata entre actuación y actuación, de un jurado desarmado que completa un invitado distinto cada semana, que cubre la ausencia de Dani Martínez, que ha abandonado el formato y parece que hasta la cadena. 

Esta vez solo el invitado puede pulsar el botón para dar a un artista el pase directo a la final en cualquier momento del programa mientras el jurado habitual mira, otorga y calla. Ellos ya no pueden pulsar el botón ni se tienen que poner de acuerdo para elegir un ganador semanal, que era lo único divertido que ocurría en esa mesa. Ahora solo puede hacerlo uno por semana y el puesto va rotando.

El primero, por supuesto, fue Risto Mejide para dejar claro la supremacía del hombre con gafas oscuras y hasta le montaron un par de números dedicados a su persona, uno incluso con alusión (nos dijeron su nombre) y foto gigante de su hijo (de espaldas, que si no, no puede seguir criticando a Ana Obregón por ser madre y contarlo, aunque no sea difícil imaginarnos un Papuchi Mejide que repita como padre a los ochenta con alguna veinteañera). 

La otra parte del programa que se hace bola es la charla preactuación y postactuación con los artistas (llegados de Rusia, Japón, Tanzania o donde toque) que, la mayoría de ellos, no habla ni papa de castellano y toda la conversación pasa a estar subtitulada en esa cadena que no ponía subtítulos ni en las canciones de las pelis por miedo a que su audiencia cambiara de canal. Pero ahora, curiosamente, Got Talent es un programa que se lee.

Habrá que ver cómo se lo toma el habitual público telecinquero y si acaba recurriendo al siempre más cómodo resumen que siempre emitían a continuación con todas las actuaciones omitiendo el charloteo del jurado. Esta vez, por si las moscas, lo han eliminado, no vaya a ser que tenga más audiencia que el formato extralargo y subtitulado, y han puesto en su lugar un resumen de Supervivientes para ver si de paso alguien más se engancha al formato al que acuden primos, vecinos y amigos de famosos donde ya han empezado a sacar teta, que todavía queda un trecho para alcanzar el liderazgo mensual de Antena 3, la que ellos llamaban cadena triste que lleva año y medio de lo más contenta siendo líder.