Cerramos la semana de la moción de... Sí, hombre, sí. Se acordarán de que acabamos de asistir al debate de una moción de censura en la Carrera de San Jerónimo. ¿No? Bueno, tampoco me extrañaría. Confieso que cuando escuché al ¿candidato? hablar de Gibraltar me dije que hasta ahí habían llegado las aguas de mi interés. Vox hasta mencionó a Agamenón y su porquero, personajes top ten de los lugares comunes de cualquier discurso fetén. Símbolo perfecto de estos tiempos líquidos, esta moción de censura digamos que exótica llegó –exotismo obliga– después del spoiler del discurso de un candidato sin apoyos. Y así no hay manera. El bluf fue doble. Por lo demás, Vox probablemente ha conseguido manosear un instrumento de extrema gravedad del que se dota el ordenamiento jurídico democrático para pervertirlo, intentar darse bombo y trivializarlo. Sánchez dispuso de una tribuna y un decorado inmejorables para colocar su discurso preelectoral, igual que Yolanda Díaz, y de paso el Gobierno se permitió aunque fuera por unas horas maquillar las no pocas tensiones de la coalición. Y mientras tanto, maravilla metafórica al nivel del bolso de Sáez de Santamaría en aquel escaño vacío de Rajoy, Feijóo se hizo el sueco con una reunión en la Embajada del país en cuestión. Pero lo bien que lo hemos pasado ¿qué?
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