l sábado 26 de marzo nos reunimos en Hernani (Biteri Kultur Etxea) para celebrar un congreso en torno al 500 aniversario de la toma de Amaiur por las tropas españolas. Organizado por Nabarralde y Hernani Errotzen, con un centenar de asistentes, las conferencias e intervenciones estuvieron a cargo de los historiadores José Luis Orella, Xabier Irujo (por vídeo, desde Reno, EEUU), Idoia Arrieta, Peio Monteano e Iñaki Sagredo. El dibujante Asisko Urmeneta dedicó su turno a exponer el trabajo que prepara, en cómic, sobre este episodio de nuestra historia. Al final, una mesa redonda ofreció un coloquio para reflexionar sobre el valor y el simbolismo de este referente memorial en nuestra sociedad actual.
Idoia Arrieta destacó en su intervención la importancia de entender que la lectura que se hace de la historia tiene una significación política. Nunca es inocua. Peio Monteano, en referencia a polémicas en que le han criticado, destacó que los propios documentos de la época sostienen que los atacantes de Amaiur eran españoles, y que, en aquel tiempo, y las cartas y documentos que citó lo demuestran, los conquistadores ya se definían así. Iñaki Sagredo explicó el sistema defensivo de Navarra a partir del hecho de que un Estado pequeño como el nuestro no tenía ejército, y los castillos cumplían un papel estratégico en la defensa del país. De ahí el ensañamiento de los conquistadores contra estas fortalezas.
En el ámbito de la memoria, se puso de manifiesto la importancia del relato en estos debates, dato que llega hasta la actualidad. El papel del relato lo estamos viendo estos mismos días en la guerra de Ucrania; se utiliza para que el sujeto adopte, ante acontecimientos, instituciones o cualquier circunstancia social, una posición o la contraria. Te cuentan una narración de los hechos, convenientemente aderezada, y de resultas de esa narrativa el individuo se sitúa, obra, siente, se solidariza, rechaza, participa, valora en consecuencia. Nuestra sociedad lleva siglos viviendo bajo el fuego de la batalla del relato; desde las bulas de Fernando el falsario hasta la consideración de víctimas para personajes siniestros como Melitón Manzanas o Carrero Blanco.
La memoria de Amaiur es valiosa porque desmiente muchas de las falacias con que se ha construido el relato de nuestro pasado. Amaiur representa el episodio trágico de la defensa de la existencia del país, una defensa que no es retórica, ni mística, ni ideológica, sino pragmática. Hasta las últimas consecuencias. Detrás de ese hecho de armas se sitúa el compromiso de aquellos defensores con el Estado navarro, con sus gentes, con una realidad colectiva que se expresa en territorio, idioma, familias, lazos sociales, identidad, con una transcendencia política. En efecto, Navarra como Estado es el hecho central de la historia de Vasconia, en la medida en que institucionalizó nuestra colectividad y la dotó de visibilidad en el concierto de las naciones. Ser navarro era una existencia natural, como ser inglés, danés o francés, a la misma altura.
En este terreno del relato Amaiur es un episodio que revela la violencia con que se impuso la conquista, la fractura de la independencia histórica de Vasconia; y se destruyeron sus defensas, sus instituciones, sus cargos, su voluntad, sus símbolos y lugares de memoria. Los defensores de Amaiur representan la lucha desesperada por seguir siendo navarros, por ser fieles a su tradición, su cultura, a sus modos de vida, a su lengua y a su forma de ser y vivir su condición de ser humano, un deseo universal, en su versión vasca. Navarra.
Como en el Holocausto o en otras memorias de derrota, el recuerdo de Amaiur nos habla de violencia contra los pueblos, de la Humanidad sometida, vapuleada bajo el poder. Es la expresión de la voluntad de resistencia, de dignidad y defensa de la propia colectividad, frente a la prepotencia de los imperios. En Amaiur lucharon a muerte por no ser españoles. Por ser navarros. Es el dato que resume aquella historia, y que nos han ocultado por lo que significa.* Escritor, director de la fundación Nabarralde